Otra abuela que entró al club de los centenarios

IRMA FAGGIANI FESTEJÓ AYER SUS 100 AÑOS. SE LA VIO MUY CONTENTA JUNTO A SU FAMILIA Y SUS AMIGOS EN SU CASA DE GONNET

Mirar siempre al futuro, plantearse objetivos, llevar una vida metódica. Para Irma Faggiani, quien ayer cumplió 100 años, las claves para una vida plena pasan por respetar a rajatabla apenas dos o tres reglas sencillas, que la ayudaron a enfrentar duros desafíos. Nacida en Italia, atravesó períodos de guerra, escasez y navegó miles de kilómetros embarazada, casi adolescente, para llegar a su patria adoptiva. Ayer, entre recuerdos y proyectos, celebró junto a los suyos esa travesía centenaria.

Nacida el 10 de febrero de 1913 en Zeri, un diminuto pueblo italiano de la provincia de Massa-Carrara cercano al límite entre las regiones de Toscana -a la que pertenece- y Liguria, aprendió desde su primera infancia los secretos de la horticultura y el pastoreo de ovejas, junto a sus dos hermanos. De esos años recuerda el tañido de las campanas de la iglesia “anunciando que había terminado la Gran Guerra y venía la paz”.

Sin embargo, el armisticio no trajo prosperidad. A inicios de los años ‘30, se casó con Emilio Lazzeri, un vecino al que conocía desde la infancia. Emilio había estado en Argentina, y ante la perspectiva de nuevos conflictos en el viejo continente, decidió que partieran hacia ese remoto país sudamericano. Antes de despedirse, Irma, embarazada de su primera hija, dejó la cama hecha sin saber que se reencontraría con su tierra natal recién en 1960.

En agosto de 1933, el “Conte Biancamano” trajo a la pareja desde el puerto de Génova al porteño. Como consecuencia del trabajo de Emilio, operario en el tendido de redes telefónicas en el territorio bonaerense, en pocos meses pasó por inquilinatos de la capital federal, Pergamino y Mar del Plata, antes de radicarse en el barrio platense aledaño a plaza Valentín Alsina. Allí nació María Esther, la primogénita.

En 1950, la familia se mudó a Tolosa. Poseedora del único teléfono de la zona, que puso a disposición de los vecinos, en el medio siglo que siguió se convirtió en una de las más queridas de su barrio. En suelo tolosano Irma y Emilio -quien vivió hasta los 98- pudieron darse el gusto de festejar 70 años de matrimonio. Recién hace dos temporadas, María Esther convenció a su madre de mudarse a Gonnet para “cuidarla”.

Siempre activa, come de todo y hasta el último bocado; disfruta de su nieto Flavio y su bisnieto de siete meses, Facundo; y fanática de Estudiantes, tiene como cábala escuchar sus partidos por radio junto a una efigie de Ceferino Namuncurá. Afirma que está “eternamente agradecida” a la Argentina, y recuerda la incredulidad de que la hubieran atendido gratis en un hospital público en el parto de su hija, apenas llegada al país y cuando balbuceaba contadas palabras en español. Esa gratitud se tradujo, tiempo después, en la donación de banderas argentinas a escuelas rurales, y equipamiento al Hospital de Niños.