Ir al gimnasio y no bajar de peso: la investigación que responde a esto
Edición Impresa | 13 de Julio de 2025 | 06:07

Durante décadas se sostuvo que para adelgazar bastaba con moverse más y comer menos. La idea de que hacer ejercicio era la llave para perder peso quedó arraigada en el sentido común y en muchos planes de alimentación. Pero en los últimos años, los científicos comenzaron a cuestionar esa lógica, a partir de un modelo que pone en jaque lo que se creía: el gasto energético total del cuerpo no aumenta indefinidamente, sino que tiende a estabilizarse. Este fenómeno, conocido como “modelo de gasto energético restringido”, plantea que el cuerpo compensa el esfuerzo físico reduciendo el gasto en otras funciones, lo que limita los efectos del ejercicio sobre la balanza.
Los estudios más recientes muestran que, a partir de cierto umbral de actividad física, el cuerpo humano no sigue quemando más y más calorías, sino que recorta energía en procesos como la regulación hormonal, la función inmunológica o incluso los movimientos espontáneos del cuerpo. Así, el gasto energético total se mantiene dentro de un rango más estrecho de lo que se creía. Los médicos clínicos advierten que este hallazgo ayuda a explicar por qué tantas personas que hacen ejercicio con regularidad no logran perder peso: “No es que estén haciendo algo mal, es que el cuerpo se adapta para no gastar de más”.
Nutricionistas que siguen de cerca estos descubrimientos afirman que la expectativa de bajar de peso solo con ejercicio es cada vez más difícil de sostener. Incluso poblaciones extremadamente activas, como ciertos grupos de cazadores-recolectores que caminan más de diez kilómetros diarios, presentan un gasto calórico similar al de personas sedentarias. “No se trata de desalentar el ejercicio, sino de no depositar en él toda la responsabilidad del descenso de peso”, señalan los especialistas, y remarcan que sin una alimentación equilibrada, el cuerpo tenderá a conservar sus reservas de grasa.
Los estudios también muestran que el ejercicio intenso puede aumentar el apetito, y que muchas personas terminan consumiendo más calorías de las que quemaron. “Una sola medialuna puede compensar una hora de caminata rápida”, grafican los médicos. Además, al considerar que el cuerpo tiende a ahorrar energía en otros frentes, el efecto neto del ejercicio sobre el balance calórico termina siendo mucho menor que lo esperado. De allí que muchos planes de descenso de peso estén ahora poniendo el foco no solo en cuánto se quema, sino en cómo el cuerpo responde y se ajusta.
A pesar de esto, el ejercicio sigue siendo fundamental por sus beneficios sobre la salud general. Mejora la presión arterial, fortalece el corazón, incrementa la masa muscular y contribuye al bienestar emocional. Sin embargo, para lograr una pérdida de peso sostenida, los nutricionistas recomiendan acompañarlo con un plan alimentario ajustado y con estrategias que aumenten el movimiento cotidiano, como caminar más, usar escaleras o realizar tareas domésticas. Estas actividades, conocidas como NEAT, suman gasto calórico sin generar la misma compensación que el ejercicio intenso.
El modelo de gasto energético restringido no viene a desmotivar a quienes quieren moverse, sino a ofrecer una explicación más realista y menos culpógena sobre por qué adelgazar cuesta tanto. Médicos y nutricionistas coinciden en que entender cómo el cuerpo regula su energía es clave para armar estrategias más eficaces y sostenibles. “No se trata de entrenar más fuerte sino de conocer al cuerpo y trabajar con él, no contra él”, resumen. En esa línea, combinar actividad física moderada, alimentación balanceada y movimiento constante a lo largo del día parece ser el camino más prometedor para quienes buscan bajar de peso de forma duradera.
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