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Temas |LA NECESIDAD DE UNA ESTRUCTURA AUTOCRÍTICA

La culpa es de... La falta de autocrítica y responsabilidad

Juzgar es inevitable. Pero cuando se vuelve automático, feroz, y va acompañado de una negativa sistemática a mirarnos, perdemos algo esencial

La culpa es de... La falta de autocrítica y responsabilidad
13 de Julio de 2025 | 06:13
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En las conversaciones de café, en los grupos de WhatsApp, en los posteos que se viralizan y en los comentarios al pie de una noticia, el juicio hacia los demás aparece como una reacción automática, casi instintiva. Juzgamos las decisiones ajenas, los cuerpos, los modos de crianza, las ideas, las conductas públicas y privadas. Lo hacemos sin siquiera darnos cuenta y con una naturalidad que asombra. Pero cuando se trata de aplicar el mismo nivel de análisis hacia nuestras propias acciones, todo se vuelve más espeso, más incómodo, más silencioso. ¿Por qué resulta tan fácil opinar sobre lo que hacen otros y tan difícil asumir nuestras propias fallas?

Psicólogos advierten que gran parte de esta conducta se explica por mecanismos mentales que buscan protegernos. “El ser humano necesita mantener una autoimagen positiva para funcionar”, explican. En esa construcción de identidad, reconocer errores propios puede generar disonancia interna, sentimientos de culpa o de vergüenza. Por eso, antes que asumirlos, la mente muchas veces opta por proyectarlos en los demás. La proyección, un mecanismo de defensa descripto por el psicoanálisis, opera como una forma de descarga: lo que no queremos ver en nosotros lo ubicamos en otro. Esa operación mental puede sostenerse durante años sin que seamos conscientes.

A su vez, los sociólogos argumentan que vivimos en una cultura que premia el juicio. Desde las primeras etapas escolares se refuerza la comparación, la competencia, el destacar por sobre los demás. “Se valora más tener razón que reflexionar”, señalan. En ese marco, la crítica hacia afuera funciona como forma de pertenencia: al señalar el error ajeno, nos afirmamos como quienes no lo cometimos. En tiempos de redes sociales, esa lógica se intensificó. Juzgar se convirtió, también, en contenido. “Compartimos indignación, nos sumamos a linchamientos digitales o hacemos chistes que esconden desprecio porque eso genera interacción, nos vuelve visibles”, afirman los sociólogos. Y agregan que muchas veces el juicio se convierte en una performance colectiva que sustituye la acción real o el pensamiento crítico.

A veces es necesario tomarse un tiempo para pensar antes de echar culpas a los demás / Freepik

Los psiquiatras, por su parte, advierten que el exceso de juicio hacia los demás y la falta de autocrítica no solo son sociales, sino también síntomas de procesos psíquicos individuales más profundos. “La dificultad para asumir errores, pedir disculpas o cambiar conductas puede estar ligada a estructuras de personalidad rígidas, narcisistas o muy frágiles”, explican. Pero incluso en personas sin diagnósticos clínicos, la autocrítica suele estar ausente porque implica renunciar a una comodidad emocional. Revisarse a uno mismo es un ejercicio doloroso: puede implicar reconocer que lastimamos, que nos equivocamos, que no somos como nos gusta pensar. Y eso no siempre se soporta.

Otro de los factores que alimenta esta dinámica es el conocido “sesgo de actor-observador”, muy estudiado en psicología cognitiva. Según este sesgo, las personas tendemos a justificar nuestras propias acciones por las circunstancias (“llegué tarde por el tráfico”) pero juzgamos a los demás por su carácter (“es impuntual”). Esta distorsión nos permite narrar nuestra historia con benevolencia y mantener la coherencia interna de quienes creemos ser.

