Un triunfo merecido y un sufrimiento innecesario

El Lobo firmó una gran primera hora de juego. Sólo pasó zozobras cuando se metió, sin sentido, demasiado atrás

Por NICOLAS NARDINI
ANALISIS

El sabor amargo que le había dejado la excursión a Rosario quedó disipado por la demostración de actitud y carácter que Gimnasia plasmó anoche en medio de la copiosa lluvia que castigó a toda la región. El tenor de la tormenta fue directamente proporcional al peso específico de una victoria que puede marcar un punto de inflexión en el ciclo de Gustavo Alfaro como entrenador mens sana.

Si en el Parque Independencia la sensación que había gobernado a Gimnasia era la impotencia, ese sentimiento de no poder plantar cara ante el rival al resignar la pelota, el campo y la ambición de protagonismo, anoche la historia, al menos en la primera hora de juego, transitó por otros carriles. Porque el equipo demostró -y se demostró a sí mismo- que es mentira que no puede plantarse, sin regalarse y con astucia pero al mismo tiempo con determinación, ante cualquier adversario, por más que lo supere a priori en jerarquía y billetera.

No hay peor gestión que la que no se intenta. El Lobo pudo alejarse de aquella actitud timorata que en muchos partidos perturbó sus ambiciones de triunfo. Abandonó el fácil camino del “no se puede” y el “saldremos a ver qué pasa”. Decidió a salir a jugar el partido y no a especular metido atrás desde el pitazo inicial.

Sin bordar una actuación sobrada de fútbol de alto vuelo, lo más importante del equipo de Alfaro es que salió a jugar con decisión. Hizo pata ancha, ganó la zona medular al achicar espacios hacia adelante y no todo el tiempo hacia atrás. En definitiva, al copar el sector medio descolocó a su adversario que, evidentemente, esperaba a un Gimnasia menos competitivo, mucho más parecido al de Rosario que al elenco combativo que se había visto en la primera fecha ante Vélez.

No fue por azar que en los primeros 60 minutos de juego, las acciones mejor elaboradas en materia ofensiva hayan sido patrimonio albiazul. Aquello se trató, nada más y nada menos, que de una consecuencia directa del juego ambicioso que los mens sana pregonaron en esta ocasión, a diferencia de tantas otras. Fue una lección puertas hacia adentro, un golpe de autoridad encima de la mesa y una muestra de que había vida después de la ida de Meza. Que el equipo no se terminaba en su partida.

¿PORQUE SUFRIR?

El sufrimiento de los últimos 25 minutos de los mens sana tuvo dos factores. Y en ambos el protagonista fue el propio Lobo. El primero de ellos, fue la falta de pericia para liquidar el trámite al malograr chances clarísimas de gol. El segundo, cuestión a revisar de inmediato, fue la tendencia a ceder la pelota y el terreno, dejar agrandar al rival y defender demasiado cerca de su arquero. A propósito, Alexis Martín Arias (de trabajo titánico) fue otra gran noticia para Gimnasia.

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