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Por MARIANO SPEZZAPRIA
Twitter: @mnspezzapria
Era un sábado de junio de 2011 y el país político ya daba por descontado que Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner sería reelecta presidenta de la Nación cuatro meses después. Así que, por entonces, toda la incertidumbre se limitaba a la designación de su compañero de fórmula para la contienda electoral. Esa incógnita se iba a develar ese sábado y en la residencia presidencial de Olivos.
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La dama entró al quincho de la quinta que ocupa la familia a cargo del Ejecutivo toda vestida de negro, ya que todavía guardaba luto por la muerte de su esposo, Néstor, en octubre del año anterior.
Los periodistas que ese día concurrimos a la quinta presidencial para cubrir el acto apenas podíamos divisar a la Presidenta, porque en medio del amplio salón se había ubicado una platea para los invitados, que estaba repleta de funcionarios y adherentes “aplaudidores”. Pero como la relación de la mandataria con la prensa no era nada buena, a nadie pareció sorprenderle aquella situación. Cristina, como titular del Ejecutivo, no acostumbraba a dialogar con el periodismo. Es más, hizo toda aquella campaña sin ofrecer reportajes.
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La propia jefa de Estado se encargó de dejarlo en claro al comentar que días antes se había caído y golpeado la cabeza por culpa de una cámara de televisión cuyas luces la encandilaron. Pero había considerado “una señal” que el corte se produjo en un lugar similar al que se hizo Néstor Kirchner con una cámara fotográfica el 25 de mayo de 2003, cuando asumió la Presidencia de la Nación.
En tren de captar mensajes del más allá, Cristina tampoco dejó pasar que, cuando estaba iniciando su discurso, una puerta del quincho se abriera intempestivamente. “Ahí entró el viento del Sur”, afirmó. Y se dispuso a explicar los motivos por los cuales creía iba a designar a Amado Boudou –por entonces un descontracturado ministro de Economía- como su compañero de fórmula.
En aquel entonces, las especulaciones sobre la definición de la Presidenta giraban en torno a Boudou y Juan Abal Medina, actual senador nacional por la Provincia. Ninguno de los dos llegó a Olivos sabiendo cuál sería su futuro. El poder estaba en manos de la Presidenta y de nadie más. Después de ganar la elección con el 54% de los votos, esa situación llegó a extremos impensables.
“Entonces, Cristina le puso fin al suspenso y dijo que había elegido a Boudou por su lealtad y valentía”
“Estamos en un sistema presidencialista y el que decide es él o la Presidenta”, dijo Cristina ese día casi como si no hubiera necesitado un Vice.
No obstante, afirmó que se había inclinado por alguien que “no le tiene miedo a las corporaciones”. Y recordó que había sido Boudou quien le llevó la idea de nacionalizar las AFJP. También reivindicó la “concepción política de la economía” de quien sería su compañero de fórmula y futuro vicepresidente de la Nación.
En ese momento asintieron el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y el ministro de Interior, Florencio Randazzo, sentados junto a otros funcionarios como Julio de Vido, Alicia Kirchner y Héctor Timerman.
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Al otro lado del atril de la Presidenta se ubicaron los gobernadores, entre ellos el bonaerense Daniel Scioli y el cordobés Juan Schiaretti, ahora aliado de Mauricio Macri.
Entonces Cristina le puso fin al suspenso y dijo que había elegido a Boudou por su “lealtad y valentía”.
Aimé, como lo llamaban sus amigos, hizo ahí nomás su ingreso triunfal mientras los ministros y los invitados, entre ellos el jerarca sindical Hugo Moyano, lo palmeaban en su desfile hacia la Presidenta. Se paró a su lado con una amplia sonrisa, pero ella no le cedió la palabra.
Por el contrario, concluyó su discurso y se retiró del quincho rumbo a la residencia principal de Olivos. Mientras tanto, los presentes se peleaban por saludar al “elegido”, entre ellos los actores Pablo Echarri y Gastón Pauls.
En las puertas de la quinta, Andrés “El cuervo” Larroque –que todavía no era diputado- dirigía a las columnas de La Cámpora que cortaban el tránsito sobre la avenida Maipú, en Vicente López.
Ya se percibía que se venía el tiempo del “vamos por todo” en la política argentina. Lo que nadie sabía era que Boudou estaba en pleno proceso de apropiación de la imprenta Ciccone, la “fábrica de billetes”, por medio de la compañía The Old Fund.
El escándalo salió a la luz cuando ya era vicepresidente y lo sacó rápidamente de la carrera por la sucesión de Cristina Kirchner en 2015.
Caído en desgracia y en la propia consideración de la Presidenta, con el paso del tiempo se fueron conociendo otros “detalles” que pintaron a Boudou como el típico chanta argentino. Por caso, que haya fijado su dirección en un médano de la costa atlántica bonaerense, o que adulterara los papeles de un viejo automóvil para no compartir la ganancia de esa venta con su ex mujer de Mar del Plata.
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En aquel acto partidario que me tocó cubrir en Olivos, cuando el oficialismo no distinguía entre Estado y partido político, Cristina relató que una enfermera –mientras le aplicaba una inyección- le había preguntado si estaba segura de a quién iba a designar como su compañero de fórmula, dado que venía de una mala experiencia con el radical Julio Cobos, el del famoso voto “no positivo”.
“Sí, estoy segura –le respondió ella a la enfermera-. Aunque mi abuelo siempre decía que ´a seguro se lo llevaron preso´”, bromeó la mandataria. Ahora se sabe que fue una premonición.
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