Escritura y pasión en “Diario de Juventud” de Idea Vilariño
| 15 de Diciembre de 2013 | 00:00
La obra de la poeta uruguaya Idea Vilariño (1920-2009) que admite lecturas varias -esbozo de una poética, registro epistolar, compilación de poemas inéditos y álbum de fotos- es, por sobre todas las cosas, el monólogo de quien busca su sí mismo interpelando a fondo cada vivencia.
Este “Diario” de casi 500 páginas publicado por la editorial uruguaya Cal y Canto, con estudios preliminares a cargo de dos especialistas en la obra de la poeta: Ana Inés Larre Borges y Alicia Torres, resume una década en la vida de Vilariño, de los 16 a los 25 años.
Según Larre Borges, la poeta uruguaya: “Dejó 17 libretas, entre ellas el Diario que llevó toda su vida. La primera entrada es del 6 de febrero de 1937 y la última del 19 de julio de 2007, un mes antes de cumplir 87 y dos años antes de su muerte”.
El presente libro condensa el viaje iniciático de una vida, una escritura y un temperamento, con el entorno familiar como telón de fondo: su madre muerta a los 42 años, su padre anarquista (ambos fervorosos lectores) y sus hermanos: Alma, Poema, Azul y Numen.
El amor ocupa muchas páginas del “Diario”; tras escarceos adolescentes Idea empieza a sus 20 años a vivir “experiencias trascendentes”: el enamoramiento con uno de sus profesores 27 años mayor y que irá de lo platónico a la relación pasional encubierta (”su boca poseía la mía”), y un noviazgo de una década, aunque oscilante (”Estoy de rodillas, adorándote”…”No lo amo”), con el ensayista Manuel Claps.
La correspondencia con éste último atraviesa el libro en una ligazón de tres -comparte el amor por el argentino Claps con Sylvia Campodónico, una de sus mejores amigas, quien finalmente se casará con él- en una trama de vacilaciones que en el análisis de Larre Borges: “Hace a la densidad de lo narrado”.
Vilariño, quien el 29 de diciembre de 1941 anota en su diario: “Sylvia está enamorada de Claps (…) Vamos a sufrir mucho”, continúa una relación dual con su profesor y su novio: “¿Qué estoy haciendo? Me pregunto, y no puedo dejar de hacerlo”.
Sensualidad, devaneos, reparos, vanidad, llenan los días de la joven que cavila sobre su belleza (”no provoco; no soy tan linda como otras” (…) “estoy bellísima”) y en la calle siente un río de ojos resbalando por su vestido (”me espió”, “me mira y finjo no verlo”, “todos los hombres me miraban”) centrándose, más que en el galanteo, en la mirada que acosa pero a la vez halaga.
A ratos su plenitud se siente vulnerada por problemas de salud: unos eczemas en la piel que solo superó con la aparición de la cortisona: “Odio mi cuerpo, lo aborrezco, o mejor, odio mi piel. Amo mi carne sufrida, amo aún su dolor. Pero la enfermedad, la piel sangrando, curándose, cicatrizando, no”.
El “Diario” registra sus múltiples lecturas -Faulkner, Neruda, Rilke, Herrera y Reissig, Joyce, Felisberto Hernández- y da cuenta de aquellas marcas que irán instalándose en su poética: el amor, el vacío, la noche, la nada, el silencio, la muerte.
Queda aguardar la publicación de las “libretas” de Vilariño que guardan el registro de sus posteriores 71 años dedicados a la poesía, la política; la traducción -en esta labor se decía “la esclava de Shakespeare”- además de sus amores, especialmente la intensa relación con su compatriota, Juan Carlos Onetti, narrador que conocerá en 1950 en un bar del barrio montevideano de Malvin.
Autor: Idea Vilariño
Editorial: Cal y Canto
Páginas: 489
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