Parejas en peligro y terceros en discordia

ALEJANDRO CASTAÑEDA

EL HILO ROJO, de Daniel Goggi.- Hay películas que tienen un plus extra que potencia notablemente sus expectativas. Y esta es una de ellas. Todos saben que el amor real entre China Suárez y Benjamín Vicuña nació al amparo del amor ficticio que les propuso el cine. No es la primera vez, pero este caso tuvo una deriva tumultuosa que le dio una promoción extra. El buen arranque que tuvo en la taquilla demuestra que la gente quiere ver cómo se fueron amando

Y aquí están, los dos, sin desentonar, ni mucho menos: el bello rostro de ella y la simpatía natural de Vicuña. Con eso es suficiente para sostener una comedia romántica algo plana y repetida, pero bien vestida y nunca aburrida. La historia parece copiada desde el motorhome: tras un encuentro en el aire (ella es azafata y él, viajero asustado) intenso y fugaz, siete años después se reencuentran. Y se dan cuenta que aquel fuego dejó mucho más que cenizas. Sin embargo, hay algunas turbulencias que los hacen aterrizar: están casados, son felices y hay hijos en el medio. Pero bueno, ahí hace su aparición el hilo rojo, una leyenda que dice que los amores que ata este hilo, quedarán amarrados para siempre. Y cada reencuentro muestra la realidad de esa vieja creencia: son citas que le suman placeres y pesares a esta pareja, enamorada y culposa, que no sabe qué hacer con una pasión que vino por todo y que no se conforma con un de vez en cuando.

Comedia romántica, con buenos paisajes, música pegadiza, trama sencilla y un libro chato que podía haber apuntado más alto. Sin duda, será un título fuerte de la temporada, lo que indica que su realizadora, Daniela Coggi, tiene olfato y algo más. Lo había probado en “Abzurdah” y lo reafirma ahora: los amores conflictuados, rinden. Y la China, también.

TIEMPO DE PERDONES

45 AÑOS, de Andrew Haigh.- Kate y Geoff están a punto de festejar sus 45 años de matrimonio. Viven en una casona de las afueras. No tienen hijos ni preocupaciones. Pero una carta traerá una noticia que sacudirá esa mansa existencia. Kate siente que el piso se le mueve. No está en juego la fidelidad sino algo igualmente perturbador. Le duele la deslealtad, ese secreto tan guardado. Y le cuesta perdonar. Siente que ha estado junto a un hombre al que nunca conoció del todo, un marido que guardó en un altillo el recuerdo de un amor que, cuando salió a la luz, le terminó echando sombras a un vínculo que acaso haya sido el sobrante de una historia mejor. Ya nada será igual. Y el plano final de Kate en la celebración del 45 aniversario, con esa mirada amarga, le da su sentido final a este film triste y sentido, que acumula escenas obvias, es cierto, que al comienzo es medio plañidero, pero que nos recuerda la fragilidad del amor, lo fácil que resulta derrumbar aquello que parece inmenso. ¿Qué hacer? ¿Perdonar o romper? El film dice que a cierta edad, perdonar es más cómodo. Amainada la pasión, el hijo rojo esta vez se apuesta más a la durar más que a estallar. Un film sereno y sentido que tiene sus baches, pero que invita a la reflexión. T.S. Eliot lo había dicho: “Los hombres viven del olvido; las mujeres, de recuerdos”. (*** ½)