El alma de la fiesta
| 25 de Abril de 2014 | 00:00

Cuesta creer que hace tan solo un año, Pharrell Williams fuera un rostro semidesconocido para el gran público. El suyo ha sido un fenómeno gestado a fuego medio, más que lento, que entró en combustión repentina en 2013, después de varios años de trabajo silencioso al servicio de otros.
Originario de Virginia, desde bien temprano mostró gran interés por el R&B, estilo que ayudó a desarrollar y situar en el siglo XXI como miembro del celebrado dúo de productores The Neptunes, de la mano de su amigo de la infancia Chad Hugo.
Juntos concibieron un sonido distinguible, apegado a una forma de funk electrónico deudor del estilo de Prince, al que incorporaban elementos musicales exóticos, además de marcadas líneas de bajo y sintetizadores.
Bajo esa fórmula, fueron responsables de algunos de los álbumes y temas más celebrados de las dos últimas décadas. Entre sus primeros trabajos se encuentran por ejemplo el debut discográfico de Kelis, “Kaleidoscope” (1999), y uno de los grandes éxitos de Britney Spears, “I’m a salve 4 U”, de 2001.
A partir de entonces, los encargos comenzaron a multiplicarse y Madonna, Jay-Z, Mariah Carey, Shakira, Gloria Estefan, Snoop Dogg y Gwen Stefani (suyo es el “Hollaback Girl” de la solista de No Doubt) se cuentan entre los artistas con los que colaboraron a continuación.
Los premios tampoco se hicieron esperar. En total, de forma directa o indirecta, el sello de Williams ha sido distinguido hasta siete veces por los Grammy y ha recibido aún mayor número de nominaciones gracias a álbumes tan aclamados por la crítica como “Channel Orange”, de Frank Ocean.
2013, SU AÑO
Precisamente el año de publicación de ese disco, 2013, marcó el momento más productivo de su carrera, tanto por el salto cuantitativo como por el cualitativo de sus colaboraciones, al coincidir en el tiempo varios aciertos con mayúsculas en los que, además, expuso su rostro y voz.
Vitales en su ascenso a la cima olímpica fueron “Blurred lines”, con Robin Thicke, y “Get Lucky”, con Daft Punk. La primera fue número 1 en catorce países, incluyendo EE UU, donde se mantuvo en lo más alto en ventas durante 12 semanas consecutivas.
La segunda generó 1,5 millones de reproducciones en menos de 24 horas en Spotify y llegó a vender más de 7 millones de copias en todo el mundo, un éxito reconocido también por los Grammy, que lo designó “grabación del año” y “mejor interpretación de pop de un dúo o grupo”.
Del encuentro y rivalidad en prácticamente todas las ceremonias de premios de ambos “hits” surgió un claro ganador: Pharrell Williams, que se hizo con cuatro premios Grammy, entre ellos el de mejor productor, además de ampliar exponencialmente el número de artistas que querían contar con su talento, como Kylie Minogue, Miley Cyrus, Beyoncé y Alicia Keys.
SEGUNDO DISCO EN SOLITARIO
El éxito parece haberse prendido al músico, que además recibió los parabienes de Columbia para publicar su segundo disco en solitario, “Girl”, otro fenómeno en ventas mundial gracias al sencillo “Happy”.
El que fuera tema principal de la película “Depicable Me 22” se hizo con una nominación como mejor canción en los últimos premios Oscar de Hollywood y, a día de hoy, se mantiene como el más vendido a nivel planetario por duodécima semana consecutiva.
Su empuje es tal que los responsables de la web Media Traffic no dudan en vaticinar que “Happy” podría convertirse en “el mayor éxito en lo que llevamos de siglo”, tras codearse por sus cifras con otros éxitos recientes como “I gotta feeling” de Black Eyed Peas, “Blurred lines” de Robin Thicke o “Rolling in the deep” de Adele.
No es de extrañar que fuera escogida como sintonía del último Día de la Felicidad de la ONU, a través de una curiosa iniciativa vía web que puso a bailar a gente de todo el mundo durante las 24 horas de su celebración, de Sydney a Kiev.
ICONO DE MODA
Ese mismo espíritu festivo se extiende a su vestuario, con dos firmas propias de ropa -Billionaire Boys Club y Ice Cream Clothing- que han convertido a Williams en un prescriptor de tendencias en moda masculina, con un estilo muy personal que se percibe en su gusto desenfadado, colorido y juguetón, con gorros de todo corte.
Tanto se habló del “sombrero montaña” diseñado por Vivienne Westwood que lució en los Grammy 2014 que el artista, en busca de fondos para su organización solidaria One Hand to Another, lo subastó por más de 44.000 dólares .
El que fuera elegido como el segundo hombre mejor vestido del mundo por la revista Esquire, apuesta siempre por un estilo que roza la extravagancia, con chaquetas deportivas en múltiples tonos y estampados y, sobre todo, un desinhibido concepto del esmoquin, con pantalones cortos, propio de quien, ya en la cumbre, se ha atrevido y acostumbrado a “hacer de su capa un sayo”.
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