“Solo quiero bailar”: otra forma de disfrutar con amigos

La música, las luces, la comunidad y la conexión emocional con el público bastan para vivir experiencias intensas sin consumir drogas. Todo lo que se sabe de esta tendencia

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En un rincón menos ruidoso del universo nocturno, una parte de la juventud empieza a marcar el paso a otro ritmo. Lejos del estereotipo que asocia la fiesta electrónica con el consumo de sustancias y la búsqueda compulsiva de estímulos, crece silenciosamente una generación de jóvenes que elige la pista solo para bailar, conectarse con amigos y dejarse llevar por la música, sin drogas, sin alcohol, sin intenciones de “levante”. En vez de evadirse, quieren estar presentes.

Valentina, 22 años, estudiante de arquitectura en La Plata, va seguido a fiestas electrónicas con un grupo de amigos. “Amo el techno, me gusta la experiencia sensorial del sonido fuerte, las visuales, el sudor compartido con desconocidos que solo quieren bailar. Pero nunca necesité tomar nada. Me gusta saber que lo que siento es mío, no prestado por una sustancia”, cuenta. Se ríe cuando recuerda que más de una vez le preguntaron “qué había tomado”, sorprendidos de verla tan enérgica. “Nada. Solo estoy feliz”, responde siempre.

 

Existen jóvenes que eligen la pista solo para conectarse con amigos y dejarse llevar sin drogas

 

Como Valentina, muchos jóvenes relatan historias parecidas. En foros internacionales y redes sociales, testimonios similares abundan: jóvenes que bailan toda la noche sobrios y se sienten más plenos así. “Después de años tomando para desinhibirme, descubrí que me gusta más bailar cuando estoy sobrio. Siento todo con más intensidad y encima al día siguiente me acuerdo de todo”, escribió un usuario en un foro de festivales. Otro, en un grupo sobre dubstep, confesó: “Mis amigos me miran raro, pero yo voy por el sonido. La droga la encuentro en el drop”.

Mateo, 24 años, estudiante de Ingeniería, va a fiestas con auriculares durante el día y a clubs los fines de semana. “Nunca me interesaron las drogas, ni siquiera el alcohol. Si la música está buena, es suficiente. A mí me gusta la experiencia completa: bailar, mirar las luces, hablar con alguien random sobre el track que está sonando. No necesito estar drogado para flashear. La música lo hace por mí”, dice. Mateo, además, forma parte de un grupo que promueve espacios de fiesta más cuidados, donde la sobriedad no sea mal vista sino celebrada. “Nos gusta ir sobrios y volver enteros. Y no por eso la pasamos menos bien. Al contrario.”

En estos circuitos, tampoco reina la lógica del levante. Muchos jóvenes coinciden en que van a la fiesta para conectarse con ellos mismos o con amigos, no para buscar pareja. “Yo me harté de salir con la expectativa de engancharme con alguien. Ahora voy porque quiero bailar. Y si me conecto con alguien, genial, pero no es el objetivo”, dice Clara, 21 años, que estudia cine. “Antes salía y tomaba para animarme. Hoy salgo y disfruto más. Me conozco más.”

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