El grito sagrado

Cuentan los integrantes del cuarteto platense Raheem que el bautismo de la banda alude a uno de los 99 nombres con que el Islam se refiere a Dios.

Ese mojón conceptual es clave para decodificar las intenciones líricas del combo que lidera el cantante y bajista Carlos Costa, quien desde el groove de su disco debut (“Cuestión de soñarlo”) conjura vivencias y denuncia injusticias, relata historias urbanas desde el amor y la furia.

“Cada uno de los 99 nombres que cita el Islam es una cualidad divina” explica Costa: “Raheem es El Compasivo, y nos pareció adecuado confrontarlo con todo lo que ocurre en la ctualidad en la sociedad y los individuos que la componen; desigualdad, opresión, felicidad, odio, violencia y pasión”.

“Las letras son directas y puntuales” agrega el vocalista: “y el sonido tiene raíces en los ‘90 más potentes pero también busca mover desde lo rítmico. Trabajamos mucho en los arreglos buscando ese equilibrio”.

Nacida a comienzos del año pasado, cuando Costa y el guitarrista Germán Paz sintonizaron la misma frecuencia sonora, la banda entró a los estudios Dormir Sucio, donde trabajó junto a los técnicos Juan Manuel Ponce De León y Fernando Quintela. Luego “reclutó” al baterista Mariano Calderini, y el tecladista Tomás Solari.

“Mariano nos aporta experiencia, seguridad y solidez, y Tomás el toque de distinción que estábamos necesitando” revela Costa, quien junto a sus compañeros musicales se presentará en vivo el próximo jueves en la Ciudad.

“La obra está dedicada a la gente, y nuestro objetivo es buscar el sueño de todo músico que es llegar, haciendo lo que más ama, a la mayor trascendencia posible” admite el cantante y bajista: “pero nunca vamos a negociar el respeto ni la humildad, porque si no valdría la pena”.

NUEVE ES EL NUMERO

El repertorio de “Cuestión...” incluye nueve canciones del tándem Costa-Paz: “Buenos Aires”, “Cuestión de soñarlo”, “Gestos”, “En sí mismo” -para la que se suma a los créditos Griselda Hassan-, “Señales”, “Juego sucio”, “Renacer”, “Destino (sexo)” y “Vértigo”.

Fernando Quintela fue el encargado de registrar las baterías en el álbum, que contó con arte de tapa de Ezequiel Martínez.