“Siendo jurado aprendí cosas de la Justicia y de la vida”

La provincia de Córdoba cuenta con juicio por jurados para delitos graves desde 2005, aunque ese caso difiere del modelo bonaerense porque la integración del jurado se rige por el modelo escabinado: está compuesto por ocho miembros emanados del pueblo, dos jueces letrados y un presidente miembro del Poder Judicial.

Julián Montañés (46) vive en Córdoba capital y es técnico electromecánico. Su experiencia estuvo entre las primeras de esa provincia al haber sido sorteado en 2006 para juzgar al imputado de un homicidio en el marco de un intento de fuga de la cárcel de San Martín, para tiempo después volver a participar en otros dos asesinatos.

“Cuando me citaron, mi primera impresión fue la de dudar si los integrantes del jurado íbamos a estar preparados para juzgar a un par, pero luego durante el proceso, aprendí que un jurado no va a buscar justicia sino a garantizar derechos. Es una gran responsabilidad social y hay que estar a la altura de las circunstancias porque depende de uno que la persona juzgada se vaya a su casa o pierda su libertad. El jurado viene a aportar sentido común a la justicia”, cuenta Montañés.

Y aclara: “Entonces, también uno se va dando cuenta de que en realidad no es el jurado ni el juez quienes condenan, sino las pruebas. Las pruebas encarcelan y las pruebas liberan. Uno se da cuenta de que el sistema va a funcionar siempre que las pruebas estén y que entonces se va a tener una Justicia de acuerdo a las pruebas que se presenten, y después viene la parte del debate, donde cada uno opina, fundamenta lo suyo y escucha al otro”.

El vecino cordobés cuenta que algunas personas que deben ser miembros de un jurado se asustan al principio, otras no; pero que en todo momento los tribunales brindan la contención que necesitan para tomar sus decisiones. También señala que la mayoría de los ciudadanos que compartió la misión junto a él, se quedó con la sensación de que volvería a pasar por la experiencia.

Montañés indica además que para los jurados, “la preocupación más grande es la de no crear otra víctima: tenemos una sociedad donde se van viendo hechos que van pasando y que los acusados quedan libres y ahora uno, al pasar por esta experiencia, aprende por qué quedaron en libertad”.

Y concluye: “Se aprenden muchas cosas, que sirven en ese momento y que también sirven para la vida, porque si bien todos estudiamos alguna vez en la escuela Instrucción Cívica y sabe lo que es un sistema democrático, ahí lo estamos aplicando en cien por ciento, uno se vuelve parte del proceso. Y también aprendí que una historia tiene dos caras, entonces se comienza a escuchar diferente: una persona cuenta una historia de una manera, porque probablemente la sienta así, pero la otra cuenta una versión contrapuesta, y uno comienza a entender que más allá de esos relatos algo pasó en el medio, y que ambas pueden ser verdades a medias que uno tiene que saber apreciar”.