Editorial de El Popular (Olavarría)
| 14 de Septiembre de 2009 | 00:00

"La multiplicación de movilizaciones para reclamarle al Estado que se da en todo el país, incluyendo a Olavarría, rompe con el viejo estereotipo de una población resignada a aceptar las decisiones del poder y genera situaciones que merecerían un análisis serio y profundo por parte de los gobiernos.
"Desde hace años la gente lleva sus planteos a los medios de difusión ante el escepticismo que despiertan los distintos estamentos del Estado. Así se denuncian públicamente delitos, agresiones, violaciones de derechos o, simplemente, se ejerce el derecho de protesta y de crítica.
"En los últimos tiempos crece además el número de personas que se moviliza a las calles o a las oficinas oficiales en grupo. Esta es otra manifestación de la poca confianza que tiene la población en el Estado. Se marcha en reclamo de justicia incluso cuando el delito que origina el pedido está siendo juzgado, para pedir medidas en defensa de intereses individuales o colectivos.
"Sin entrar a considerar casos en particular ni razones, es interesante observar este fenómeno como un emergente de los tiempos que corren. Hay un punto clave: el escepticismo respecto de la predisposición oficial a dar respuesta a los ciudadanos.
"Pero además de la desconfianza de todo lo que sea oficial, hay otra cuestión que pasa casi siempre inadvertida: tampoco existen otros canales de participación ciudadana que sean considerados válidos o, al menos, útiles. Partidos políticos, ONG o entidades intermedias parecen ser poco consideradas por la gente común como vía eficaz para canalizar sus reclamos o plantear sus cuestionamientos.
"Todos los dirigentes políticos y sociales deberían reflexionar seriamente sobre este fenómeno que se da en una particular etapa de nuestra historia. Ese es el primer paso imprescindible para resolver una crisis de representatividad que, evidentemente, no abarca exclusivamente a los partidos políticos".
"Desde hace años la gente lleva sus planteos a los medios de difusión ante el escepticismo que despiertan los distintos estamentos del Estado. Así se denuncian públicamente delitos, agresiones, violaciones de derechos o, simplemente, se ejerce el derecho de protesta y de crítica.
"En los últimos tiempos crece además el número de personas que se moviliza a las calles o a las oficinas oficiales en grupo. Esta es otra manifestación de la poca confianza que tiene la población en el Estado. Se marcha en reclamo de justicia incluso cuando el delito que origina el pedido está siendo juzgado, para pedir medidas en defensa de intereses individuales o colectivos.
"Sin entrar a considerar casos en particular ni razones, es interesante observar este fenómeno como un emergente de los tiempos que corren. Hay un punto clave: el escepticismo respecto de la predisposición oficial a dar respuesta a los ciudadanos.
"Pero además de la desconfianza de todo lo que sea oficial, hay otra cuestión que pasa casi siempre inadvertida: tampoco existen otros canales de participación ciudadana que sean considerados válidos o, al menos, útiles. Partidos políticos, ONG o entidades intermedias parecen ser poco consideradas por la gente común como vía eficaz para canalizar sus reclamos o plantear sus cuestionamientos.
"Todos los dirigentes políticos y sociales deberían reflexionar seriamente sobre este fenómeno que se da en una particular etapa de nuestra historia. Ese es el primer paso imprescindible para resolver una crisis de representatividad que, evidentemente, no abarca exclusivamente a los partidos políticos".
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