Se deben adoptar especiales recaudos para atenuar los problemas con la electricidad

La endémica fragilidad del servicio eléctrico que sirve a la Ciudad, que a lo largo de todo el año obliga a soportar una sucesión de apagones en distintos barrios y localidades de la periferia, con el imaginable perjuicio que ello implica para los miles de usuarios, parece verse agravada con las llegada en estas jornadas de las altas temperaturas que preanuncian mayores trastornos durante la próxima temporada veraniega.

Tal como se desprende del informe publicado en este diario, los cortes de luz que se registraron en distintas zonas de nuestra ciudad –en especial en varias manzanas del barrio Hipódromo, en la zona de la plaza 19 de Noviembre y en otros sectores de La Loma- dejaron fuera de servicio durante lapsos prolongados a miles de domicilios, así como a los sistemas de semáforos.

Pero otra de las constantes que debieron enfrentar los vecinos se relaciona con los insistentes reclamos que se presentan ante Edelap, sin lograr respuesta alguna por parte de algún responsable de la empresa, salvo el contenido de una grabación que demanda una serie de datos sin tampoco brindar ningún tipo de información, según señalaron. En ese sentido, es llamativa y contrastante la premura con que, en cambio, actúa la concesionaria, a la hora de intimar a los clientes cuando incurren en mora con sus pagos.

No debiera ser necesario enfatizar que la carencia de luz eléctrica, así como la imposibilidad de utilizar heladeras, ventiladores y otros equipos de frío significan un grave trastorno para una gran parte de la población platense, que en estas emergencias –tan habituales, por cierto- son víctimas de reiteradas defecciones en el servicio de electricidad.

Resulta inexplicable la falta de previsión por parte de las autoridades responsables, en lo que se refiere a la incapacidad del suministro para responder a los habituales picos de demanda, que se producen durante los días de más calor y en las tradicionales fiestas de fin de año.

No pueden sino mencionarse las múltiples secuelas negativas que causa la sucesión de apagones y cortes prolongados del servicio eléctrico, tales como pérdida de alimentos y medicamentos, incomunicación, incremento de los márgenes de inseguridad por la oscuridad reinante, interrupción de tratamientos para problemas de salud, entre muchas otras de enorme gravedad.

Si a estas fallas estructurales -derivadas de una tantas veces mencionada como manifiesta falta de inversiones en el área energética en las últimas décadas- se suman las que responden a los hoy recurrentes fenómenos climáticos, frente a los cuales el sistema eléctrico aparece cada vez más indefenso, resulta impostergable que tanto las empresas responsables como el Estado extremen recaudos para garantizar no sólo una mayor continuidad del servicio sino, en su caso, el más pronto restablecimiento cuando se presenten las emergencias.

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