Los psicólogos también señalan que muchas veces, al juzgar a otro, no solo proyectamos, sino que buscamos controlar. “El juicio tiene una función de orden. Al definir lo que está bien o mal en otro, se delimita un territorio de pertenencia, de seguridad. Quien se aleja de eso, es objeto de crítica”, explican. En esa lógica, el juicio funciona como un modo de excluir lo que no entendemos o lo que nos incomoda. Lo ajeno se vuelve amenaza y la crítica, un modo de defensa.

Pero el problema no radica solo en emitir juicio, algo inevitable en cualquier vida social, sino en que ese juicio reemplaza la introspección. Se habla mucho del otro y poco de uno. Los mismos psicólogos remarcan que la autocrítica es fundamental para el crecimiento emocional y relacional. No se trata de autoflagelarse ni de vivir en la culpa, sino de poder revisar nuestras conductas con honestidad y disposición al cambio. “No hay vínculo sano sin capacidad de revisión”, señalan.

Lo paradójico es que, al evitar esa mirada hacia adentro, muchas veces nos estancamos en patrones que nos dañan. Mientras seguimos opinando sobre cómo cría otra madre, cómo se viste otra persona o cómo vota alguien más, repetimos errores propios, herimos a quienes nos rodean, tomamos decisiones impulsivas y luego buscamos culpables afuera. La crítica al otro se vuelve un loop que impide vernos.

Los sociólogos insisten en que esta forma de vincularnos no es inevitable. “Puede haber una pedagogía de la autocrítica. Pero para eso, hay que enseñar desde temprano que errar es parte del proceso, que asumirlo no nos hace menos, sino más responsables”, sostienen. También remarcan la necesidad de generar espacios donde la vulnerabilidad no sea castigada con burlas o rechazo, sino acogida con empatía.

Tres pasos antes de echar culpas a otra persona

1 HACERSE UNA PREGUNTA INCÓMODA, PERO SINCERA
"¿Qué parte de esto puede ser responsabilidad mía?"
Antes de apuntar hacia afuera, es útil revisar si hubo algo en nuestra conducta, en nuestra comunicación o en nuestras decisiones que contribuyó al problema. Aunque sea mínima, identificar nuestra cuota de responsabilidad nos vuelve más justos y menos reactivos.

2 PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO (PERO DE VERDAD)
"¿Qué estaría sintiendo yo si fuera esa persona?"
Ejercitar la empatía cambia el foco. Tal vez la otra persona actuó mal, pero tal vez también estaba confundida, dolida, presionada o simplemente tuvo un mal día. Este paso no justifica, pero ayuda a comprender y a desarmar el impulso de condenar.

3 ESPERAR ANTES DE RESPONDER O REACCIONAR
"¿Esto necesita una reacción inmediata o puedo pensarlo mejor con la cabeza más fría?"
Muchas veces echamos culpas en caliente, sin procesar lo que pasó. Dar un paso atrás, respirar y esperar unas horas —o un día— antes de hablar puede hacer la diferencia entre una pelea innecesaria y una conversación constructiva.

Claves para practicar la autocrítica sin flagelarse

1 SEPARAR EL ERROR DE LA IDENTIDAD: entender que cometer un error no define quién se es. No reducir la identidad a una falla puntual. Autocriticarse implica revisar acciones, no condenarse como persona.

2 PREGUNTARSE QUÉ SE PUEDE CAMBIAR (Y QUÉ NO): identificar qué aspectos están bajo control personal y cuáles no. Enfocarse en lo modificable: qué hacer diferente, cómo mejorar, cómo reparar si se hizo daño.

3 ESCUCHAR SIN DEFENDERSE: evitar justificar cada crítica de inmediato. Permitir que el otro hable, procesar el mensaje, y luego decidir si hay algo verdadero que pueda usarse para crecer.

4 HABLARSE COMO A ALGUIEN QUERIDO: practicar una autocrítica firme pero compasiva. No maltratarse. Usar un tono respetuoso y afectuoso, como el que se usaría con una persona amada que cometió un error.

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