Humor "stand-up" hecho por mujeres

Por LIZ SPETT

La semana pasada libré una batalla con mi Superyó y logré prender la televisión por la tarde. Sólo me permite encenderla cuando comienzan los noticieros, para que me atragante y no me pase la comida durante la cena. Después de todo, mi Superyó contribuye a mi régimen. ¡Gracias Superyó por ser tan feroz!

Mi intuición me condujo, por casualidad, al canal Volver donde Niní Marshall me deleitó con alguna de sus perlas.

"Mi abuelo el marqués y mi abuela, la dinamarquesa", "Las carmencitas descalzas". "¿Cangallo se escribe con la doble liú?

La tarde es una franja horaria donde lo que más abunda son los cortes publicitarios. Suficientes para que pasaran por mi cabeza con ritmo veloz, casi de video clip, nombres de mujeres que escribieran humor. No encontré demasiadas.

Recordé que el género tradicional femenino fue el epistolar y que en esas cartas, que no siempre enviaban, decían lo que estaba absolutamente vedado pronunciar en voz alta. Básicamente se preguntaban por ellas y el amor. El amor del que se fue, del que murió o estaba ocupado por otra. Amores desafortunados, se entiende.

Luego de las cartas de amor, lo doméstico prevaleció en sus escrituras: la costura, las recetas culinarias, la jardinería y los hijos. En fin, lo que conocían. Casi ninguna se ocupó de describir burdeles o casas de tolerancia. No tenían acceso a ellos. Sor Juana Inés de la Cruz, desde una profunda relación con Dios, describió un erotismo no carnal, -místico- lejos de las muy posteriores experiencias de una Anaïs Nin, por ejemplo.

Repito, no se trata de un exhaustivo análisis de textos escritos por mujeres, sólo de lo que pasaba por mi cabeza, durante las tandas.

Existen pocas mujeres humoristas que se planten delante de un escenario, que le hablen directamente al público, sin estar caracterizadas como Niní, -en Catita para la ocasión-, a la manera de un Seinfeld, al fin de cada capítulo.

Este género, de una gran tradición en Estados Unidos, y que comienza a instalarse en nuestro país se llama stand-up comedy. Woody Allen comenzó haciéndolo en cuevas "under", cuando lo "under" no gozaba del prestigio que hoy tiene. Eran sucuchos un poco sucios, desprolijos y muy adornados de cerveza.

Como aún conservo la memoria, recordé que en una de mis columnas afirmé algo así como que las mujeres no tienen sentido del humor, pero sí capacidad para el monólogo. Y que una vez atravesada esa poco amigable zona quejosa, se llega a un paradero (stand-up en inglés significa parado) desconocido, donde ellas se ríen de sí mismas. Y lo sigo afirmando.

Las mujeres hace poco tiempo comenzamos a hacernos burlas, ya que siempre nos machacaron que del ridículo no se vuelve. Nos decían que es un viaje de ida, en colectivo con muchas paradas.

Tranquilas, hermanas. La buena noticia es que del ridículo se vuelve con miedo, pánico y fobia, pero se vuelve. Si no, no estaría tan de moda la palabra "reinventarse".

No sé cuál es el significado exacto, más bien parece un término multiuso; pero si me lo dijo mi analista, debe ser algo impreciso, doloroso y difícil. Nunca me la hace fácil.

- Marta volvé, que no te fajo más.

- Ni loca vuelvo con vos. Yo pregunto ¿eso es reinventarse? Puede ser ¿no?

Si yo escribiera mi propio guión de stand-up lo llamaría "Stand-up-ideces" y comenzaría así:

"En mi país todos cuentan chistes en cualquier momento y ocasión. Hay que tener humor para hacer humor stand-up y yo no lo tengo. A mí me va más eso de dedicarme a escribirlo como tarea remunerada y pasarla como un perro, obsesionada, en la vida diaria. Ya me acostumbré a escribir cuando los tranquilizantes no funcionan. Es un hobby diario, aunque me gustaría que la cosa fuese más profesional. Esta impotencia tiene un motivo. Creo que no soy lo suficientemente infeliz. A veces, lo paso bien y no escribo".

Presa de pánico, correría a lo de mi analista y le preguntaría si éso es reinventarse. El me contestaría oracularmente: Ni-Ni.

Por eso, no haré stand-up hasta que no cambie de analista...o de humor.

lizspett@gmail.com


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