Zambra y el arte de escribir el dolor
Edición Impresa | 6 de Julio de 2025 | 04:42

¿Qué significa crecer? ¿Qué significa ser padre? ¿Qué significa ser poeta? En “Poeta chileno” (2020), Alejandro Zambra aborda estas preguntas sin solemnidad, pero con una precisión conmovedora, a través de una novela que oscila entre la comedia, la crítica social y la reflexión sobre el paso del tiempo. La historia sigue a Gonzalo, un joven escritor que inicia una relación con Carla, madre de Vicente, un niño de seis años. Con el correr de los años, la novela se transforma en un juego de espejos entre las vidas de Gonzalo, Carla y Vicente, quien también crecerá con aspiraciones poéticas y conflictos propios.
Desde su inicio, la novela desarma las expectativas: no hay grandes revelaciones, pero sí pequeños hallazgos que construyen un universo cargado de humanidad. Zambra describe con minuciosa ironía las convenciones de los talleres literarios, la endogamia del ambiente poético del país trasandino y la fragilidad de los vínculos que construimos para sentir que pertenecemos a algo. A la vez, la novela es un retrato agudo del machismo persistente en las relaciones y del peso que arrastran los hombres que no saben —o no quieren— hacerse cargo de sus hijos.
TRAMA Y PERSONAJES
Gonzalo es un escritor que se define por sus fracasos y dudas, y recuerda a otros protagonistas zambrianos: hombres a la deriva, aferrados a un pasado que los constituye pero no los libera. Vicente, en cambio, ofrece una contracara luminosa: su curiosidad, su pasión por la poesía y su deseo de ser reconocido como hijo son el motor emocional del libro. A través de ellos, Zambra explora la paternidad como un acto de amor, pero también como un espacio de errores inevitables, donde lo biológico importa menos que la presencia y el afecto.
En el trasfondo de la historia se despliega una reflexión sobre la propia literatura chilena y latinoamericana. Zambra parodia el microcosmos de poetas que se disputan premios, becas y legitimidad, y a la vez celebra el acto poético como un gesto de resistencia y de belleza. En ese equilibrio entre la crítica y la ternura, el autor construye pasajes memorables, como el que describe el momento en que Vicente comparte sus primeros poemas con Gonzalo, un punto de inflexión donde la relación entre ambos se redefine con silencios, miradas y un cariño que no necesita ser explicado.
Narrada con frases breves, ágiles y un tono conversado que se convirtió en la marca de Zambra desde sus primeras obras, la novela se extiende por casi 400 páginas sin perder ritmo ni sentido del humor. Como pocas, logra retratar la masculinidad latinoamericana en crisis, los modos contemporáneos de armar y desarmar familias, y la persistente pregunta por qué escribimos: ¿para entender el mundo, para sanar, para que alguien nos lea y nos ame?
La segunda mitad de la novela introduce a Pru, una periodista estadounidense que llega a Chile para escribir un reportaje sobre la poesía local. A través de ella, Zambra ironiza sobre los estereotipos con que se suele mirar a América Latina desde afuera y propone una reflexión sobre el exotismo que a veces se proyecta sobre la literatura de la región. Con Pru como catalizadora, los personajes masculinos quedan expuestos en sus inseguridades, y las mujeres —Carla, Pru, la madre de Gonzalo— se revelan como sostén o límite frente a sus delirios.
Lejos de ofrecer respuestas cerradas, se despliega un mapa emocional lleno de contradicciones: hombres que quieren ser buenos padres pero repiten errores heredados; jóvenes que buscan en la poesía una forma de pertenecer; relaciones que se fracturan pero dejan la huella de un amor genuino. Esa es, quizás, la mayor virtud de Zambra: mostrar que en la fragilidad hay belleza y que la literatura, como la vida, es siempre tentativa.
Esta es una obra que invita a pensar la paternidad más allá de la sangre, la poesía como un espacio de juego y, sobre todo, la literatura como un modo de compartir lo que duele y lo que salva.
Editorial: Anagrama
Páginas: 424
Precio: $32.900
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