Todo aquello que queda pegado en la suela de la memoria
Edición Impresa | 23 de Marzo de 2025 | 07:17

Algunas historias tienen el poder de clavarse en el pecho, de remover algo profundo y difícil de nombrar. “Tierra suelta”, la primera novela de Melina Cavalieri, es una de ellas. Es un libro que no solo narra, sino que interpela, que pone en palabras lo que a veces cuesta explicar: el duelo, la ausencia, el peso de lo que ya no está.
Mariela Fuentes, su protagonista, regresa a Moquehuá, un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, tras la muerte de su padre. No es un regreso triunfal ni un retorno esperanzador; vuelve con culpa, con arrepentimiento, con una tristeza que la acompaña como una sombra. Vuelve no solo para enterrar a su padre, sino para lidiar con la parte de sí misma que quedó atrapada en el pasado, en las calles de su infancia, en la gente que aún la recuerda y en los que nunca la dejaron de mirar con recelo.
En este viaje de despedida, Mariela transita entre el ayer y el hoy, entre los que siguen y los que se fueron, entre la nostalgia y la necesidad de soltar. Con nuevos vínculos y viejas historias, la novela se convierte en una exploración de la identidad, del desarraigo y del peso de las decisiones tomadas. Cavalieri nos sumerge en un pueblo donde el tiempo parece moverse distinto, donde cada rincón guarda una historia y donde la memoria es tan firme como la tierra que la sostiene. O, en este caso, que la suelta.
El tiempo, en “Tierra suelta”, es un personaje más. No es lineal ni predecible; es volátil, hostil, caprichoso. Organiza y desordena a su antojo, sin pedir permiso. La protagonista, como cualquier persona que atraviesa el duelo, se enfrenta a su propia percepción del tiempo: los días pueden parecer eternos, los recuerdos pueden sentirse más reales que el presente, y la sensación de no haber tenido suficiente espacio para la despedida pesa más que cualquier otra cosa.
Porque “Tierra suelta” es, en definitiva, una historia sobre despedidas. Sobre lo que se dice y lo que se calla, sobre lo que queda flotando en el aire cuando alguien se va. Es un relato sobre lo irremediable, sobre la certeza de que la muerte no avisa, no espera, no concede treguas. Y, aun así, sigue siendo también una historia sobre la vida, sobre la manera en que seguimos adelante a pesar de todo.
Con una prosa directa pero cargada de sensibilidad, Melina Cavalieri construye un universo íntimo y universal a la vez. Nos habla de Mariela, pero nos habla también de cualquiera que haya sentido la pérdida como un golpe seco en el pecho. Nos recuerda que la tierra suelta no es solo la que cubre los cuerpos en un cementerio, sino también la que pisamos cuando todo lo que dábamos por seguro se desmorona.
Leer “Tierra suelta” es atravesar un duelo ajeno que, de algún modo, se siente propio. Es una historia que no se deja contar fácilmente, porque lo que mueve no cabe en una sinopsis. Se siente, se vive, se recuerda. Y, sobre todo, deja su huella, como la tierra suelta que se adhiere a la piel y que, incluso cuando creemos haberla sacudido del todo, sigue ahí, pegada a la memoria.
Editorial: Malisia
Páginas: 172
Precio: $22.000
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