Burlando y la danza de la reconciliación

El abogado intentó dirimir la pelea con su novia y pareja del certamen en la pista de Tinelli, el gran tribunal nacional. Y no le fue bien

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ALEJANDRO CASTAÑEDA

Lo habíamos dicho: “ShowMatch” es el gran Tribunal Nacional. Lo del baile es un anexo. Como también su afán solidario. La actuación de Fernando Burlando, recreando ante cámaras sus percances amorosos, demostró que frente a Tinelli se dirimen todos los grandes temas nacionales. Por algo Máximo Kirchner lo llamó antes de empezar un nuevo ciclo. Los candidatos allí aceptan las burlas como parte de su campaña. Y apetencias varias, liderazgos y amores se definen en el rumboso marco de una convocatoria que va mucho más allá del espectáculo. Es tan poco el espacio que ocupa el baile y tan iguales sus coreografías y sus oficiantes, que no es nada más y nada menos que un gran confesionario nacional que expone, a criterio del jurado primero y del gran público después, la variada crónica de aventuras y desventuras de los famosos. “Hablaron tanto que ya ni me acuerdo de cómo bailaron”, dijo Nacha, dando en el clavo.

Habíamos anticipado que podría ser rendidor lo de someter las desavenencias amorosas al fuero de Tinelli para tratar de resolver a cancha llena lo que en casa no se pudo. ¿“ShowMatch” le habrá exigido a la pareja ventilar su crisis en un escenario rodeado de coristas y barrabravas del amor? El público, con cumbia y madre incluida, le añadió más show a un amor signado por las cámaras: una foto lo desbarrancó y una salida al aire podría recomponerlo.

Bailar peleados puede ser una atractiva novedad, habíamos dicho. El show ya no distingue entre realidad o diseño. Es una franquicia nueva hacer competir a gente enojada, armarles un guión y ofrecerle a los distanciados la chance de una segunda intentona.

Pero el acto no salió bien. Pese a los ensayos, lo concreto es que las disculpas y reproches parecían parte de un libreto al que, como a la danza, le faltó gracia y ajuste. Nunca la reconciliación tuvo tanta hinchada. Barby se mostró como una novia engañada por una foto que no dice demasiado. Burlando le quiso explicar que esa imagen no es una evidencia. Pero, para los celosos -lo debe saber Fernando- cualquier indicio es prueba irrefutable. Hablaron de sospechas, de hora de llegada a casa, de cámaras con relojes descompuestos. Fernando puso como testigos a mami y seguidores. Pero Barby ni se inmutó: “Se me hundió Disney”, dijo. Mientras él a la madrugada ensayaba con Fidalgo, la Bella Durmiente esperaba en casa. Y encima uno de los jurados se sumó al litigio sembrando dudas capciosas. Burlando, en esa instancia, pese a su indudable fogueo, no sonó convincente. Ni como novio trasnochador ni como enamorado afligido. Tampoco cuando avanzó sobre el jurado pidiendo explicaciones y clemencia.

Barby, linda y astuta, le puso sonrisas y requiebros al alegato de Burlando, demasiado recargado de disculpas y coartadas. La estrategia del famoso letrado apuntó a poder desarmar la desilusión de una novia que, en una mezcla de celos y fantasías, avisó que en el hundimiento de Disney había naufragado Burlando. El bizarro clima del show autoriza estas comparaciones: su castillo se le derrumbó cuando el príncipe de las diagonales, mucho después de las 12, fue a probar zapatitos a otros lados.

El panorama amoroso es difícil. Aunque el Papa Francisco acudió en su ayuda al hablarle esta semana a los novios: “Es necesario trabajar sobre el amor”, aconsejó. Y en eso estamos, habrán pensado Burlando y Tinelli. El novio bailarín no pierde las esperanzas: se la levantó hace dos años y ahora necesita un tribunal de alzada para volver a tenerla en sus brazos.

ALEJANDRO CASTAÑEDA
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