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Opinión |EL PAIS

La batalla que se viene

2 de Marzo de 2014 | 00:00
LA PRESIDENTA EN EL MARCO DE LA APERTURA DE SESIONES DEL CONGRESO
LA PRESIDENTA EN EL MARCO DE LA APERTURA DE SESIONES DEL CONGRESO

Por MARIANO SPEZZAPRIA

Twitter: @mnspezzapria

“Un poquito más de control popular no le viene mal a nadie”. Cristina Kirchner hizo esa afirmación al hablar sobre el Poder Judicial en el discurso que dio ayer ante la Asamblea Legislativa. En el recinto de la Cámara de Diputados, la Presidenta anticipó también el envío de un proyecto de reforma del Código Penal para su tratamiento en el Congreso, luego de lamentar que la Corte Suprema haya declarado inconstitucional su mentada “reforma judicial” el año pasado.

Con ese anuncio -el único que hizo ante los congresistas-, la mandataria ratificó su voluntad de avanzar con otra reforma en el campo de la Justicia, aún sabiendo que la iniciativa no cuenta de movida con un consenso mayoritario y que es cuestionada por legisladores del propio oficialismo por su carácter abolicionista, atribuido al imperio conceptual del juez Eugenio Zaffaroni. Aunque el anteproyecto también recibió aportes de especialistas radicales, peronistas y macristas.

Rápido de reflejos, el primero en plantar la bandera de oposición a la modificación del Código Penal fue Sergio Massa, quien incluso convocó a una campaña nacional de recolección de cinco millones de firmas para expresar el rechazo al proyecto oficial, que a su criterio “abriría las puertas de las cárceles” y buscaría eliminar “la lógica de la reincidencia”. El líder del Frente Renovador resaltó esa discordancia pese a que había aplaudido varios pasajes del discurso presidencial.

Enseguida le salió al cruce Aníbal Fernández con un vericueto legal, al advertir que una iniciativa popular no puede ser convocada para pedir la opinión de los ciudadanos en materia penal. “Sería bueno que Massa estudie algo de derecho”, disparó el senador oficialista, conocido por su afición a las chicanas. En la vereda de enfrente, el radical Julio Cobos anticipó que votará en contra del proyecto si no se hacen modificaciones al borrador que está circulando por estos días.

“Si queremos dar más seguridad y justicia, la rebaja de las penas y la eliminación de las reincidencias no es el camino”, advirtió el diputado mendocino, uno de los dirigentes mejor posicionados con que cuenta la UCR para la carrera presidencial de 2015. El proyecto abrirá un fuerte debate en el radicalismo, puesto que su elaboración contó con la participación del penalista Ricardo Gil Lavedra. Lo mismo sucede con el macrismo, que envió a Federico Pinedo.

REPAROS OFICIALISTAS

En esta columna ya se había señalado, semanas atrás, que diputados del propio bloque oficialista habían calificado de “mamarracho” a la iniciativa, por considerarla a contramano de la demanda de seguridad que hacen los argentinos y que se expresó con claridad en el resultado de las últimas elecciones legislativas. Sin embargo, el Gobierno nacional está retirando al grueso de los efectivos de Gendarmería que había apostado en territorio bonaerense, especialmente en el Conurbano.

Los intendentes de las secciones Primera y Tercera se lo hicieron saber a Daniel Scioli, quien el próximo miércoles le pedirá al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, que la Gendarmería permanezca al menos en las zonas más calientes del Gran Buenos Aires. Mientras tanto, envió a la Legislatura un proyecto para legislar sobre las policías locales, por el que intercambió mensajes con Massa de cuyo contenido sólo ellos tienen conocimiento. Al kirchnerismo no le cae bien la iniciativa.

Naturalmente, es reacio a cualquier maniobra política que otorgue más poder a los intendentes, especialmente a los de la provincia de Buenos Aires. Pero Scioli cuenta con algunos de ellos para sustentar su proyecto presidencial en el Conurbano y busca que lo apoyen aquellos que no se sienten cómodos por el acoso político de La Cámpora y de otros grupos oficialistas que, en definitiva, se encolumnarían con otro precandidato, quizás el entrerriano Sergio Urribarri.

Claro que, para tener un candidato “del palo”, el kirchnerismo necesita que la Presidenta llegue al momento de las definiciones con una mejor imagen de la que tiene actualmente, en la que aparece golpeada especialmente por los problemas económicos, originados en la inflación y expresados con la devaluación. Tal vez por eso es que la mandataria optó por bajar la intensidad de su estrategia de confrontación política permanente, algo que se evidenció en su discurso moderado de ayer.

De hecho, sus alusiones a la necesidad de frenar los piquetes como método de protesta y las críticas al ausentismo docente fueron festejadas por buena parte de la oposición, a excepción de los dirigentes ubicados a la izquierda del arco político. También fue bien considerada su propuesta para que se conforme una iniciativa superadora del polémico referendo con Irán por la causa AMIA, en uno de los pocos pasajes autocríticos que intercaló la Presidenta en su mensaje al Congreso.

Cristina Kirchner incluyó además una impronta corporativa dirigida a los dirigentes políticos, a quienes -entre líneas- les reclamó que no se dejen influenciar por los empresarios en materia económica. Retomó, así, aquella idea de “los titulares y los suplentes” que había esgrimido tras la derrota electoral y dijo que la Argentina atraviesa en ese sentido por un “fin de ciclo histórico”, en el que el sector privado debería adaptarse a cumplir un rol de actor secundario del Estado.

En esa línea de razonamiento, utilizó como ejemplos los casos de Aerolíneas Argentinas e YPF, ambas empresas nacionalizadas durante su gestión. Particularmente, ponderó como un legado el descubrimiento del yacimiento de Vaca Muerta, relativizando el hecho de que su administración se hará cargo de cancelar solamente del 14% de los bonos que serán utilizados para pagar el acuerdo con la multinacional española Repsol. El resto deberá abonarlo el próximo gobierno.

Al defender el “modelo kirchnerista”, la Presidenta también recordó cuando el Gobierno de la Alianza recortó un 13% los salarios y las jubilaciones, aunque no hizo comentario alguno sobre los efectos de la devaluación y la inflación sobre el poder adquisitivo actual de los trabajadores. Tampoco se refirió a la quita de subsidios a las tarifas de servicios públicos que estudia el ministro de Economía, Axel Kicillof, a quien definió graciosamente como “chiquito pero cumplidor”.

LA CLASE MEDIA

“Después no los quiero ver en la calle protestando”, había advertido Kicillof en la semana al referirse a la quita de beneficios que proyecta para la clase media. Con semejante advertencia, el ministro no hizo más que blanquear que el Gobierno sigue pensando que ese sector de la población es su “enemigo natural”, en una equivocación paradójica porque en los últimos años contribuyó a su fortalecimiento. Sin embargo, el kirchnerismo se empecina en condenar su “enajenación”.

Y repite ese mantra sin reparar en que esa franja de la sociedad se guía por expectativas, proyectando su anhelo de “movilidad ascendente” con la mira puesta en el mediano y largo plazo. Precisamente en ese punto es que el kirchnerismo ha dejado de representar a las grandes mayorías, a las que no les importa tanto la discusión política como la imperiosa necesidad de que la acción gubernamental -en sus distintos niveles- se vea plasmada en mejoras para la vida cotidiana.

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