HACE UN AÑO SE MATO RODRIGO

El "Potro" sigue vivo en el corazón de la gente

La temprana muerte del cuartetero cordobés alimentó el mito del cantante al que todavía miles de fans escuchan, recuerdan y veneran. En los últimos días su imagen inolvidable reapareció en todos los medios y la gente volvió a acercarse masiva y espontáneamente para rendirle culto, al "santuario" erigido en el kilómetro 25,5 de la autopista La Plata-Buenos Aires donde el 24 de junio de 2000 tuvo lugar el accidente automovilístico en el que perdió la vida

A un año del trágico accidente automovilístico que lo convirtió en mito, la figura del cuartetero cordobés Rodrigo continúa siendo la de un artista popular que trascendió ampliamente las fronteras del género musical en el que se desarrolló.
De la mano de un carisma imbatible que paseó sin pausa por la fauna mediática tras alcanzar un éxito masivo que llegó tras varios años de trabajo en la música y una decena de álbumes editados, el cantante y compositor se transformó en ícono de un estilo marginal que alcanzó el centro de la escena.
"El cuarteto fue muy marginado por los militares y me encanta defenderlo aunque yo no sea el Che Guevara, como también me encanta que tenga su lugar en revista Gente porque eso significa que con el cuarteto pude ganarle a la cumbia", opinó Rodrigo en una charla en marzo de 2000, antes de la imponente serie de conciertos que ofreció en el estadio porteño Luna Park.
A su manera y desde un peculiar estilo artístico, el creador, de 27 años, peleó por dignificar los aires de una música popular que desde mediados de los '90 comenzó a estar vinculada a la cumbia y los ritmos tropicales.
En la citada conversación, "El Potro" había precisado: "Tengo una cabeza muy amplia para la música, que no confunde la salsa con el merengue, con la guajira o con el wawancó".
Pese a su pose bohemia, más cercana a los desplantes rockeros que a la estética bailantera, Rodrigo también expresó con claridad cuál era su sitio de pertenencia.
"Así como nunca estuve en la bailanta -especificó- para acercarme al rock me falta mucho porque tampoco tengo ganas. Soy consumidor de rockanroll pero no soy un exponente de eso y es muy feo ver una guitarra eléctrica en manos de alguien que no la sepa tocar aunque tenga la plata para comprarla".
Para recordarlo, el animador e inminente cantante (está a punto de editar su primer disco) "La Tota" Santillán subrayó que "Rodrigo fue, es y será siempre mi gran amigo, porque lo conocí cuando no tenía fama y él nunca cambió a pesar de su éxito".
"Mi relación con Rodrigo comenzó cuando lo conocí como un adolescente entusiasta que recién llegaba desde Córdoba con el pelito largo y un trajecito con dibujos de Mickey y que cantaba de patitas", evocó.
"Durante años -continuó recordando el conductor del ciclo 'Pasión tropical'- hablé y lo presenté a ese muchachito cientos de veces y así nació mi afecto hacia él y hacia su padre, que fue quien me regaló el primer par de zapatos buenos que tuve en mi vida".
Una desgraciada madrugada, tras un recital en el boliche Escándalo de City Bell, lo empujó a la muerte sobre la autopista La Plata-Buenos Aires, a la altura de Berazategui.
El aún no esclarecido accidente, en el que también perdió la vida el actor Fernando Olmedo (hijo del genial artista rosarino Alberto Olmedo), precipitó una oleada de devoción popular que Rodrigo Bueno venía sembrando a ritmo de cuarteto.
La infausta noticia corrió con rapidez, generando estupor y dolor entre una multitudinaria legión de fanáticos de todo el país, que se hicieron tiempo y lugar para despedirlo masivamente en la municipalidad de Lanús y, poco después, convertir la zona de Berazategui en un santuario popular de recordación.
Los homenajes truncos, la utilización de su éxito y una maquinaria comercial dispuesta a explotar cada segundo de una vida agitada, intensa y azarosa, son condimentos de un final que también esconde una confusa trama judicial.
Sin embargo, la herencia que Rodrigo entregó a sus seguidores y la significación simbólica de su poderosa figura parecen ser elementos capaces de exceder con creces a las manipulaciones de quienes no quieren abandonar el atractivo de un ventajoso negocio.
"Yo no soy ni Sandro ni el heredero de 'La Mona' porque no soy ningún clonado. Estoy de paso, sé muy bien que ahora el cuarteto es una moda, pero siento que tengo que cumplir con mi parte y hacerlo historia", expresó tres meses antes de una muerte temprana que le impidió completar el legado.

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