El local jugó a no perder y el Pincha, bien plantado, logró un negocio perfecto

Ahora no porque todavía lo está disfrutando como el notable delantero que es, pero dentro de algunos años Guido Marcelo Carrillo tendrá un rincón del estadio UNO con su nombre. ¡Vaya si lo merece!

En un partido de trámite chato, debido principalmente a las enormes limitaciones del dueño de casa, el gran centrodelantero oriundo de Magdalena fue clave, una vez más y van..., para que la película terminara con los hinchas del León saltando y cantando sin parar.

Por supuesto que al tratarse de un juego en equipo son varios los apellidos que hay que resaltar por el esfuerzo realizado, aunque lo de Carrillo, el grandote que se le pasa conviviendo con variadas molestias y dolores físicos, merece un reconocimiento contundente.

Lo hecho por Estudiantes en el desarrollo de una pulseada típicamente copera, con pasajes difíciles de soportar, no fue superlativo y bastante tuvo que ver la estrategia excesivamente conservadora de los dirigidos por Diego Martínez.

Cerro Porteño jugó a no perder y terminó perdiendo. Todo le salió mal.

El ex director técnico de Boca preparó el partido teniendo como principal premisa que Estudiantes no le hiciera daño. Para colmo, en tiempo de descuento se equivocó adentro de su área y cayó en la trampa de un atacante experimentado y muy astuto para cubrir la pelota.

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El plan de su entrenador no admitió dudas. Salió a dejar que el huésped tuviera la iniciativa de atacar y, para eso, cedió la posibilidad de instalar hombres en el campo albirrojo. Estaba en su casa y ante sus hinchas respetando, casi temiendo, a la criatura tutelada por Eduardo Domínguez.

El anfitrión experimentó una apreciable mejora durante el complemento, cuando Estudiantes volvió a valorar la seguridad que transmite Fernando Muslera.

El veterano arquero uruguayo despejó un cabezazo de Morel realmente complicado y otro de Viera entre varios hombres de su equipo que le obstaculizaban la visión.

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Estudiantes sigue acaparando sensaciones positivas. Después de aquella tormenta que unió la eliminación de la Copa Argentina, la final perdida ante Vélez en Avellaneda y el debut con derrota frente a Unión en Santa Fe, el equipo se ha puesto de pie y luce erguido, dispuesto a complicarle la existencia a cualquiera que se le cruce en el camino.

El mismo DT que parecía estar caminando por una cornisa tan delgada como traicionera, ahora festeja, disfruta y, sobre todas las cosas, sueña...

El fútbol obliga a ser cauto y escribir que la serie de octavos de final sigue abierta, pero es innegable que Estudiantes llegará a la revancha del próximo miércoles abrigado por una apreciable dosis de confianza.