Venganza, melodrama y piñas

Pedro Garay

pgaray@eldia.com

La escena inicial de “La villana” es desquiciada. Durante diez minutos, atravesamos desde la perspectiva de alguien un recinto repleto de mortales enemigos, como si se tratara de un “first person shooter”, esos jueguitos donde uno va disparando muñecos por ahí. Pero nuestro personaje no tiene armas sino que arregla todo a puño limpio, en una secuencia que nos hace preguntarnos como espectadores dónde está la cámara, o si algo de todo esto es real.

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Resulta que sí, que todo en “La villana” es, básicamente, coreografía, cuerpo, carne, nada de computadoras: así revela a este medio su director, Jung Byung-Gil, de visita en Mar del Plata para el Festival de Cine, un día antes del estreno comercial que traerá la cinta de acción sensación en Corea del Sur a los cines platenses.

Jung se confiesa amante de los videojuegos que inspiraron parte de aquella secuencia, aunque admite que “me encantaría jugar un poco más, pero no me da el tiempo para jugar”; la otra parte, cuenta, está inspirada en “una propuesta que tuve para realizar un corto de realidad virtual: me puse a estudiar sobre el tema de la cámara en primera persona, y la primera escena se basa en ese aprendizaje”.

Inmersos en esta perspectiva subjetiva, el personaje atraviesa varios “niveles” de contrincantes (como en cualquier arcade, sube la dificultad mientras pasa de nivel) hasta que finalmente la cámara, que en toda la cinta es un doble de riesgo más, bailando entre las piñas y girando sobre su eje, se desprende del “hombro” de nuestro héroe y la revela heroína: no es un hombre el que prodigó semejantes palizas, como parece dictar el género, sino Sook-hee, entrenada desde la infancia para ser un arma letal.

“Desde chico pensé si no sería interesante hacer una película con una protagonista femenina fuerte. Debería haber tenido más dificultad para conseguir financiamiento, pero lo que jugó a mi favor es que la productora conocía mi película anterior y me dio todas las libertades”, explica Jung sobre esta mujer bella y fuerte con aires a “La Femme Nikita” que atraviesa a las piñas a hordas de expertos artistas marciales y que se verá atrapada en un triángulo amoroso producto de un secreto del director: “Te confieso: me gustan las películas románticas. Mi sueño es hacer una película romántica”, dice el cineasta surcoreano, que llegó al éxito con su anterior cinta de acción, “Confession of murder”, entre risas.

Ahora, Sook-hee es un arma letal, pero un arma sin voz: fábula de venganza y melodrama con destino trágico, la joven cae en manos de los servicios secretos coreanos que le ofrecen la libertad tras diez años a cambio de que trabaje para ellos. Pero Jung dice no sentir lástima por su protagonista y por la dolorosa peripecia de piñas y traiciones que le hace atravesar (“sí siento que debo pedirle disculpas a los dobles de riesgo”, dice risueño): Sook-hee es fruto de un poder superior que digita su vida, al cual no puede escapar, lo cual convierte el título de la cinta, explica el director, “en una ironía”.

“Pero”, se desdice, “también hay que pensar algo que deja abierto el final la película: si ella, más allá de las condiciones de vida, no se habrá convertido en una villana”.

La cinta, explica, “termina con puntos suspensivos”: ¿es el poder de las instituciones tan poderoso que no hay rebeldía para Sook-hee o para nadie? “La protagonista, es cierto, no tiene escapatoria o esperanza de su entorno. Pero el personaje atravesó mentiras, engaños, vivió muchas cosas intensas y aprendió: en caso de haber una hipotética secuela tendría un rol no tan pasivo...”

¿Hay entonces secuela en planes? “Nada confirmado”, dice con una cara de póker en la que se desliza una sonrisa.