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Séptimo Día |EL IMPULSO DE RODOLFO KUBIC

Los coros platenses y una historia de amor

El matrimonio de los González Scotti cantó durante seis décadas en distintos conjuntos corales, entre ellos el de la Universidad. La Plata, en el podio de las ciudades más cantoras

Los coros platenses y una historia de amor

Coro de la Universidad de La Plata / Facebook

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

20 de Julio de 2025 | 04:46
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“Cantar es poder expresar lo más profundo de los sentimientos humanos”, dice uno y el otro asiente. Ellos cantan juntos en coros de La Plata desde 1965, es decir desde hace 60 años. Pero hay algo más. En 1969 se casaron. Y tuvieron tres hijos que también cantaron con sus padres en algunos de los coros que integraron.

Carlos Horacio González Scotti (1942-) y su esposa Olga Aurora González formaron parte en esas seis décadas del Coro Universitario; lo hicieron después en la Cantoría Ars Nova de la que fueron cofundadores con Raúl Carpinetti; más adelante en el Conjunto Coral Encuentro y últimamente en el coro Musiké.

Miles de varones y mujeres de toda edad se suman al fenómeno coral de La Plata, que cuenta con unos cien coros y se sube junto a Córdoba y la Capital al podio de ciudades argentinas con más grupos corales.

Foto de Rodolfo Kubik autografiada / Archivo

Tienen coros la Universidad, las facultades, los colegios profesionales, las escuelas, los clubes de barrio, empresas comerciales, compañías que se ocupan de distintos rubros, organismos del Estado, entidades de bien público.

El gran impulso a la actividad coral fue dado en 1941 cuando el maestro checoslovaco Rodolfo Kubic, huido del fascismo italiano que lo persiguió por negarse a usar el repertorio que le marcaban, recaló en nuestra Ciudad y junto a un grupo de jóvenes entusiasmados fundó el coro de la Universidad, al que le impuso el sello de una calidad musical de excelencia.

Su tarea de años fue seguida por directores de la talla de Edberto Bozzini, Oriente Monreal, Carlos Larrimbe, Virtú Maragno, Roberto Ruiz, Luis Clemente, José Antonio Gallo y Graciela Plancic, entre otros. Desde luego que existen numerosos otros talentos en la conducción de los coros de la ciudad.

Una historia completa de los coros platenses se encuentra en el archivo del palacio municipal López Merino, en calle 49 entre 12 y diagonal 74. El material fue donado por la Sociedad de Encuentros Corales de La Plata, a instancias de Horacio Alfaro. La actividad coral en la Ciudad es intensa, sobre todo los fines de semana con múltiples presentaciones.

LOS COREUTAS

El matrimonio de los González Scotti representa con justeza lo que significa la vida coral, como muestra de compromiso, desinterés y amor por el arte. Ellos necesitaron comprensión mutua para elegir esa actividad, pulmones para cantar, pero más pulmones para organizarse, ganarse la vida y comandar una familia.

Tuvieron tres hijos, Diego (médico), Natalia (licenciada en periodismo) y Victoria, esta última pianista y profesora de Música graduada en Bellas Artes. Tienen dos nietas, Rosario González Scotti y Magdalena Oteriño. “A nuestros hijos los llevábamos muchas veces a los ensayos, cuanto tenían menos de 10 ó 12 años de edad. Allí supimos que la música no sólo amansa a las fieras, sino también a los chicos”, dicen sonrientes.

Él se jubiló de arquitecto en la oficina Pericial del Poder Judicial, ella fue maestra y también está jubilada. Ambos trabajos y los rigores propios del hogar —más contingencias propias de toda vida— los compartieron con los múltiples ensayos y actuaciones en los coros.

“Ella se sumó al coro de la Universidad antes que yo y le tocó en 1965 el viaje del Coro Universitario a Estados Unidos, con la dirección de Roberto Ruiz, cuando se presentaron en un festival internacional de coros organizado por la ciudad de Nueva York. Yo había ingresado ese mismo año, era novato y los recién entrados no tuvimos chance de participar en una gira local. Al menos nos tocó ir a cantar a Tucumán, con la dirección de Ricardo Catalá”, explicó.

Carlos Horacio González y su esposa Olga Aurora

Del viaje a Tucumán recuerda que entre los grupos participantes había uno que deslumbró, “porque además de ser buenos músicos y cantantes hacían reír. Se llamaba I Musicisti y poco después se convirtieron en Les Luthiers”.

LOS COROS

Los coros precursores, los primeros que aparecen en la historia de la humanidad, pertenecen a las civilizaciones griega y romana, en donde básicamente participaban en ceremonias religiosas y en festivales dedicados a las divinidades.

El coro se convirtió luego en la entidad que, en sus intervenciones, fijó preceptos a reyes y emperadores, los alabó, los amonestó o los indujo a que marcharan a la victoria. Esto significa que, más allá de su función musical, el coro representó entonces al pueblo –entre muchos otros al pueblo judío que huye de Egipto en Aida de Verdi— y para ello aportó su prestancia sonora en las grandes óperas. El coro dotó de fuerzas especiales, a veces mágicas, en los dramas.

Los críticos afirman que el coro más arquetípico, el que fijó un modelo, se encuentra en el Himno a la Alegría, de Beethoven, basado en un poema de Schiller, que fijó principios de fraternidad universal y valoró la búsqueda de la felicidad en el culto a la paz y a la unidad entre los seres humanos.

 

Los González Scotti representan con justeza lo que significa la vida coral

 

De todo esto se fue hablando en la casa de los González Scotti. Ellos conocen bien la idiosincrasia de los coreutas: “Son las personas más desinteresadas y apasionadas del mundo. Hacen esfuerzos enormes para compatibilizar sus trabajos con los ensayos y las presentaciones de sus coros. Y la única recompensa que buscan es el aplauso. A lo sumo, lo más que esperan después de cada recital es un sandwichito y una gaseosa...”.

Cantar para los González Scotti es como una misión. En sus distintos coros viajaron a Estados Unidos, a Ecuador y a numerosas ciudades del país. Hablan de sus estadías en Concepción del Uruguay, de los festivales de verano en Villa Gesell, a recitales en Mar del Plata y en provincias y en muchas ciudades cercanas a la nuestra.

Por qué cantan. Ella responde: “Porque para nosotros no hay arte comparable al canto coral”. ¿Tienen algún director preferido? Ella responde: “Sin duda, Virtú Maraño, que reemplazó a otro querido por nosotros como Roberto Ruiz”. ¿Qué compositor los conmovió más? Ambos piensan unos segundos. “Bach...” dice Carlos. Ella sigue pensando y agrega: “y también Brahms”.

Y así van los coreutas desde hace más de seis décadas. Con una canción pronta a surgir, con ellos de la mano, con amor a la vida y a la música.

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