Los que deben saber todo de todas las cosas
| 24 de Diciembre de 2016 | 00:28

Por MARCELO ORTALE
“El trabajo que hacemos es fascinante porque pone en juego una cantidad enorme de conocimientos, experiencia y criterios. Más allá de las cuestiones más técnicas o lingüísticas, definir palabras que corresponden a todos los ámbitos de la actividad humana obliga a tener que conocer todos esos ámbitos”, dicen quienes se ocupan de reunir en un diccionario el lenguaje que utilizan los argentinos.
Se reúnen varias horas, proponen, debaten y definen. “Hay que estar en condiciones de integrar, en el espacio mínimo de una definición, la totalidad de los rasgos definidores de una realidad y caracterizarlo adecuadamente en términos de su régimen gramatical, las situaciones comunicativas en las que se usa, etc. Es un tipo de trabajo que requiere pasión, constancia, tesón. No es casual que muchos lexicógrafos tengamos personalidades con rasgos obsesivos. Hay que saber todo de todas las cosas”.
Las palabras, como todo en la vida, también nacen y mueren. Las otras lenguas, la geografía, los deportes, las letras populares, las nuevas tecnologías, las jergas de los lunfardos, influyen en forma dinámica sobre ellas, pero nada tanto como el idioma coloquial que es el que, en su cotidiana y anónima fragua, las hace nacer o morir. De esto, de colectarlas y explicarlas se ocupa la segunda edición del Diccionario del Habla de los Argentinos (Editorial Emecé) que acaba de publicar la Academia Argentina de Letras.
El prologuista de la obra es el platense Pedro Luis Barcia. El investigador destaca que el Diccionario contiene “las voces y expresiones con que el pueblo se refiere a las realidades elementales de su vivir cotidiano, sus diversiones, sus transportes, sus trabajos y oficios, etc. Lo que se recoge de boca del pueblo se sistematiza, ordena y define y se lo devuelve al mismo pueblo para que tenga conciencia de su haber léxico, de lo que es su propia creación lingüística”, para añadir que también “es una forma de aproximar la Academia a la calle y a la plaza”.
La Academia de Letras presidida en la actualidad por José Luis Moure tiene conformado un equipo integrado por profesores de letras y lexicógrafos. Entre ellos, Santiago Kalinowski (director del grupo del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia), Josefina Raffo, Sol Portaluppi, Pedro Rodríguez Pagani y Gabriela Pauer que –lejos de quedarse con la obra que acaba de salir a luz- ya están gestando la próxima tercera edición de argentinismos.
Hay una clara diferencia con los miembros de la Real Academia Española, que son los que “limpian, fijan y dan esplendor” a las palabras. Con la perspectiva existente cuando se plasmó ese lema y ese emblema, en plena época de la ilustración, “la lengua debía ser un sistema perfecto, con elementos que se excluían mutuamente, sin cambios, variantes o superposiciones”, reseña Kalinowski.
En cambio, tal como advierten los investigadores argentinos, ellos están al servicio de la lengua de los hablantes y “nuestra labor es tanto más valiosa cuanto mejor logre reflejar la realidad léxica de nuestro país. No mejoramos, limpiamos o embellecemos aquello que está en los hablantes. Tales operaciones consisten siempre en superponer a la lengua elementos simbólicos que le son ajenos, y por lo tanto, indefectiblemente falsean la realidad”.
La nueva edición incorpora unas 1.500 palabras nuevas en sus 650 páginas. ¿Cuánto tiempo lleva hacer un Diccionario de argentinismos? “El trabajo de actualización, corrección y aumento del diccionario no se detiene nunca. La próxima edición del diccionario que saldrá en el año 2017 será la tercera. Más allá de que los ritmos de trabajo pueden fluctuar debido a las demás tareas que desarrollamos, estuvimos trabajando 8 años en esta próxima edición. El día posterior a su publicación nos va a encontrar trabajando en la cuarta edición. Esto es una consecuencia más de lo que la lengua no deja nunca de moverse, adaptarse, desplazar acepciones, variar los registros, etc. Por lo tanto, nuestro trabajo nunca termina”.
ARGENTINISMOS
¿Se puede definir en qué consiste un argentinismo? Pero, además, ¿se aceptan en el Diccionario todos los regionalismos?
