Un penal mal cobrado desató la locura total en Mataderos

El partido se moría y llegó una jugada que parecía una más dentro del partido entre Chicago y River. Pero no: abrió una Caja de Pandora. Los sucesos se desencadenaron sin que nadie pudiese ponerles freno, ante la impavidez de los concurrentes. Lo primero fue el error arbitral: entre Méndez y Nicolás Sánchez voltearon al delantero de River Marco Ruben. A centímetros del área, pero fuera de ella. Rafael Furchi se dirigió a cobrar el tiro libre, pero el asistente Qualizza había comenzado su carrera hacia el córner, señal de que vio penal. Sin embargo, cuando observó que Furchi sancionaba el tiro libre, frenó la corrida y se quedó a mitad de camino. Rapidísimo de reflejos, Juan Pablo Carrizo -a setenta metros de la acción- corrió hacia donde estaba el árbitro para señalarle que el asistente había visto otra cosa. Furchi lo consultó y Qualizza le dijo que había sido -para él- adentro del área. El juez revirtió su sanción original, dio penal y se desató el caos.

Los jugadores de Chicago rodearon a Qualizza, también a Furchi. La policía entró para evitar algún mal mayor. Algunos forcejeos también hubo con jugadores de River. En el banco, Ramacciotti estaba a los gritos. Un colaborador del técnico se trenzó en una llamativo diálogo con Daniel Passarella: "¡No fue penal, vos lo viste!", le dijo el primero. "Es verdad, no fue penal. Qué querés con este árbitro...", replicó el Kaiser. "Y andá a decirle!", insistió Ramacciotti. "Decíselo vos", dijo Passarella. Increíble.

Al mismo tiempo, los jugadores de Chicago hablaban con los de River y los gestos evidenciaban un pedido: que no convirtieran el penal. Damonte, Donda, Filomeno, todos. Los de River los miraban como diciendo: "¿qué quieren que hagamos?". Carranza, que había sido reemplazado y estaba en el banco, se metió también en el campo para hablar con Furchi: "No lo cobrés, te lo pido por mi familia", le suplicaba. Pocos minutos después sería protagonista principal de esta obra surrealista.

Después de larguísimos minutos, todo quedó dispuesto para que Ferrari patease, pero allí Ramacciotti mandó a todo el banco adentro de la cancha para impedir la ejecución. Cuando los invasores fueron retirados, Carranza se quedó como quien no quiere la cosa. Pateó Ferrari, gol. De inmediato, todo Chicago corrió para señalarle a Furchi que Carranza estaba metido ilegalmente en el campo. Maniobra preparada, si las hay. Furchi lo hizo ejecutar de nuevo y allí, el técnico de Chicago amenazó a Ferrari. Enseguida se dio cuenta de que las cámaras de TV lo enfocaban y, con una inocencia imposible de creer en semejante pícaro, pidió: "Eso no lo pongas", como si la emisión no fuese en vivo. Eso sí, su hijo fue y le manoteó la cámara al camarógrafo, en otra grosería. Mientras, tras una indicación de Alejandro Sabella, Abelairas le decía uno por uno a sus compañeros: "Si es gol, no lo festejen. Y cuando termina el partido, nos vamos enseguida".

El penal se pateó, fue gol y después, el caos pospartido: los jugadores de River que se metieron en el micro a las corridas, sin bañarse, por temor a agresiones. La espera a Furchi, para gritarle de todo. Los incidentes con la policía. Y el final de otra jornada vestida para el bochorno.

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