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Nora Avila, vecina de Tolosa, y su otra odisea: buscar algo mejor que cartones para poder dormir
Dolorida por los golpes del agua, que a la altura de la cintura la bailó sin piedad entre los muebles y las paredes de su casa, y sin haber dormido tres horas corridas en todas estas noches porque, a falta de colchones, se tira a descansar sobre cartones húmedos, así, en esas condiciones físicas y anímicas aguantó cuatro horas de espera en la inmensa cola de vecinos que se acercan al Club San Martín de Tolosa, en 7 y 523, donde la Cruz Roja reparte las donaciones destinadas a los damnificados.
“Nos falta ropa blanca y trapos secos, sí trapos secos aunque parezca una pavada. Todo, absolutamente todo está mojado en mi casa y no tenemos con qué secar”
Se llama Nora Avila. Vive en 528 entre 5 y 6, donde el temporal atacó con toda su furia. El martes a las cinco y media de la tarde cuando empezó a ver que el agua se metía irrefrenable en la casa pensó en que tenía que salvar la mayor cantidad posible de las cosas que participan de las necesidades cotidianas, de ella y de su familia. En media hora, con la irrupción de la correntada en el interior de la vivienda, las pertenencias pasaron al último plano de su preocupación. Ella, su marido y los hijos, después del intento fallido para resguardar los muebles, privilegiaron la vida y se refugiaron en la pequeña planta alta de la propiedad, donde terminaron pasando la noche. Allí sobrevivieron dándose ánimo unos a los otros, y allí también supieron que ya nada les quedaba. Y al día siguiente, con esa sensación única del desamparo por la falta material de lo más básico, comenzó otra pesadilla.
Ayer, después de avanzar Nora a paso lento hasta llegar al primer lugar de la larga fila de peregrinos, consiguió algunos productos de limpieza. Todo muy útil, reconoció, porque todavía, por los trastornos del desastre, no puso su casa en las condiciones de aseo necesarias, y con esos envases a los que nunca les otorgó el carácter especial que ahora ve que poseen podrá comenzar a lavar, fregar y desinfectar cada uno de los rincones tocados por el agua.
Igual, lo conseguido no le alcanzaba. Y es comprensible. “Lo que es imperioso para nosotros son los colchones, porque no soportamos más dormir sobre el suelo”, insistió a punto de largarse a llorar, quizás por enésima vez desde que vio cómo el agua inundaba su hogar.
Pero las prioridades de la vecina de Tolosa no terminaban ahí. “Nos falta ropa blanca y trapos secos, sí trapos secos aunque parezca una pavada -subrayó-. Todo, absolutamente todo está mojado en mi casa y no tenemos con qué secar. Aunque no podamos bañarnos hay que por lo menos lavarse y para eso necesitamos toallas”.
Nora, que remarcaba con una particular expresividad cada palabra pronunciada, quiso dejar en claro en qué circunstancias les toca vivir este infierno. “Somos una familia de trabajadores, que teníamos lo que teníamos porque nos esforzamos. Mi marido es remisero y uno de mis hijos, que vive con nosotros y aporta de sus ingresos, está en uno de los camiones de la Municipalidad. Nunca nos faltó nada, pero tampoco nos sobró”, resaltó esta mujer a quien el paso de las horas en lugar de atenuarle la angustia se la profundiza.
Y eso es así porque, ayer, aunque se advertía a simple vista el empeño y la entrega de las decenas de jóvenes voluntarios, que no sólo reparten la mercadería sino que además se dan unos minutos para escuchar las dramáticas historias y contener, desde lo humano, a tanta angustia repetida, y aunque también cientos y cientos de particulares e instituciones desfilaban por el lugar aportando alimentos, agua, pañales, lavandina y detergente, entre otros elementos, Nora, después de una segunda y pesada cola, no logró llevarse los colchones que necesita para algo tan esencial como tirarse a dormir y no arruinarse la espalda. A esa altura de la tarde, ya no había.
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