LA IGLESIA DE HOY
| 17 de Febrero de 2013 | 00:00

Tradición y Sagrada Escritura
Escribe Monseñor DR. JOSE LUIS KAUFMANN
Queridos hermanos y hermanas.
La Iglesia de Dios, a quien Jesús le ha confiado el depósito de la fe, enseña que “La sagrada Tradición y la sagrada Escritura están estrechamente unidas y compenetradas, porque surgiendo de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo fin”. Es decir que, tanto la Tradición como la Escritura, hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Jesús que ha dicho claramente: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado. Y Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20).
La sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo; y la sagrada Tradición recibe la Palabra de Dios, encomendada por Jesús y el Espíritu Santo a los Apóstoles, transmitiéndola éstos íntegra a los sucesores (los Obispos), para que ellos, siempre iluminados por el Espíritu de la Verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente con su predicación.
Por consiguiente, la Iglesia -a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación- no toma exclusivamente de la sagrada Escritura la certeza de todo lo revelado, sino también de la sagrada Tradición; y así, tanto la Escritura como la Tradición, se han de recibir con el mismo espíritu de respeto y devoción (cf. DV 9).
Cabe insistir que la Tradición a la que me refiero aquí es la que viene de los Apóstoles y transmite lo que ellos recibieron de las enseñanzas y ejemplos de Jesús, además de lo que fueron aprendiendo por la acción y asistencia del Espíritu Santo, ya que estaban confirmados en la Verdad de la fe. En efecto, la primera generación de cristianos no tenía todavía los escritos del Nuevo Testamento, y es precisamente el Nuevo Testamento el que atestigua el proceso de la Tradición viva.
Es necesario que se distinga bien la Tradición Apostólica de las “tradiciones” teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales que fueron surgiendo en el transcurso del tiempo en las diversas Iglesias locales o particulares. Estas tradiciones pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas, sólo a la luz de la gran Tradición y bajo el cuidado del Magisterio de la Iglesia.
El sagrado depósito de la fe, contenido en la Escritura y en la Tradición fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia. El Pueblo cristiano entero, unido a sus legítimos Pastores, siempre ha sido y sigue siendo fiel a ese depósito y persevera sin claudicar en la doctrina apostólica y en la unión, en la oración y en la Eucaristía, y así se realiza una significativa concordia de Pastores y Fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida. (cf. DV 10).
Quienes integramos la Iglesia, por la gracia del Bautismo, necesitamos conocer estas verdades fundamentales para que nadie pueda confundirnos y, si fuera el caso, para que - como enseña san Pedro - estemos siempre dispuestos a defendernos delante de cualquiera que nos pida razón de la esperanza que tenemos; pero haciéndolo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia (cf. 1 Pedro 3, 15-16).
Todo cristiano tiene el deber de conocer la doctrina que la Iglesia ha recibido de Jesús y de los Apóstoles, así como lo que el Magisterio de la Iglesia ha ofrecido a través de los siglos para un mayor esclarecimiento de la Verdad que creemos?.
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