Príncipes e historias (III): Rodolfo y María de Austria
| 6 de Septiembre de 2015 | 00:39

Por ING. SILVANO J. TREVISAN
Dos imperdibles atracciones tienen, para un viajero, las ciudades europeas antiguas: sus mercados y sus cementerios, sitios, ambos, que pueden deparar algunas sorpresas. Eso ocurre, por ejemplo, con el Cementerio Central de Viena, situado en la periferia de la ciudad y al que se llega en un breve viaje en tranvía. Fue inaugurado en el S.XIX y hoy contiene más de tres millones de tumbas. Es el 2º más grande de Europa, (luego del de Hamburgo). Visitarlo, es tomar contacto con trozos de la rica historia de Austria. y con personalidades ilustres del mundo de la política, la ciencia, y la cultura en general Al ingresar, un pequeño cartel atrapa la atención del visitante; “MUSIKER”. La señal está delimitando un área dedicada, exclusivamente, a afamados músicos, locales y extranjeros, que eligieron Viena como morada eterna. Los marmóreos mausoleos –verdaderas obras de arte- guardan sarcófagos con restos centenarios de compositores que constituyen la más concentrada memoria musical de Europa. Transitar por este espacio toca la fibra íntima de cualquier amante de la sublime música de todos los tiempos. Imposible no conmoverse ante el desfile incesante de tumbas como la de Ludwig van Beethoven (1770-1827), quien, aunque era alemán, no dudó en quedarse en Viena eternamente, Frank Schubert (1797-1828), Johannes Brahms (1833-1897), Christoph Gluck (1714-1787), Franz von Suppé (1819-1895), Johan Strauss (padre) (1804-1849), Josef Strauss (1827-1870), Antonio Salieri (1750-1825), el presunto rival musical de Mozart, y otras. Dos hechos llaman la atención del caminante: a) La tumba más visitada, y siempre cubierta de flores, la de Johan Strauss (h) (1825-1899), el célebre autor del “Danubio azul”, vals que muchos austríacos consideran el verdadero himno de Austria; y b) la falta del mausoleo del hijo predilecto y más amado por el pueblo austríaco: Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791); es que sus restos fueron colocados en un osario común y nunca recuperados. Por esta razón, y como no podía estar ausente en este desfile de compositores geniales, un gran arco de mármol con su nombre en bajo relieve recuerda, simbólicamente, su presencia en el corazón del “Musiker”.
Al salir del viejo cementerio –palabra que viene del griego “koimetérion”, que significa dormitorio del sueño eterno- y retomar el tranvía que conduce hasta el “ring” vienés, el espíritu y la mente rebozan de arpegios, sinfonías, nocturnos, baladas y, sobretodo, valses. Es que “Dios nos dio la música, porque es el idioma que todos comprendemos”..
Pero Viena tiene, además, otras atracciones, en sitios tal vez más amables que un cementerio. Una de ellas es un paseo por los encantadores bosque que la rodean, los que inspiraron a Strauss (h) su famoso “Cuentos de los bosques de Viena”, que todos bailamos alguna vez, aunque solo fuese el día del casamiento
Pero no todos los cuentos de los coloridos bosques vieneses son tan bellos. Hay uno, en particular, que ni es bello ni es cuento, y que, más bien, pueda calificarse como una historia romántica con final dramático. Sus principales protagonistas fueron el archiduque austríaco Rodolfo, y la joven baronesa María Vetsera.
RODOLFO Y MARIA
Rudolf von Habsburgo era hijo del longevo Emperador Francisco José y la emperatriz consorte Isabel de Baviera, más conocida como Sissí. De los 4 hijos de la pareja reinante, Rodolfo era el único varón y, por lo tanto, primer heredero del trono del poderoso Imperio Austro-Húngaro. Se había casado con la princesa Estefanía de Bélgica y tenía sólo una hija, que en el año 1889 rondaba los 7 años.
María Alexandrine von Vetsera había nacido en Viena en 1871. Tenía el título de Baronesa y era hija de un diplomático húngaro, miembro de la corte austríaca.
