Tras el terrible golpe, el Hospital Español apuesta a una “recuperación meteórica”

Martes a la noche, pleno diluvio. El río de agua turbia que bajaba por la calle 9, como un demonio líquido que no pide permiso, entró al Hospital Español con una virulencia y una rapidez que nunca habían visto esas paredes con 70 años de historia. En minutos, el subsuelo del edificio era una suerte de pileta de tres metros de profundidad, que se comió una ristra de instrumentales médicos de avanzada con el que se salvan vidas.

El núcleo operativo de todo el sistema eléctrico del lugar estaba en ese nivel, que fue el único realmente anegado. Un enorme tablero de control, del tamaño de una pared, pasó a mejor vida en cuestión de segundos. Todo vestigio de energía desapareció. Y entonces, mientras afuera caía un temporal que a esa hora parecía eterno, se tomó la decisión de comenzar el proceso de evacuación del edificio, que en ese momento tenía unos 100 pacientes de todas las edades internados.

Todo parece indicar que el Español terminó siendo el único hospital de la Ciudad que sufrió el impacto completo de la tempestad del martes. Dicen que, en casos como estos, en momentos de crisis extremas, es cuando realmente asoma la dimensión humana de las personas. Por eso conmueve ver, ya con el hospital paralizado y con las aguas alejadas, al director médico del lugar, Pedro Belloni, emocionarse al recordar el accionar de la gente a su cargo en esas horas de máxima tensión. De los médicos, las enfermeras y los empleados que priorizaron la supervivencia del lugar y la vida de los pacientes por sobre los intereses propios.

Lo explica el profesional, junto a otros colegas y a las autoridades de la Asociación Española de Socorros mutuos: “Los médicos jóvenes que estaban de guardia veían pasar sus autos flotando y jamás pensaron en ir a rescatarlos. Sólo querían clasificar a los enfermos por su grado de gravedad para ordenar la evacuación de esa gente en base a la complejidad de cada cuadro”. Varias horas después de la lluvia, cuando la evacuación había sido completada, el propio director y otros médicos y empleados debieron concentrarse en solucionar sus dramas personales porque ellos mismos también fueron víctimas de la inundación, que destrozó sus casas particulares o las de sus familias.

Durante las horas más complicadas del diluvio, los pedidos de auxilio para que llegaran al hospital medios de transporte adecuados para trasladar a los enfermos no tuvieron respuesta. Nada en Bomberos, nada en Defensa Civil, seguramente desbordados por la magnitud de la catástrofe climática. Se priorizó, entonces, la evacuación de neonatología, un área donde los pacientes –mínimos, frágiles- luchan por aferrase a la vida que acaban de conocer, y la de los pacientes adultos más críticos de terapia intensiva. Hubo que conseguir ambulancias propias, rentadas o prestadas, cada una de las cuales partió con un médico a bordo.

Era una evacuación contra reloj. Los grupos electrógenos nunca pudieron encenderse debido a la destrucción del tablero maestro que los conecta a la línea central. Los respiradores artificiales, sin electricidad, funcionan un rato con baterías propias que tienen cierta vida útil. Si se acaba la batería, se apaga el respirador. Había casi una docena de pacientes conectados cuando cayó el temporal. Por eso la urgencia de los traslados. Literalmente, cuestión de vida o muerte.

Otros hospitales de La Plata abrieron sus puertas y prestaron sus camas al Español. A riesgo de quedar mal con alguno por un olvido involuntario se enumera ante El Día la generosidad de: el Hospital Argentino, el Italiano, el Rossi, el Gutiérrez, el Instituto Médico Platense o el del Cruce, en Florencio Varela. En todos ellos, se recuperan desde el miércoles a la madrugada pacientes del Español.

Lo dicho: las aguas afectaron maquinaria imprescindible, de alta tecnología. Las áreas de tomografía, resonancias, medicina nuclear, ecografía, mamografía, radiología, laboratorio central, patología, hematología, cardiología, hemodinamia, odontología y hasta la cocina y el coqueto auditorio. Fuentes extraoficiales vinculadas al mercado de la salud estimaban ayer que las pérdidas ascendían, cómo mínimo, a los cinco millones de dólares.

Ante la inevitabilidad del destrozo, el comité de crisis “ad hoc” integrado por los directivos y los médicos coordinadores de cada área se fijó el objetivo de “preservar la vida”. El Hospital estuvo vacío de pacientes el miércoles a las seis de la tarde. Hubo llantos, alivio, tristeza y también satisfacción por lo hecho.

Lejos de la desolación o el desánimo, el staff del Español apuesta a una recuperación meteórica. Ya está en marcha un meticuloso plan de acción que contempla volver a tratar a los pacientes ambulatorios el próximo lunes, incluida la atención en consultorios, y en dos semanas más poner al lugar en su nivel operativo otra vez. Luego, la prioridad será el arreglo y recambio de la maquinaria afectada, un ítem en el que, según los voceros del lugar, ya se han anotado enormes muestras de solidaridad y ayuda que prefieren el anonimato.