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"Yo ilumino la casa de enfrente y los de enfrente iluminan la mía"

Violeta Cossani, creadora de la Calles de las Luces. Una referente de Los Hornos, barrio al que califica como "el mejor lugar del mundo". Una vida llena de iniciativas solidariasPor MARCELO ORTALE

"Yo ilumino la casa de enfrente y los de enfrente iluminan la mía"

Violeta Cossani

29 de Enero de 2012 | 00:00

"Yo ilumino la casa de enfrente, y los de enfrente iluminan la mía", dice la voz serena de la gestora de la "Calle de las Luces". Así trata de explicar cuál es, acaso, el mayor valor de esa iniciativa.

abre comillasCasi todas las cosas de la vida son un milagro y ésta también debe serlo. Aprendí algo de mi madre: que es importante que todos se expresen de acuerdo a lo que sabencierra comillas

En plena época de la globalización, con el espacio aéreo surcado por aviones que llevan y traen a millones de personas de un lado a otro, con gente que aprende idiomas y adopta costumbres cosmopolitas, Violeta Cossani de Francese no duda: "el mejor lugar en el mundo es donde uno vive". Ella viajó mucho por Estados Unidos y Europa, pero el mejor lugar del mundo, reafirma, es Los Hornos.

Allí vive con su marido, en su chalet de 136, cerca de la avenida 60, con el gimnasio que tiene al fondo de su casa, con sus alumnas y los álbumes de recortes de una vida llena de capítulos creativos y sorprendentes. Allí sigue trabajando, como una referente infatigable del vecindario, poblando sus días de capítulos siempre novedosos y solidarios.

Allí mismo impulsó una de sus emprendimientos más comentados, "La Calle de las Luces". Todos los años, desde el 8 de diciembre hasta el 6 de enero cuando llegan los Reyes Magos, unos cuarenta frentistas de algo más de dos cuadras iluminan sus viviendas, las veredas y la calle con multicolores luces navideñas, con guirnaldas y reflectores, con sorpresivos pesebres construidos en los árboles, con estrellas y palomas titilantes.

Clic para ampliarSe le comenta que no debe ser fácil conseguir que cuarenta vecinos coincidan en reiterar ese espectáculo durante dieciséis años consecutivos y la sonrisa con la que responde parece admitir ese comentario. No, no debe ser fácil -inclusive, hay unos pocos que se oponen- pero esa calle navideña congregó hace pocas semanas a más de 20 mil visitantes.

Nacida en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, llegó con sus padres, de muy niña, al barrio de donde nunca más se fue. De la memoria entrerriana relata su parentesco con Orlando Cossani, destacado nadador argentino de principios de los años 50. Fue un gran mariposista que participó en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952 y en varios campeonatos sudamericanos.

Ella también fue nadadora. Compitió por Estudiantes en estilo pecho y medley. Actualmente nada una hora por día sin parar. "No me canso en absoluto", dice sonriendo. Se le pregunta cuál es el secreto para nadar tanto sin agotarse: "Hay que respirar bien en el agua. La mayor parte de la gente que nada no respira bien y se cansa. Para mí es como caminar", explica.

De cualquier actividad que pueda hablarse, de uno u otro modo Violeta la ejerció. Baile, escultura, música, teatro, pintura, cocina, ajedrez. Hace unos veinte o treinta años hizo de escultura viviente. En Los Hornos, claro, pero también en la calle 8 y -por si hiciera falta alguna otra precisión- en el frente del museo del Louvre, en Paris, junto a la pirámide de cristal. Allí está ella en la foto. "Lo hice porque tenía ganas de darme ese gusto". Y se lo dio.

Profesora de educación física, ejerció sus conocimientos de natación para chicos discapacitados, fue desde siempre organizadora de espectáculos artísticos, muestras de pintura o de artesanía, de funciones teatrales, de encuentros corales de la tercera edad, de festivales los días patrios -todo en las calles de Los Hornos, todo en forma desinteresada, todo con artistas no profesionales, con sus vecinos o alumnos convertidos en protagonistas- acaso para cumplir con su destino vocacional más profundo: "yo me sentí siempre y me sigo sintiendo una movilizadora cultural".

Su chispeante modo de hablar se atempera al recordar que en 2007 murió su hija, ya treintañera (tiene otro hijo, Mauricio). "Soy una persona creyente. Participé entonces un año en el grupo Renacer. Con mi marido llevamos el recuerdo de nuestra hija. Sabemos que ella está y que todos nos reencontraremos en el Señor".

¿Qué la impulsó a generar tantas iniciativas solidarias?

"Ya le dije que amo a Los Hornos, quiero que sea reconocido por la gente. Quiero darle calidad y calidez a la calle".

