Fue abuela a los 28 años y se apunta para el récord

Claudia Sotelo había sido madre a los 14 y a la misma edad su hija le dio una nieta

Hace unos días, la mendocina Lucía Desirée Pastenez - 29 - se autoproclamó como una de las abuelas más jóvenes de la Argentina; sin embargo, el “título” le duró poco, porque Claudia Sotelo - 30 -, una vecina de Gonnet, aseguró ayer que ella es abuela desde los 28. “Yo tuve a Felicitas a los 14 años y ella repitió mi historia, quedó embarazada a los 13 y, a la misma edad que yo, tuvo a Mía”, afirma la joven abuela.

La familia de mujeres vive en una humilde vivienda de 478 y 26 y también está conformada por las otras hijas de Claudia: Maylén, de 10 años y Evangelina de 3.

Si bien la llegada de un hijo es motivo de felicidad y da nuevas razones para vivir, cuando se es madre adolescente también se ponen al desnudo carencias y sufrimientos.

“Aunque mi mamá también había sido madre adolescente, cuando quedé embarazada no entendía nada y me la pasaba llorando”, cuenta Claudia que, según dijo, para que Felicitas - 16 - no repitiera su historia cuando cumplió los 11, comenzó a darle pastillas anticonceptivas.

“Yo las escupía porque me hacían mal”, recuerda la adolescente que nació el 27 de mayo de 1999, en el Hospital Gutiérrez, el único que por ese entonces atendía madres niñas.

Con 14 recién cumplidos y después de un doloroso trabajo de parto, Claudia se convirtió en madre y recuerda como una inusual cantidad de médicos la visitaban para seguir su evolución.

Como si se tratara de historias calcadas, ella, al igual que Felicitas, siguió viviendo con su mamá y, en la etapa en que sus amigas comenzaban a ir a bailar, atendía a su hija.

“Por mi edad, me encargaba de la nena como podía, pero también vivió un tiempo con su abuela paterna porque yo era muy chica y hubo una etapa en que estuve mal con mi mamá y me las tuve que arreglar sola”, apunta, mientras su nieta Mía la mira como embelesada.

Hacerse grande de golpe

Felicitas también trae a la charla el día en el que se convirtió en madre, el 24 de julio de 2013: “El momento del parto fue muy doloroso, pero después del último pujo, cuando abrí los ojos y vi como a mi mamá se le caía una lágrima, sentí que me había hecho grande”,

La contracara del costado complejo de la maternidad adolescente, es que tanto Claudia como Felicitas se divierten como pares cuando salen de compras y la gente las confunde con hermanas o se asombran cuando Mía pronuncia la palabra “abuela”.

“Nadie nos cree que somos madre e hija; está buena la poca diferencia de edad porque compartimos muchos gustos. Lo más loco que me pasó fue ir al colegio y que mis amigos me pidieran que les presentara a mi hermana, cuando en realidad se trataba de mi mamá”, dice Felicitas, que, a su vez, tiene una abuela de 52 a la que convirtió en bisabuela.

La madre adolescente cuenta que hace cuatro años que no va a bailar, que sueña con terminar la secundaria y conseguir un trabajo para el verano que le permita darle algunos gustos a su beba, porque no le gusta “estar de vaga”. Es que sabe que Claudia solventa los gastos trabajando por horas como empleada doméstica y, cada tanto, pelando papas para una cervecería de la Ciudad.

“Quiero por mi bebé y por mi, poder estudiar, ser abogada; yo vi todo el sacrificio que hizo mi mamá trabajando como empleada doméstica cuando con $100 se las arreglaba para darnos de comer y que no nos faltara nada”, resume.

Como la mayoría de los abuelos, Claudia está convencida de que su nieta le despierta sentimientos únicos y es una de sus mayores alegrías.

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