Túpac Amaru: el mito y la historia
Por GINO GIORFFINO (*)
| 7 de Enero de 2011 | 00:00

De la misma forma en que fue condenado a muerte por el corregidor Areche, es decir, a ser ejecutado en la plaza de Tinta tirado de sus cuatro extremidades por caballos, la figura histórica de Túpac Amaru ha venido siendo "tironeada" por diversas razones, entre ellas, las ideológicas, que la tienen entre el mito y la historia. Una visión conservadora considera que el rebelde de Tinta no pasó de ser un mestizo que se alzó contra las autoridades españolas cuando se vio perjudicado por los abusivos impuestos que el régimen borbónico cargaba sobre sus operaciones comerciales que tenían lugar en buena parte del Sur andino del Perú. Por otro lado, la visión opuesta, de tipo progresista, lo reivindica como el gran precursor de la independencia del Perú. Incluso, una visión más radical lo sitúa como un ícono de las izquierdas latinoamericanas pues, según este punto de vista, Túpac Amaru habría buscado instaurar una sociedad igualitaria. Ante estas visiones distintas, ¿cómo queda la figura de Túpac Amaru ante el gran público? La figura histórica de Túpac Amaru ha sido "tironeada" por diversas razones, entre ellas, las ideológicas, que la tienen entre el mito y la historia
Hay que convenir en que en las décadas anteriores a la rebelión de Túpac Amaru en 1780, ya habían estallado en el Sur del Virreinato del Perú diversas rebeliones indígenas contra los reiterados abusos de las autoridades españolas. Más que interesados en recaudar para la Corona, e incluso violando leyes administrativas a favor de los indios, estas autoridades inescrupulosas lo hacían en desmedido provecho propio. De todas las sublevaciones previas, la de Túpac Amaru fue sin duda la más emblemática.
LA CUESTION CLAVE
El factor desencadenante del levantamiento de Túpac Amaru parece haber sido la actitud de los corregidores (gobernadores provinciales con poderes políticos, administrativos y judiciales), que solían hacer caso omiso de los fallos favorables que los mestizos e indios obtenían, en muchos casos, de las audiencias que impartían justicia en nombre del Rey. Antes de su rebelión, Túpac Amaru había estado en Lima para promover, entre otros asuntos, las solicitudes de ciertas comunidades bajo su autoridad, como curaca, para ser exceptuadas de la obligación de servir en la lejana mita (trabajo obligatorio) de Potosí. Para los miembros de estas comunidades, el viaje a Potosí traía no solamente el desarraigo por mucho tiempo, sino también un perjuicio económico considerable. En este caso, el fallo le fue desfavorable y causó descontento entre los indios subordinados a Túpac Amaru. Así las cosas, en noviembre de 1780, luego de un almuerzo en el Cusco, y mientras retornaba a su residencia en Tinta, el corregidor Antonio de Arriaga fue capturado por Túpac Amaru y sus seguidores. En Tungasuca, donde se habían hecho presentes miles de indígenas, criollos y mestizos, Arriaga fue sorpresiva y espectacularmente ajusticiado "en nombre del Rey", el 9 de noviembre de 1780, pocos días después de su captura. Túpac Amaru añadió a esta falsedad de la orden real, la lectura de un supuesto edicto del Monarca que abolía la alcabala, la aduana y los trabajos de la mita de Potosí.
Todo lo anterior selló la suerte del levantamiento en general, y la de Túpac Amaru en particular. Ejecutar a una autoridad, por más abusiva que ésta hubiere sido, y falsear asimismo las órdenes del Rey, marcaban un punto de no retorno. En muchos lugares, Túpac Amaru fue proclamado como nuevo Inca: se difundía la idea, particularmente entre las masas andinas, de que la restauración del Imperio estaba en camino.
¿UN PRECURSOR?
¿Fue esa la idea de Túpac Amaru y de sus seguidores más cercanos cuando decidieron alzarse y capturar al corregidor Arriaga? En otras palabras, ¿había un plan previamente formulado? Considerando los acontecimientos posteriores, todo hace pensar que no existió un plan anterior a la sublevación. Así lo ponen en evidencia las deserciones de muchos indígenas, la pérdida del apoyo mestizo y criollo a medida que la insurrección se radicalizaba, las marchas y contramarchas por el Sur Andino sin hacerse fuerte en ninguna plaza ni mucho menos dominar alguna región, y, también, la derrota final y la captura de Túpac Amaru por fuerzas realistas integradas por criollos, indígenas y mestizos.
Lo cierto es que todas estas rebeliones no fueron movimientos coordinados por un poder central rebelde. No hubo, un plan con objetivos políticos definidos que hubiera tenido como objetivo recrear el Incanato. De haberse producido, los éxitos habrían sido parciales y poco perdurables, es poco creíble que algún líder como Túpac Amaru hubiera estado en posición de reinstaurar un gobierno y un sistema tan complejos como el que había existido en el tiempo de los Incas, antes de la Conquista. Esta idea no pasó de ser un mero ideal sin fundamento político, social o militar.
