El aguante: Once mil triperos coparon Quilmes y volvieron locos

Once mil almas triperas volvieron a dar una enorme muestra de pasión, colorido y amor por una camiseta. Desde muy temprano fueron armando una movilización que se anunciaba importante y terminó siendo impresionante.

Y desde muy temprano, la distancia entre nuestra ciudad y Quilmes se convirtió en una larga sucesión de autos y micros con hinchas enfundados en vestimenta azul y blanca.

Y por eso no extrañó que el sector visitante del estadio Centenario luciera repleto, de punta a punta, sin dejar el más mínimo resquicio como para que alguien pensara en algo más de comodidad.

La bandeja superior se llenó una hora antes del comienzo del juego. Y desde entonces, aquel que ingresara debía conformarse con un lugarcito en la bandeja de abajo.

Y muchos hinchas mens sana ingresaron sobre la hora del encuentro porque el operativo policial se hizo muy riguroso y los policías hacían pasar de a uno o de a dos, apostando a que todo estuviera en orden.

"YO QUIERO MI BANDERA"

Una vez más, las banderas jugaron un papel fundamental en la escenografía de la pasión tripera. Hubo cientos de las tradicionales con asta, obviamente en azul y blanco, pero con los más variados diseños: con franja, a cuadros, con estrellas, con nombres, con el "22", a rayas.

Esas eran las que bailaban en los brazos de los hinchas. Un poco más abajo, colgadas de los alambrados y a modo de testimonio de tanta pasión, estaban las que tienen nombre. Y dueño. Y trabajo detrás de las mismas, para después lucirlas con orgullo.

Así se vieron las que hacían referencia a barrios o lugares: "Neuquén", "Tolosa", "Ensenada", "8 y 82", "City Bell".

También se leían las que hacen referencia a algún sentimiento: "Sos mi terrible adicción", "La razón de mi locura", "La tribu de mi calle es tripera".

Mezcladas estaban las que tenían directamente un nombre: "Tati",

"Paulo ama al Lobo", "Fabi", "Los Grandolio", "La 22", "Gaby" y tantas más.

Y por último podría citarse las que tenían un destinatario directo: "Pedro, hasta la selección no parás" o "Melli, en la Boca sos ídolo, en el Bosque sos Gardel".

La escenografía se completó con las típicas cintas de nylon azules y blancas que bajaban desde lo alto y se ataban al alambrado.

Hubo una cortina de papelitos y serpentinas cuando Gimnasia saltó al campo de juego. Hubo que adivinar que detrás de esa nube blanca había once mil personas.

La noche se fue calentando con el clásico duelo de hinchadas, donde estos viejos "enemigos" se recordaron viejas batallas dialécticas y otras que no lo fueron tanto. Los triperos se agrandaron por el presente del equipo y por su sueño de campeonato. Los cerveceros le recordaron la historia justamente sin títulos al grito de "Salgan campeones..."

Fue una noche con todos los condimentos, porque si algo le faltaba el árbitro era Daniel Giménez, con todo lo que ello significa.

Porque cuando llegaron las expulsiones y las decisiones poco positivas del ex sargento, la pasión se transformó en bronca y calentura contra el muy polémico juez.

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