Se defendieron de un robo y ahora le juraron “venganza”

El dueño de la agencia y varios choferes golpearon a un delincuente. Los cómplices no tenían más de 10 años

Fueron a asaltar una remisería, el dueño forcejeó con ellos, los persiguieron hasta la otra esquina y “los molieron a golpes”, contaron en el local de 32 y 149. Cuando el robo de ayer a la mañana ya se había terminado, algunos parientes de los ladrones amenazaron con volver para cobrarse venganza.

Ocurrió poco después de las 6, a la vista de una decena de personas que esperaban el colectivo en esa esquina. De esa garita aparecieron los ladrones. De los cuatro que eran, “tres tenían como mucho 10 años”, señaló Raquel Alderete (35), telefonista de esa agencia.

Los menores estaban comandados por otro visiblemente más grande, y que llevaba en las manos una pistola calibre 22. Con ese arma increpó a la mujer y a tres choferes: llegó a gatillar sin que saliera ninguna bala. Además, a uno lo encañonó por la espalda y le tapó la cabeza con una capucha.

A esas cuatro víctimas se les sumó una quinta: el dueño, que entró allí en pleno robo. Fue este último el que, “aprovechando que el más grande estaba sacándole la billetera a un empleado, alcanzó a sacarle el arma”, relató Mailén (21), otra de las telefonistas.

De esa manera se desató un forcejeo con golpes e insultos entre el propietario y el ladrón armado. Todos empezaron a correr hacia la calle. Tras los ladrones, un grupo de choferes se subió a sus autos hasta alcanzarlos en 33 y 149.

Ahí los “golpearon bastante”, se limitaron a reconocer en la agencia. Al final el grupo escapó. En el medio, la policía fue a asistir a las víctimas.

Bastaron 20 minutos hasta que las patrullas desaparecieran de escena. “Ahí vinieron tres parientes de los ladrones, todos mayores, para amenazarnos. Decían que, como el más grande tiene pedido de captura no pueden llevarlo a un hospital. Y que si se moría por los golpes, nosotros vamos a ser ‘boleta’ y van a quemar la agencia”, aseguró Raquel.

Hace sólo una semana atrás, a ese local había ido el mismo delincuente, secundado por otro cómplice, que no tuvo resistencia para llevarse la recaudación.

“Ahora trabajamos asustados, paranoicos de que nos vengan a hacer algo. La policía pasa cada tanto pero a los ladrones les alcanza con dos minutos. Son del barrio”, subrayaron las dos telefonistas. El temor aumenta durante las noches. “Estamos indefensos”, resumieron.

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