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Una vida relacionada al mar y a la arquitectura náutica

Ricardo Castro, arquitecto naval, timonel y tripulante. Diseñó veleros para europeos famosos. Crónicas de regatas memorables

Una vida relacionada al mar y a la arquitectura náutica

Ricardo Castro hizo sus estudios primeros en el instituto Estrada y en la Escuela 12 de City Bell

2 de Marzo de 2023 | 03:33
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Nacido en Puerto Belgrano el 26 de noviembre de 1975, pero llegado desde muy pequeño a City Bell, Ricardo Castro inició desde muy temprano su relación con los veleros, los cruceros y las competencias náuticas, primero en el país y luego en carreras a Uruguay y Brasil, para convertirse luego en un avezado timonel y tripulante en el Mediterráneo, representando al Yacht Club Centro Naval de Río Santiago. En ese derrotero, llegaría a los lugares más encumbrados de su especialidad.

Realizó sus estudios primeros en el instituto Estrada y en la Escuela 12 de City Bell, el secundario en el mismo Estrada y sus estudios terciarios en la Universidad Nacional de Quilmes, en esta última porque se enteró que allí se había creado la facultad de Arquitectura Naval.

A pesar de provenir de una familia de marinos mercantes, Ricardo no empezó a navegar sino hasta los 8 años. “Mis padres no quisieron influir en mi destino, pero después de un verano en el mar mis hermanos y yo empezamos a pedir navegar y ya nada pudo evitar que estuviéramos en cuanta cosa flotara sobre las aguas, sea a remo, vela o motor”.

En 2000 participó en la reconstrucción de una goleta histórica en Astilleros Río Santiago, donde con un grupo de siete jóvenes neófitos en temas navales pero con muchas ganas, “terminamos este barco de 37 metros de eslora y 120 tn de desplazamiento. La intención inicial era navegar alrededor del mundo y correr la Tall Ship, pero una vez terminado el dueño del barco cambió de idea y traicionó el proyecto”.

Castro vivió desde pequeño y por siempre en contacto con el agua, participando primero en las categorías infantiles Optimist y Cadet y luego navegando como tripulante en barcos de mayor tamaño.

En lo que se refiere a su profesión, señaló que “ni bien supe de la existencia de la carrera de arquitectura naval, no dudé en cuál era mi destino universitario. Mi primer trabajo en el ámbito fue en el estudio de yates a motor Gandino, en San Fernando, a donde viajé desde La Plata todos los días mientras cursaba el 3er y 4to año de la carrera en la Universidad Nacional de Quilmes”.

En tiempos de la Universidad llegaron las competencias de nivel nacional, donde ganó como tripulante los Campeonatos Argentinos de IMS y FIC y cruceros a Uruguay y Brasil.

EN BUSCA DE UNA OPORTUNIDAD

Luego de aquilatar una vasta experiencia en el yachting, envió un CV con un portfolio de sus primeros diseños náuticos a los mejores lugares del mundo. “No conocía a nadie ni tampoco sabía si buscaban contratar gente o no, pero no tenía nada que perder”, cuenta.

Para su sorpresa, entre los muchos “seguí participando” recibió una propuesta de trabajo con Fabio Buzzi, diseñador y constructor de lanchas de carrera en el Lago di Como, Italia.

Pero mientras esperaba la visa, una tarde de agosto del año 2000, recibió un mail que le cambiaría la vida: una tímida propuesta de trabajo de una de las empresas a las que había enviado el currículum vitae un año atrás. Era en la Wally Yachts de Mónaco y esta vez la entrevista no era en Buenos Aires sino en Mónaco mismo.

“Decidí jugármela, pedí prestada plata y una mochila de mochilero y me subí a un avión sin entender muy bien qué estaba haciendo. Wally Yachts es la empresa pionera en aplicar la más alta tecnología a embarcaciones de placer a vela en el mundo. Orientada a un nicho de mercado muy particular de poca gente dispuesta a pagar fortunas para tener un barco lujoso, pero que a su vez sea totalmente automatizado y veloz. Esta empresa definió un hito en embarcaciones deportivas y marcó un estilo que hoy muchos buscan imitar”.

Luego de un breve período de prueba y de andar dando vueltas por el mundo, Ricardo ya estaba a cargo de su primer proyecto como “Project manager de diseño”, un velero de 30 metros de carbono para Lindsay Owen Jones, director de L’oréal París. Así pasaron otros 4 veleros de similar eslora (largo) para ricos y famosos europeos entre el glamour de Mónaco, su eterno buen clima, eventos y la noche de Niza.

“Cuando las cosas se empezaron a estabilizar la empresa decidió en 2004 trasladar la oficina a Italia, donde otra vez inicié los trámites de permiso laboral. Nuevamente pasó un año sin novedades, aún con el auspicio de una empresa millonaria y sus múltiples abogados, debido a que los cupos estaban ocupados. No tenía sentido seguir trabajando sólo desde Mónaco de modo que volví a Argentina desde donde seguí mi último barco con ellos, el Open Season, en el que también diseñé la cubierta e interiores”.

NUEVOS DESAFÍOS

A pesar de que cada barco era distinto al anterior, el trabajo se volvió casi repetitivo para Ricardo y fue así que necesitó de nuevos incentivos profesionales y personales. “Decidí entonces buscar un trabajo en un equipo de competición, y la meca entonces fue la Copa América, la competencia más importante del yachting mundial y el trofeo más antiguo en juego”.

Según contó Ricardo en esa oportunidad a El DIA, “fue como empezar de nuevo, un ambiente muy distinto al de los veleros de crucero, pero tuve suerte y pronto conseguí una oportunidad en el equipo BMW Oracle Racing, que representa al Golden Gate Yacht Club de San Francisco, Estados Unidos”.

“Este equipo tenía la carga adicional de recuperar la copa -que durante más de 150 años fue ganada por equipos de los EE UU pero le fue arrebatada en las últimas cuatro ediciones-. Me fue asignada la modificación del USA 87, que fue hecha al máximo absoluto permitido por la regla. Fue una de las mayores modificaciones hechas a un barco de Copa América. Mientras el barco estaba en España, diseñamos en conjunto con los ingenieros de BMW y construimos las nuevas partes en Seattle”, agregó.

La pasión por los barcos fue un gran impulso para Ricardo Castro

 

 

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