Lo que usted consiguió con la Calle de las Luces no es común. El apoyo de casi todos los vecinos.

"Casi todas las cosas de la vida son un milagro y ésta también debe serlo. Vea, mi madre era artesana, muy creativa. Entonces yo aprendí de ella algo: que es importante que todos se expresen de acuerdo a lo que saben. Movilicé a la gente con esa premisa y lo primero que me sorprendió no fue que mis vecinos reaccionaran bien, sino que empezó a venir gente de otros barrios. Querían colaborar. Entonces no sólo cortamos el pasto de las veredas sino que construimos los canteros para que hubiera flores en la calle".

Sería imaginable, entonces, que los políticos hayan querido aprovechar estas movidas...

"Los políticos siempre se quisieron meter. Los de cada gobierno y los de cada oposición. Sobre todo cada vez que hay elecciones. Sí, claro, en ocasiones me tentaron para algún cargo. Pienso que mi gran acierto fue no hacerles caso".

Mientras fue gestando la Calle de las Luces tuvo otras iniciativas...

"Empezamos haciendo piezas de teatro en casa, con obras hechas por nosotros. Y después las dimos en la calle. Compaginábamos todo, hacíamos los vestidos, las máscaras cuando se usaban, los decorados. Empezamos desde cero y logramos que viniera mucha gente a vernos. Hicimos varias movidas vecinales muy fuertes, como cuando protestamos contra la instalación de una planta de residuos patogénicos. Trabajamos mucho por el vecindario".

Cuando usted habla de teatro, ¿lo que hizo fue producto de algún estudio?

"Estudié teatro en Buenos Aires, con Brisky y con Gené. Me vieron condiciones. Pero yo tenía dos características que no ayudaban: no quería ganar dinero con el teatro ni tener fama. Tenía capacidad pero me faltaban esos incentivos".

¿De allí le vendrán entonces sus apariciones como estatua viviente?

"Me encantaba ser estatua viviente. Empezamos con mi amiga Myriam Arrosio, primero en las puertas de casa. Después nos animamos a la calle 8. Trabajamos en el Coliseo Podestá una vez, también en la esquina de 10 y 47. Después fui a Europa y posé frente al Louvre, en Paris. Es maravilloso actuar de estatua viviente, se crea un estado espiritual muy intenso, es como un éxtasis".

Algo gracioso le habrán dicho cuando posaba como estatua viviente.

"No, gracioso no. Déjeme pensar. Bueno, una vez unos chicos me dispararon con un rifle de aire comprimido, para ver si era una estatua en serio o no".

Usted tuvo también una muy valiosa experiencia educativa con el ajedrez...

"Sí, fue durante la crisis de 2001. Yo era profesora en una escuela muy humilde que está por Olmos. Poco tiempo antes había aprendido a jugar al ajedrez y allí descubrí que ese juego enseñaba a pensar. Claro, con la crisis, mucha gente se ocupó de que los que menos tenían pudieran comer. Así que afortunadamente eso estaba como asegurado y yo me dije: quiero que esos chicos piensen. Así que con mis manos tallé las piezas para hacer unos cincuenta juegos. Los tableros los armé con la ayuda de un carpintero de Los Hornos. Así que fui a la escuela y pedí que me prestaran la sala de lectura, para enseñarles ajedrez a los chicos. Al poco tiempo todos los docentes estaban asombrados, los chicos eran otros. Esos chicos siguen jugando ahora, algunos participan de torneos. Quiero decirlo así: el ajedrez es impactante".

¿Dónde cree usted que reside el principal valor de la Calle de las Luces?

"No lo sé. Nadie de nosotros gana un peso. Pero eso no debe ser. Sabe, yo ilumino a la casa de enfrente, con un laser. Y los de enfrente iluminan la mía".

**********

Se declara evangélica y dice que respeta todos los credos, con la libertad individual como base de su pensamiento. Ahora está enfrascada en un seminario bíblico. Quiere conocer mejor al Creador. "Esto me fortalece, me alienta, me estimula". Hija de padres trabajadores, esforzados y creativos, Violeta Cossani sigue desarrollando incansables proyectos para mejorar al vecindario, para ayudar a los chicos y a los de la tercera edad. Las herramientas no son demasiado fáciles para usar: teatro, murales, pinturas, festivales artísticos, desfiles de carrozas, partidas de ajedrez, una calle iluminada y casi mágica a lo largo de más de dos cuadras. Todo se organiza a pulmón. Violeta ha logrado armar un ejército de voluntarios para que Los Hornos sea lo que efectivamente es, "el mejor lugar del mundo".

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