Picadas ilegales: el ruido y el peligro ya tienen un nuevo escenario en la Región

Los motoqueros platenses sentaron ahora sus reales en la zona de Gorina, en donde –tal como ocurrió en todos los barrios en donde se viene instalando en los últimos años- aterrorizan a los vecinos y automovilistas con la realización de las ruidosas picadas de sus motos. Como se sabe, en anteriores oportunidades lo hicieron en las avenidas del Bosque y al ser corridos por la policía se fueron desplazando sucesivamente, en busca de otros escenarios, a la avenida 44 y luego a la 120, así como a distintos tramos de la ruta 36, en lo que parece ser un derrotero indefinido.

En esta oportunidad, los pobladores de Gorina aseguraron que la buena parte de los protagonistas de estas competiciones ilegales son menores de edad, que manejan poderosos vehículos en condiciones ilegales, lo que agrava la situación desde todo punto de vista. Lo cierto es que, de acuerdo a las denuncias, las picadas se desarrollan durante varias horas a lo largo de las calles 501, 485, 139 y 133.

Tal como se informó, los vecinos destacan que la “jurisdicción” de este verdadero circuito abarca a la delegación municipal de Gorina -aunque también podría tener incumbencia la de Gonnet- y que sus reclamos apuntan, prioritariamente, a los riesgos que las picadas causan, a la ruidosa circulación de motos sin escape o con sistema de corte de escape, muchas de ellas sin chapa de dominio ni luces.

Dos referencias ofrecidas por quienes habitan la zona no pueden resultar más llamativas: la primera es la que indica que los motoqueros compiten en calles que pasan frente a la nueva subcomisaría y que también lo hacen frente a la puerta de la delegación municipal; la segunda, es la que pone de relieve que las carreras informales se inician desde que se oculta el sol y que hay jornadas en las que se extienden durante toda la noche. “La impunidad es total, nadie les pone freno”, sintetizan.

Cabe recordar que las picadas ya provocaron incidentes menores, conatos de agresión y otras ulterioridades conflictivas en los distintos barrios en las que se desarrollaron. Por otra parte, los operativos realizados en meses anteriores por la Comuna local, la Agencia Nacional de Seguridad Vial y la Policía en varios puntos de la Ciudad durante la madrugadas de viernes y lunes, tradicionalmente elegidas por las pandillas sobre ruedas para salir a la calle, tuvieron resultados efímeros.

De lo que se trata, tal como se dijo muchas veces en esta columna, es de que el accionar de los organismos públicos -policiales y municipales- se concrete en forma sostenida, hasta que se logre la definitiva erradicación de estas actitudes antisociales.

Debe tenerse en cuenta que aquí no se habla en absoluto del comportamiento habitual de conductores de motocicletas, sino de un grupo de ellos -nutrido, por cierto- que se reúne por las noches y recorren, juntos y a altísimas velocidades, sin respetar semáforos ni norma alguna, determinadas zonas urbanas, cometiendo a su paso desmanes con quien se les cruce y con todo lo que encuentren en el camino.

En cada oportunidad en la que se tocan temas referidos al tránsito, los especialistas llegan a dos coincidentes conclusiones. Por un lado, a la necesidad de sancionar con toda la severidad posible a quienes infrinjan las normas; y por el otro, a que se impartan en la población sólidos principios educativos, que apunten a la importancia de respetar las leyes para que en las calles reine el orden y no la anarquía.

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