En torno a esto los investigadores de la Academia sostienen que la definición de la regiones lingüísticas tiene mucho de convencional. “Normalmente, para que una región lingüística tenga pertinencia y poder explicativo, no puede ser demasiado reducida (por ejemplo, no alcanzaría con que fuera un barrio o una ciudad) ni tampoco ser demasiado extensa, como sería hablar de América entera”
“Las fronteras nacionales suelen ofrecer un buen punto medio, aunque la enorme diferencia de tamaño entre diferentes países obligue siempre a calificarlas de una u otra manera. La Argentina tiene varias regiones que los dialectólogos han ido estableciendo (Noreste, Noroeste, Centro, Pampa-Patagonia, Litoral) y nuestro diccionario busca incluirlas todas. Así, en muchas ocasiones la palabra incluye información diatópica que indica que la palabra no tiene la misma frecuencia de uso en todo el territorio del país, sino que en determinada región esa frecuencia es mayor. Un argentinismo, estrictamente hablando, es una palabra que solamente se usa dentro de las fronteras de la Argentina, y un diccionario que solamente recogiera argentinismos estrictos no tendría más de un centenar de palabras. Por esta razón, nuestro diccionario nunca incluyó esa palabra en el título y en cambio, se llama “Diccionario del habla de los argentinos”. Recoge palabras que tienen una frecuencia de uso mucho mayor dentro de nuestro territorio en contraste con los demás países, especialmente España, al punto que un hablante promedio de esos otros países normalmente no las conoce”.
El fútbol es una importante cantera idiomática. “Todas las áreas de la actividad humana pueden dar palabras regionales. En el caso particular del fútbol, tenemos 63 palabras ya incluidas (cosas como achique, barrer, bicicleta, bombazo, emboquillada, fulbito, orsái, puntinazo, etc.)
¿Qué idioma o jerga influye más ahora? Se habla aquí, por dar un ejemplo de italianismos, anglicismos o, inclusive, del coloquialismo, de nuestro ruralismo, etc. Responden que el diccionario de la Academia trae también información etimológica. “Allí se puede ver la influencia de diversas lenguas en el léxico que usamos en Argentina. Esta influencia acompaña las alternativas de los flujos de personas de nuestro país”.
Esto explica, agregan, las maneras en que la lengua recibe el influjo de la historia de una región. “En las nuevas incorporaciones tenemos algunas lenguas (inglés, portugués, ídish, quechua, guaraní, italiano) pero en un número bastante reducido. La influencia en el léxico que tendrá la inmigración más reciente todavía parece mantenerse contenida en el interior de la comunidad inmigrante, como pasó, por ejemplo, durante el primer período de la inmigración italiana. Esto puede deberse a varios factores. Los migrantes económicos, como fueron, entre otros, los italianos durante el siglo XIX y principios del XX, suelen ocupar inicialmente una posición de precariedad que la sociedad receptora convierte en un estigma muy difícil de superar. Esto limita el impacto de su modalidad lingüística en el grueso de los hablantes. Es esperable ver, a medida que pasen los años y las décadas, un crecimiento de las incorporaciones con origen en la inmigración reciente de Paraguay, Bolivia, Perú, Colombia, y otros países, pero ese momento todavía no llegó. Es uno de los temas en los que deberemos prestar especial atención en el futuro”.
Se supone también que el avance de las nuevas tecnologías –internet, las computadoras, los celulares, etc.- influirá en el idioma cotidiano. Sobre este punto Kalinowski sostiene que “las palabras tecnológicas suelen incorporarse como extranjerismos en todas las regiones simultáneamente. Esto implica que, en general, no ingresan en diccionarios contrastivos como el nuestro. El caso de “mouse” –por dar uno de los ejemplos más claros- que se incluirá en la próxima edición, es especial, porque en España los hablantes tradujeron la palabra al español, de modo que en ese caso sí terminó como una palabra con contrastes regionales. En el resto de los países parece haberse impuesto mouse, lo cual significa que el 90 por ciento de los hablantes la usa, algo similar a lo que pasa con la papa, el famoso tubérculo”.
EL FUTBOL
El fútbol es una importante cantera idiomática. “Todas las áreas de la actividad humana pueden dar palabras regionales. En el caso particular del fútbol, tenemos 63 palabras ya incluidas (cosas como achique, barrer, bicicleta, bombazo, emboquillada, fulbito, orsái, puntinazo, etc.). Es evidente que el deporte más popular del país da muchas más palabras que otro no tan popular, o bien esas palabras quedan muy contenidas en el interior de determinados grupos (por ejemplo, tenemos solo dos palabras propias de los que juegan polo –taquear y taqueo- pero existen muchas más que se usan entre los que practican ese deporte o sus aficionados”.
Una de las últimas palabras del Diccionario del Habla de los Argentinos es “zapallazo” y también viene del fútbol. Se la define así: “En el fútbol, gol que resulta de un tiro muy potente y, por lo común, no muy preciso”. Se nota que saben de todo.
En cuanto a las palabras que caen en desuso, las ediciones anteriores y la última mantienen unas 200 voces, aunque hay muchos ejemplos incluidos en la actual edición. Entre estas “grébano, arestía, balaca, fulo, guámparo, patriar, reyunar, ulpo, vilote”. Después de haber sido valiosas y movedizas monedas de cambio en el idioma de las anteriores generaciones, ellas están ahora, como inertes, en el archivo de las palabras.
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