Con el agua al cuello y los cajeros vacíos

Fue la semana del temporal, aunque en las últimas jornadas haya brillado el sol. El diluvio que se extendió por varios días provocó graves secuelas en distintos distritos bonaerenses. Las crecidas de los ríos Luján, Matanza y el de La Plata generaron situaciones de emergencia y pusieron a miles de familias en condiciones de extrema fragilidad. Una vez más quedó al descubierto la vulnerabilidad de los centros urbanos y de extensas zonas rurales ante lluvias de mediana o gran intensidad.

¿Faltan obras hidráulicas? ¿Son las consecuencias de la inadecuada planificación urbanística? ¿Influye la proliferación de canales clandestinos en áreas productivas? Todos estos interrogantes estuvieron y están sobre la mesa. Pero se discutieron en el medio de una pelea de campaña cuando el tema merece un debate técnico, riguroso y desprovisto de cualquier especulación política o electoralista.

Detrás de cada inundación quedan destrozados los esfuerzos de miles de familias y de muchísimos productores. Hay gente que queda con sus casas arrasadas por el agua y tiene que volver a empezar. Hay gente de campo que pierde el trabajo de todo el año. El problema es tan angustiante que lo mínimo que merece es un estudio profundo de las causas y de lo que hace falta hacer para que no se repita una y otra vez.

En medio del temporal, también quedó en evidencia la fragilidad del sistema eléctrico. En La Plata hubo familias que estuvieron hasta cuatro días sin luz. Muchos comerciantes sufrieron pérdidas por los apagones. Ya se ha dicho aquí: un corte de luz implica una multiplicidad de trastornos que alteran toda la vida cotidiana.

Pero no son los apagones lo único que complica la rutina diaria. Esta semana, sacar plata de los cajeros fue una odisea. Entre días de cobros y vencimientos, el jueves no hubo Bancos. Siempre hay alguna razón en Argentina para suspender servicios esenciales. Cuando hay Bancos no hay clases, cuando hay clases no hay micros, cuando hay micros no atienden en los hospitales y así casi todos los días... Lo cierto es que los cajeros se quedaron sin plata y el viernes -como reflejó EL DIA en su edición de ayer- había que hacer colas de hasta más de una hora para conseguir efectivo.

El mundo, mientras tanto, se conmovió esta semana con el final de Britanny Maynard, esa joven norteamericana de 29 años que decidió morir frente a la perspectiva de un cáncer terminal que consumiría su vida. Lo hizo el mismo día que había anunciado. Lo hizo después de haber cumplido sus últimos deseos. Y dejó un mensaje tan simple como conmovedor: “la vida es maravillosa”. Quizá en esas cuatro palabras se encierre de esencia de las cosas. Más allá de los dolores y los sufrimientos, “la vida es maravillosa”. Lo dijo Britanny, quien murió demasiado pronto.