En el día de su cumpleaños, Mario se preparó unos mates y partió hacia el mismo rumbo de todos los días. Llegó cerca de las 9 al segundo piso del "ministerio de los pobres". Lorena, después de hacerse la ecografía que le confirmaría que espera una nena, llegó al mismo destino. María Soledad encendió la radio y la computadora, preparó el café y revisó la agenda. Todo se desarrollaba con normalidad en una oficina cercana a la de Lorena. Tres pisos más arriba, Pipo, del área de impresiones, se cebaba los primeros mates. Al parecer, para todos, sería una jornada laboral más en medio de la agotadora rutina de fin de año. Sin embargo, la violenta toma del ministerio de Desarrollo Social, el 17 de diciembre del 2007, los encontró entre palos, bombas molotovs, gritos y espanto.
Mario Giménez hace 12 años que trabaja en el ministerio, en la oficina de la dirección provincial de Coordinación Regional ubicada en el segundo piso. El destino de su agenda ese lunes lo encontraría por una reunión de trabajo en el cuarto piso, uno de los más afectados, justo a la hora de mayor tensión. "Veo pasar un guardia de seguridad corriendo por el pasillo, escucho ruidos de vidrios rotos, gritos, una columna de humo, no entendíamos nada. Nadie nos había avisado de la movilización", recordó.
"Me quedó grabada la imagen de un piquetero boca abajo, mientras un policía lo tenía agarrado, y yo bajando a las corridas por las escaleras, y oliendo mucho olor a nafta, era impresionante la cantidad de botellas llenas de combustibles que había por todo el piso", precisó Mario.
La escena se multiplicaba por todos los pisos, y nadie entendía muy bien qué era lo que pasaba. "Yo tuve la oportunidad de atender a Daniel Rodríguez y se caracterizaba por ser un tipo muy racional, de mucha cordura; no se explica por qué pasó lo que pasó", planteó Mario.
Lorena Saltape, empleada de la secretaría privada desde 1990, ese mismo día de la toma se enteró que su próximo hijo sería una nena -"María Paula", dijo-. "Cuando escuché los primeros tiros los confundí con petardos, era todo una locura, no sabíamos bien qué teníamos que hacer. Nos decían evacúen, entren, enciérrense en sus oficinas. Una verdadera confusión, que sumada a los nervios, nos paralizó", comentó. "Cuando me tranquilicé sentí mucha bronca, impotencia por cómo había quedado todo", afirmó. "Cuando volví a trabajar me agarró un poco de miedo, pero de a poco se fue yendo, fue todo muy raro. Podría haber sido una tragedia", subrayó Lorena.
Pipo hace 17 años que trabaja en el área de impresiones, y comentó que por iniciativa propia e "inercia" lo único que atinó a hacer fue "salvar" a sus compañeros. "Subí hasta el décimo piso en busca de mis compañeros, se nos ocurrió que podíamos escapar por el estacionamiento del subsuelo, y hasta ahí llegamos. Fuimos los primeros en salir de ese horror", contó. Si bien reconoció que no tuvo miedo, ni durante ni después de la toma, agregó que "tuvimos compañeros a los que les recomendamos que vayan al psicólogo porque escuchaban golpear una puerta y ya se asustaban. Los confundían con tiros", afirmó.
María Soledad Uzal calificó a la acción de los grupos piqueteros como "violenta, además de inquietante". Al igual que sus compañeros, todavía no logra borrar el recuerdo de la cantidad de vidrios y botellas rotas por todo el edificio. "Vinieron a tomar el ministerio, no a reclamar", aseguró. "El reclamo cuando detrás hay una necesidad, me parece perfecto. Pero nosotros tenemos el derecho a trabajar", dijo, indignada.
EL PLAN BBibiana Spinello es, tal vez, la postal que muchos recuerdan. Ella está imposibilitada de protagonizar, por sus propios medios, cualquier experiencia de evacuación. Su silla de ruedas le prohíbe escapar con facilidad de una situación semejante. "Yo trabajo en el séptimo, mis compañeros me bajaron hasta el cuarto, dos me agarraron a mí y otro a mi silla de ruedas", recordó. "Como pasaba el tiempo, y no sabíamos qué pasaba, decidimos armar un 'plan b': paramos los escritorios como si fueran unas trincheras, y nos pusimos atrás, queríamos resguardarnos ante cualquier eventualidad que entraran y no distinguieran que éramos los últimos cuatro empleados que quedábamos", explicó.
Bibiana, que logró superar esa tensa situación alrededor de las cinco de la tarde, comentó que "tenía un hambre bárbaro", pero explicó que se solidarizaron con ella y "me trajeron un montón de comida. Como en el quinto hay una cocina y hay de todo, tuve para elegir", recordó, con una mezcla de risa y tristeza. "En un momento no entendía nada, veía unas naranjas partidas al medio y no sabía por qué estaban ahí. Después un compañero me explicó que estaban llenas de combustible. Una barbaridad. Podría haber sido Cromagnón", reflexionó.
El ministerio de Desarrollo Social y el ministerio de Salud llevaron adelante el gabinete de ayuda psicológica, que funcionó en la guardería situada enfrente del edificio tomado. Brindar asistencia a los empleados que fueron víctimas del violento episodio fue el objetivo de los ministerios. Esa tarea quedó a cargo de un equipo coordinado por la doctora Silvia Turqueto.
Para comentar suscribite haciendo click aquí