Fidel, sin Elián

Cada año la Santería, una religión con raíces africanas que se practica popularmente en Cuba, publica su horóscopo. Los santeros "lanzan las cáscaras de coco" para conocer el destino. Cuatro piezas de la cáscara de un coco se tiran al piso, y se pronostica el futuro según su posición, ya sea que caigan con la carne hacia arriba o hacia abajo. Los santeros predicen ahora el futuro para el régimen de Castro ligado al destino de Elián González, quien para ellos es la reencarnación de Elegua, una especie de niño Cristo en la mezcla cubana de cultura católica con influencias de santería.
La posición de las cáscaras de coco lanzadas por los santeros anticipa grandes males para la "tribu" de Cuba y un destino aún peor para el "jefe" Fidel Castro.

Un poco de historia. La Virgen de la Caridad de El Cobre es la matrona de Cuba. Bendecida por el Papa cuando visitó su altar en El Cobre, cerca de Santiago, hace apenas dos años, es familiarmente conocida como Cachita. Dice la leyenda que la Virgen María se apareció a tres pescadores cubanos flotando en la alta mar. Esta imagen de la Virgen en madera multicolorida es adorada por todo el pueblo cubano. Su equivalente en la Santería es Ochun, mitad virgen y mitad mujerzuela. "La extraordinariamente popular Ochun", como la describe Lydia Cabrera, "... que comparte el dominio sobre las aguas".
Muchos creyentes católicos no tiene ninguna duda de que Elián es la reencarnación del niño Cristo, según la santería, una de las 21 formas que toma el Elegua. Tan pronto como los santeros supieron del destino de Elián (el niño fue rescatado del mar, salvado de los tiburones por la aparición de delfines, con los que había estado jugando, y luego de haber pasado 48 horas bajo el ardiente sol sin mostrar las quemaduras y las llagas que siempre se encuentran en otros fugitivos de Castro rescatados del mar), declararon que él era el divino Elegua y que si se quedaba en Miami -en otras palabras, en el exilio- Fidel Castro "seguramente caería".
El Elegua tenía que regresar a Cuba para la protección del ateo dictador quien cree en las profecías de los santeros. Poco después de que se supieron estas predicciones, Castro comenzó sus discursos, rugiendo amenazadoramente, como siempre. Después comenzaron las marchas, apareciendo repentinamente miles de pequeñas banderitas, además de (otro milagro) camisetas idénticas con el rostro del pequeño, de manera que estuviera sobre el corazón de todos los cubanos (o cuando menos sobre sus camisas). Toda clase de cubanos, cautivos y libres, marcharon. Las marchas se volvieron después más especializadas: miembros del comité de la defensa, madres, madres solteras. Lo único que faltó fue una marcha de albinos, como recomienda la santería: negros que son blancos.
Nada de ello me pareció sorprendentemente nuevo. Castro es un experto para organizar manifestaciones obligatorias pero voluntarias. Con el paso del tiempo, las profecías de los santeros se vuelven más sombrías: sin el Niño no habrá más Castro.
¿Se sorprende alguien de que un empedernido marxista-leninista crea en profecías? Hitler, quien no era menos seglar, creía en los augurios de su astrólogo personal. Estas no eran las voces de la mitología germánica sino más bien las predicciones de su horóscopo, especialmente hacia el fin de su ideología, su guerra y su vida.
Debemos recordar que Fidel Castro y su despilfarramiento de vidas y propiedades es lo que ha causado la huida de millones de cubanos, dividiendo no sólo a familias, sino a todo el pueblo de Cuba. No reaccionó con tanta furia cuando una de sus lanchas torpedo atacó y hundió al remolque Trece de Marzo frente a la costa de Cuba. Cuarenta personas se ahogaron en este desastre antinatural, 10 de ellos niños, y el gobierno no expresó el mínimo lamento sobre la tragedia.
¿Por qué tanto ruido y tantas amenazas por el retorno de un niño que se salvó de morir ahogado? La única explicación es la incoherencia de un hombre quien lucha contra lo inevitable: su desaparición y el fin de su tiranía y de su vida. Después de todo, todos los demás dictadores cubanos, desde el General Machado hasta Juan Batista, también recurrieron a actos de hechicería cuando así lo necesitaron.
Se me pregunta si pienso que Elián debiera regresar a Cuba. Mi respuesta siempre es otra pregunta. ¿Cuál creen que sería mi respuesta, siendo un exiliado quien huyó de Castro llevando consigo a sus dos hijas porque no quería que vivieran en un sitio en donde la vida es brutal y corta?
Sería como pedir a Dante que cruzara de nuevo el infierno. Enviar a Elián de vuelta a Cuba es condenarlo a no tener leche para beber cuando cumpla siete años, convertirlo en un "pequeño pionero", un rito de maduración, forzándole a aprender un alfabeto que no comienza con la letra A sino con la F (primera letra en el nombre de usted sabe quién).
La vida de Elián en Cuba será un futuro sin futuro. Una caricatura del New Yorker refleja más que una sombra de duda. Un anciano (exiliado, sin duda) pregunta a Elián lo que le gustaría ser cuando sea grande, ofreciendo dos alternativas: "¿Gloria Estefan o el club social Buena Vista?" es un chiste, por supuesto. Pero para Elián, niño inocente quien pudiera haberse condenado, es otra cosa: una proposición terrible e inaceptable.
(c) 2000, NPQ. Distributed by the Los Angeles Times Syndicate

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