Es el miedo... y la economía

Un grupo de amigas pensaba ir a comer a un restaurante de la zona de 12 y 72. Ya habían hecho, inclusive, una reserva. Hasta que empezaron a llamarse unas a otras: acababan de leer en el diario que, a pocas cuadras de allí, habían baleado a un joven docente de informática para robarle la moto. Unos días antes, en el mismo barrio, una profesora de Educación Física había corrido la misma suerte. Decidieron, entonces, que era mejor cenar el jueves a la noche en un lugar céntrico. Estuvieron, así, entre las víctimas del dramático asalto en 9 y 54 que derivó en la muerte de una chica de 18 años que hacía cola para entrar a un recital en un bar de 9 y 53.

La anécdota quizá alcance para confirmar algo que se dice todo el tiempo: ya no hay ningún lugar seguro. Y la amenaza del accionar delictivo hace que la vida de los ciudadanos se juegue en una lotería. Sólo el azar hizo que en los últimos días no fueran tres sino uno los muertos por la inseguridad. El docente de Informática, lo mismo que la joven profesora de Educación Física, se salvaron porque la bala se metió un milímetro más arriba o un milímetro más abajo. “Tuve una suerte increíble...”, dijo el docente. Los delincuentes le dispararon a la cabeza y el tiro le pegó en el cuello. Sólo un milagro, como explicó EL DIA en su edición de ayer, permitió que en pocas horas fuera dado de alta.

Soledad Bowers no tuvo la misma suerte. Era morocha, de hermosas facciones. Tenía apenas 18 años y siete hermanos. Era una chica alegre, apasionada. Así la definió su familia en medio de la impotencia y del dolor. Había ido con su hermana a escuchar un grupo de música tropical. Sin entender que había pasado, recibió un disparo en la cadera. Todo indica que fue la bala de un policía que salió a perseguir a los delincuentes que acababan de robar, a mano armada, a empleados y clientes en el restaurante de 9 y 54. Los delincuentes huyeron. El policía está detenido. Es otra historia de la inseguridad que nunca termina. Es otro drama, otra tragedia. Ya son tantos que costaría intentar cualquier enumeración.

La inseguridad vuelve a ser el tema dominante en un año marcado por la agenda electoral. En ese contexto se producirá en estos días un desembarco de gendarmes en La Plata y en otras ciudades bonaerenses. Y en ese mismo marco, no sería extraño que en los próximos días se anuncien nuevas medidas y hasta eventuales cambios.

La semana también estuvo dominada por temas económicos. El aumento del mínimo no imponible para Ganancias y la reapertura del canje de deuda fueron, junto a la nueva disparada del dólar paralelo, los títulos que concentraron la atención de ahorristas y contribuyentes. Los vaivenes de la economía siempre terminan, más tarde o más temprano, impactando en la vida cotidiana de todos. Y eso es lo que intuye el ciudadano de a pie cuando escucha hablar de los fondos buitre y del riesgo de un nuevo default. Son cuestiones áridas y complejas, pero cualquiera olfatea que a la larga complicarán su bolsillo.

La semana no estuvo a salvo de otras penurias menores. Los cortes de luz van de barrio en barrio. Como la inseguridad, ya no hay zona que zafe. Pero, como siempre, hay algo para celebrar: hoy empieza septiembre; un mes cargado de connotaciones amables, que siempre invita al buen humor.