La vida con el corazón nuevo, plena de juegos

La historia de Abril y Dominique, dos nenas de 10 años que recibieron ese órgano en trasplante

Abril Dispenza y Dominique Lescano tienen apenas 10 años y ya saben lo que es vivir situaciones límite. Ambas fueron trasplantadas del corazón cuando parecía que la vida se les escapaba, y hoy pueden contar que su rutina es como la de cualquiera de sus compañeros de escuela y de juegos. Son apenas dos de los miles de casos de trasplantados desde que el Incucai lanzó el Programa Federal de Procuración de Órganos y Tejidos, con la premisa de incrementar la disponibilidad de órganos para implante para que superen la incidencia de ingresos de pacientes en lista de espera.

VIVIR CON EL CORAZÓN

Abril, quien hoy cursa el quinto grado en una escuela del barrio porteño de Versailles, fue trasplantada del corazón cuando tenía 18 meses de edad, en 2004, constituyéndose en el primer caso en el Hospital Garrahan en donde utilizaron un corazón de un donante con sangre no compatible.

En el caso de Dominique, fue en el 2007, cuando tenía 4 años, que recibió el trasplante luego de permanecer conectada a un corazón artificial durante nueve meses. Hoy cursa el sexto grado en la primaria y además toma clases de violín en un conservatorio.

Abril, quien cumplirá 11 años en septiembre, se contagió de un adenovirus en 2003, cuando contaba con 18 meses de edad, y estuvo en emergencia nacional hasta el 24 de enero de 2004, cuando se realizó el trasplante.

Dominique fue diagnosticada en Córdoba de una miocardía restrictiva en 2004, y su familia se mudó a Buenos Aires, cerca del Hospital Garrahan, para que la niña pudiera realizarse los controles periódicamente, hasta que en 2006 tuvo una recaída y debió permanecer nueve meses conectada a un corazón artificial.

Abril, una rubia de pelo largo y ojos muy celestes, dice que “yo no me acuerdo de nada del trasplante”. Y prefiere hablar de lo que hace todos los días: “voy a baile latino y en la escuela mi materia preferida es Música, porque me gusta cantar y bailar”. Casi diez años después, el papá de Abril, Sergio, cuenta que “hoy ella es una nena absolutamente normal y el único momento que nos damos cuenta que está trasplantada es cuando toma los remedios y va a hacerse los controles periódicos al Garrahan”.

“Hay que comunicar lo que es el trasplante -dice Sergio- la gente debe saber que no existe eso de que te secuestran un órgano o todas esas cosas que se dicen. El acto de la donación es algo más que ser solidario, es mucho más profundo”.

Dominique estudia violín en un conservatorio y cursa el sexto grado en una escuela de Barracas. Su materia preferida es “Ciencias Naturales, porque hacemos experimentos”, y cuenta que, después del trasplante, “una vez en la escuela gané una carrera de obstáculos. Nos dijeron que teníamos que correr saltando unos conos que cada vez se juntaban más y yo iba corriendo y los pasaba de a dos, y al final gané”.

Su papá, Conrado, recuerda que “los médicos utilizaron el dispositivo de Berlin Heart, que era lo único que había en ese momento ante la imposibilidad de un trasplante, ya que el corazón no llegaba, y durante esos nueve meses ella vivió conectada a una máquina, hasta que el 16 de mayo de 2007 fue trasplantada y dos meses después fue dada de alta. La verdad es que yo tenía algún prurito con la salud pública, sabíamos que dependíamos del Incucai y de alguien que donase, y al día de hoy admiro y agradezco como atendieron a Domy, que gracias al éxito de la intervención y los controles periódicos, recuperó una vida que parecía perdida”.

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