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Bruselas, cuna del “art nouveau”

El joven arquitecto Víctor Horta es considerado el padre de este estilo en la capital belga, cuyo esplendor se alcanzó a fines del siglo XIX. En 25 años se construyeron miles de nuevas viviendas, de las cuales 1.500 fueron “art nouveau”

11 de Octubre de 2015 | 00:38

Bruselas renegó durante décadas de su pasado “art nouveau” tanto que, en los años sesenta del siglo pasado, muchos edificios de este estilo fueron destruidos. Hoy, sin embargo, la capital belga presume de ser “cuna” de esta corriente que cambió la arquitectura europea de finales del siglo XIX.

“El primer edificio ‘art nouveau’ del mundo, la casa Tassel, se construyó en Bruselas en 1893, y es obra del arquitecto Víctor Horta”, explica Anne Kennes, del Museo Horta.

Horta había descubierto la nueva estética en Inglaterra, pero en ese momento ésta se limitaba a las artes decorativas, y él la aplicó a la arquitectura. “Lo que Horta hizo fue explotar las posibilidades que le ofrecían materiales como el hierro y el cristal, hasta entonces nunca empleados para la arquitectura privada”, señala Kennes. El entonces joven arquitecto “se deshizo” de viejos estilos, como el flamenco, el Luis XVI o el neoclasicismo, para crear “algo completamente nuevo”.

Así nació el “art nouveau” arquitectónico, una corriente que jugaba con las curvas, con los espacios, la luz y que, “sobre todo, trataba de imitar las formas de la naturaleza”.

LA HUELLA EN EUROPA

La nueva estética se expandió rápidamente por Europa y dejó su huella en ciudades como París, Barcelona, Riga o San Petersburgo. El taller de Víctor Horta, en rue Américaine, se convirtió en centro difusor. Anexo al taller, Horta construyó su propia casa, que hoy aloja el museo Horta, y que contó con los últimos avances domésticos de la época: teléfono, electricidad, calefacción y baño.

El esplendor del “art nouveau” a fines del siglo XIX coincidió con el de la propia Bruselas: “Bajo el reinado de Leopoldo II, Bélgica era, gracias a la colonia del Congo, una de las mayores potencias del mundo”, indica Kennes, “con lo que la capital atrajo a gran cantidad de artistas, escritores y arquitectos”.

Entre 1890 y 1900, la población de Bruselas creció en 100.000 habitantes. En 25 años se construyeron miles de nuevas viviendas, de las cuales 1.500 fueron “art nouveau”, según reflejan Franco Borsi y Hans Wieser en su libro “Bruselas, capital del ‘art nouveau’”.

El nuevo estilo proliferó sobre todo en las comunas de Schaerbeek, Ixelles, Saint-Gilles y Uccle, que son las que concentran actualmente la mayor parte de este patrimonio, de la mano de arquitectos como Paul Hankar, Paul Saintenoy o Gustave Strauven. “Leopoldo II quiso hacer una Bruselas de departamentos”, apunta Anne Kennes. “Sin embargo, los nuevos bruselenses eran gente que venía del campo, y querían tener viviendas individuales, y con jardín”.

Recorriendo las salas de la casa museo de Horta, se descubren detalles sobre la personalidad del arquitecto: “Su obra es muy imaginativa, pero él fue un hombre duro y frío, que llegó a decir de sí mismo que, para vivir, a su corazón le había bastado con la piedra”, puntualiza Kennes.

UN TRABAJADOR INAGOTABLE

Horta fue también un trabajador inagotable: dormía cuatro horas y trabajó prácticamente hasta su muerte, a los 86 años. Pero, en realidad, el impulsor del “art nouveau” en arquitectura sólo dedicó a este estilo quince años de su carrera.

“Durante la I Guerra Mundial, se exilió en EE UU, donde lo deslumbraron los rascacielos y el ‘art decó’”, relata Kennes. Este descubrimiento le hizo comprender que el tiempo del “art nouveau” había terminado, y el resto de su trayectoria lo consagró al diseño de edificios públicos, como el Palacio de las Bellas Artes o la estación central de Bruselas.

También la capital belga dejó atrás el “art nouveau”: En los años 60, gran cantidad de edificios pertenecientes a este estilo fueron destruidos, entre ellos la Casa del Pueblo, obra del propio Horta, cuya demolición en 1965 generó protestas internacionales.

Sin embargo, a partir de los setenta, Bruselas redescubrió su patrimonio de este estilo que, “plenamente revalorizado hoy en día, es una marca de identidad de la ciudad”, concluye Kennes.

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