Sigue perjudicándose a miles de vecinos con un servicio deficiente de agua y cloacas

En cualquier época del año -esto es, no sólo en los días de altas temperaturas- distintos barrios de la ciudad sufren las penurias propias de la falta de agua en sus domicilios, en una situación que pareciera agravarse con el correr de los años, acaso como indudable reflejo de las deficiencias estructurales de un servicio condicionado por su extrema fragilidad y que ha dejado de ser confiable.

En esta ocasión fueron los vecinos de una zona de La Granja que, tal como se detalló en la nota publicada en este diario, estuvieron algo más de dos días sin recibir una gota en sus canillas, sometidos a todos los trastornos que pueden derivarse de semejante carencia.

Si bien el área más crítica fue situada sobre la avenida 520 a la altura de la calle 142, sostuvieron que la falla afectó también a numerosos hogares de los alrededores, sin que los reclamos formulados ante la empresa Absa hubieran facilitado ya no una solución, sino siquiera una repuesta indicativa de la naturaleza del problema.

Con posterioridad, la empresa informó que el problema había sido superado y que se había originado a partir de un corte en el suministro de energía eléctrica.

Cabe señalar que una situación similar se presentó en estas mismas jornadas en el barrio Del Mondongo, a partir de una cañería rota cuya pérdida dejó sin abastecimiento a numerosos domicilios. Y también se registraron, en las últimas oras, casos de muy baja presión o de completa defección del servicio en el barrio Norte.

Se ha dicho siempre en esta columna que resultan paradójicas las penurias que sufre nuestra población, asentada, como las de Berisso y Ensenada, a orillas del estuario de agua dulce más amplio del mundo. Sólo el transcurso de muchos años sin realizar ningún tipo de inversión sobre las plantas de toma y las redes de distribución pueden explicar semejantes deficiencias.

Pero al mismo tiempo, no puede dejar de mencionarse la incidencia que causa la sucesión de apagones y cortes prolongados del servicio eléctrico, tales como pérdida de alimentos y medicamentos, incomunicación, incremento de los márgenes de inseguridad por la oscuridad reinante, interrupción de tratamientos para problemas de salud, entre muchos otros de enorme gravedad. Pero, acaso, el mayor trastorno de todos resida en que queda inutilizada la distribución de agua.

Lo cierto es que servicios esenciales, como son los de distribución de agua y energía eléctrica, no pueden defeccionar en modo alguno.

Y resulta ciertamente abusivo que –tal como lo señalan los reiterados testimonios vecinales- estas fallas ocurren acompañadas, paradojalmente, por fuertes incrementos en las tarifas del servicio.

Lo que vino ocurriendo en estos meses reviste la gravedad suficiente como para que las autoridades no aguarden un día más en la puesta en movimiento de políticas estructurales eficaces, destinadas a que se resuelva cuanto antes los graves problemas que enfrentan los vecinos cuando carecen de servicios tan esenciales.

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