Pero, a pesar de todo esto, ¿puede considerarse a Túpac Amaru como un precursor de la Independencia del Perú y de Sudamérica? Desde el punto de vista de apreciar este movimiento como claramente separatista, existen dudas sobre el particular. Pero desde el ángulo de la insurrección contra un orden opresivo, sí se puede afirmar la condición de Túpac Amaru como precursor. Ese es, precisamente, el sitial que se merece en la historia de nuestros pueblos: el de un rebelde que se levantó ante una autoridad que no respetaba las leyes, los fallos de la justicia y que explotaba, en su propio provecho, a una población desvalida.
(*) Ex Cónsul General del Perú en La Plata y actual Cónsul General del Perú en Buenos Aires
Hay que convenir en que en las décadas anteriores a la rebelión de Túpac Amaru en 1780, ya habían estallado en el Sur del Virreinato del Perú diversas rebeliones indígenas contra los reiterados abusos de las autoridades españolas. Más que interesados en recaudar para la Corona, e incluso violando leyes administrativas a favor de los indios, estas autoridades inescrupulosas lo hacían en desmedido provecho propio. De todas las sublevaciones previas, la de Túpac Amaru fue sin duda la más emblemática.
LA CUESTION CLAVE
El factor desencadenante del levantamiento de Túpac Amaru parece haber sido la actitud de los corregidores (gobernadores provinciales con poderes políticos, administrativos y judiciales), que solían hacer caso omiso de los fallos favorables que los mestizos e indios obtenían, en muchos casos, de las audiencias que impartían justicia en nombre del Rey. Antes de su rebelión, Túpac Amaru había estado en Lima para promover, entre otros asuntos, las solicitudes de ciertas comunidades bajo su autoridad, como curaca, para ser exceptuadas de la obligación de servir en la lejana mita (trabajo obligatorio) de Potosí. Para los miembros de estas comunidades, el viaje a Potosí traía no solamente el desarraigo por mucho tiempo, sino también un perjuicio económico considerable. En este caso, el fallo le fue desfavorable y causó descontento entre los indios subordinados a Túpac Amaru. Así las cosas, en noviembre de 1780, luego de un almuerzo en el Cusco, y mientras retornaba a su residencia en Tinta, el corregidor Antonio de Arriaga fue capturado por Túpac Amaru y sus seguidores. En Tungasuca, donde se habían hecho presentes miles de indígenas, criollos y mestizos, Arriaga fue sorpresiva y espectacularmente ajusticiado "en nombre del Rey", el 9 de noviembre de 1780, pocos días después de su captura. Túpac Amaru añadió a esta falsedad de la orden real, la lectura de un supuesto edicto del Monarca que abolía la alcabala, la aduana y los trabajos de la mita de Potosí.
Todo lo anterior selló la suerte del levantamiento en general, y la de Túpac Amaru en particular. Ejecutar a una autoridad, por más abusiva que ésta hubiere sido, y falsear asimismo las órdenes del Rey, marcaban un punto de no retorno. En muchos lugares, Túpac Amaru fue proclamado como nuevo Inca: se difundía la idea, particularmente entre las masas andinas, de que la restauración del Imperio estaba en camino.
¿UN PRECURSOR?
¿Fue esa la idea de Túpac Amaru y de sus seguidores más cercanos cuando decidieron alzarse y capturar al corregidor Arriaga? En otras palabras, ¿había un plan previamente formulado? Considerando los acontecimientos posteriores, todo hace pensar que no existió un plan anterior a la sublevación. Así lo ponen en evidencia las deserciones de muchos indígenas, la pérdida del apoyo mestizo y criollo a medida que la insurrección se radicalizaba, las marchas y contramarchas por el Sur Andino sin hacerse fuerte en ninguna plaza ni mucho menos dominar alguna región, y, también, la derrota final y la captura de Túpac Amaru por fuerzas realistas integradas por criollos, indígenas y mestizos.
Lo cierto es que todas estas rebeliones no fueron movimientos coordinados por un poder central rebelde. No hubo, un plan con objetivos políticos definidos que hubiera tenido como objetivo recrear el Incanato. De haberse producido, los éxitos habrían sido parciales y poco perdurables, es poco creíble que algún líder como Túpac Amaru hubiera estado en posición de reinstaurar un gobierno y un sistema tan complejos como el que había existido en el tiempo de los Incas, antes de la Conquista. Esta idea no pasó de ser un mero ideal sin fundamento político, social o militar.
Pero, a pesar de todo esto, ¿puede considerarse a Túpac Amaru como un precursor de la Independencia del Perú y de Sudamérica? Desde el punto de vista de apreciar este movimiento como claramente separatista, existen dudas sobre el particular. Pero desde el ángulo de la insurrección contra un orden opresivo, sí se puede afirmar la condición de Túpac Amaru como precursor. Ese es, precisamente, el sitial que se merece en la historia de nuestros pueblos: el de un rebelde que se levantó ante una autoridad que no respetaba las leyes, los fallos de la justicia y que explotaba, en su propio provecho, a una población desvalida.
(*) Ex Cónsul General del Perú en La Plata y actual Cónsul General del Perú en Buenos Aires
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