En la mañana del 30 de enero de 1889 Rodolfo y María fueron hallados muertos en el refugio de caza del Emperador en la pequeña localidad de Mayerling, dentro de los bosques de Viena. Él tenía 31 años y ella 18. Se habían conocido un año antes y los unía una idílica relación.
Ambos cuerpos yacían con impactos de bala en sus cabezas. Pero lo curioso fue que el de María apareció, incomprensiblemente, cubierto de flores ¿Fue un doble suicidio? ¿Fue un asesinato? El gobierno lo definió como un suicidio concertado entre ambos amantes. Para Sissí, en cambio, fue, claramente, un homicidio político. Para otros, el resultado de una tragedia con ingredientes familiares y políticos. Otra vez el dilema; una disyuntiva que viene de lejos y no debe asombrarnos si aún hoy se plantee.
Según los historiadores, la relación Rodolfo-Estefanía era muy fría, pues ella hacía tiempo que no frecuentaba el lecho nupcial. El archiduque había pedido al Vaticano la anulación del matrimonio, pues no podían tener un hijo varón que garantizara la continuidad dinástica. Pero el Papa León XIII denegó la solicitud. Tampoco era bueno el vínculo con su padre, el Emperador, quien había excluido al heredero de las decisiones del gobierno y prácticamente no lo consultaba, pues ambos tenían puntos de vista divergentes en materia de política internacional.
Para algunos estudiosos de la historia europea, el dramático episodio fue un anuncio anticipado del final del poderoso imperio de los Habsburgos, que reinaban desde hacia unos 600 años, como continuadores del Sacro Imperio Romano..
La polémica continuó durante décadas. El último capitulo lo escribió, a fines del S.XX, la emperatriz Zita (1892-1989), la última reina consorte de Austria, quien solo reinó dos años: entre 1916, cuando murió Francisco José, y 1918, cuando los Habsburgos fueron definitivamente depuestos. Terminada la 1ª G..M. ella y su marido Carlos I de Austria -reyes sin trono- se exiliaron en Suiza, donde ambos murieron. Pero en 1982, antes de morir, Zita regresó a Viena y conmovió la historia con una inesperada declaración: el asesinato tenía un responsable intelectual: el gobierno francés encabezado por Georges Clemenceau (1841-1929), quien trató, de esta manera, de denigrar a la prestigiosa Casa de Habsburgo para disminuir su enorme influencia en los destinos de Europa. Según esta hipótesis, se trató de un asesinato político disfrazado de suicidio. De modo que la polémica sigue abierta y el drama de Mayerling continua siendo un enigma. ¿Qué pasó, realmente, aquella noche en el pabellón de caza de Mayerling?
Rodolfo y María yacen hoy en lugares distintos, aunque no muy lejanos el uno del otro; pero ninguno fue enterrado en el Cementerio Central de Viena. Él ocupa un sitio en la Cripta Imperial, en la Iglesia de los Capuchinos, junto a los sarcófagos de sus padres Francisco José y Sissí; María, en cambio, tiene una austera tumba en la abadía cisterciense de Heiligenkreuz, dentro de los bosques de Viena, no lejos de Mayerling, escenario de una historia que conmocionó a toda la sociedad austríaca y a los que gustan de los episodios románticos, pues ven en ella una emulación de Romeo y Julieta, los imaginarios amantes de Verona.
Tanta fue la repercusión de este hecho que hasta Hollywood lo inmortalizó en una película, “Mayerling” -protagonizada por la encantadora Catherine Deneuve y el gran actor egipcio Omar Sharif-, donde se describen las circunstancias trágicas de la muerte del archiduque y la baronesa en aquella fría mañana de enero de 1889..
Digamos, para cerrar este relato, que al morir Rodolfo y no haber un heredero directo, el Emperador Francisco José designó sucesor a su sobrino Francisco Fernando, quien posteriormente sería asesinado en Sarajevo (Bosnia) en junio de 1914, arrastrando a toda Europa a otra tragedia, infinitamente más dolorosa: la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Pero esta es otra historia. Probablemente, la próxima.
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