Un día con mamá y otro con papá
| 31 de Diciembre de 2016 | 02:57

Por
Valeria Natalia Sánchez
Empecemos esta historia por lo que se tiene a mano: uno mismo. Tengo veintiséis años, nací y me crié con mis padres separados. Mi papá, Mario (55) es funcionario público y mi mamá, Silvia (53) es jubilada docente. Tengo cuatro hermanos: Gisela (30) y Damián (29) de mismos padres y Victoria (22) y Sofía (15) que tuvo mi papá con su segunda pareja.
Mis cumpleaños de chica los recuerdo así: tarde de sol primaveral en el patio de la casa de mamá. Ella salía a las 17 hs de trabajar y traía mi torta preferida de chocolate, rellena con merengue, dulce de leche y cubierta de confites de colores. La cita para todos era a las 17.30. Mi hermana Gisela una semana antes comenzaba a preparar variedad de juegos muy entretenidos. Los invitados eran mis amigos y la familia (tíos, primos y abuelos). La presencia de mi padre era efímera: dejaba a mi hermana Victoria, me daba algún regalo y un beso. Él dice que la situación no era fácil. Quedarse implicaba estar incomodo, sentirse agregado y lidiar con las miradas fulminantes de la familia.
Cuando iba a sexto grado mi maestra preguntó quiénes eran hijos de padres separados. Solo tres levantamos la mano. A mí no me costó levantarla, le costó más a mis compañeros y a sus padres entender y aceptar que yo tenía dos casas y pasaba vacaciones enteras lejos de mi mamá. Eran los mismo que me decían que yo tenía “medias hermanas” por no ser de la misma madre.
No hice propias esas ideas y cuando me preguntan cómo fue la relación con papá, siempre respondo lo mismo: tuve un padre muy presente. Hasta antes de sentarme a escribir esta nota, nunca me había animado a preguntarle qué sintió él. Mi viejo, es un tipo de palabras sabias y medidas: “La primera dificultad que aparece es privilegiar la situación de los hijos por encima de la cuestión de pareja”.
Los primeros cinco minutos de charla creí que su relato iba a ser lo más correcto posible. Para sorpresa mía, me equivoqué: “De chiquita te quedaste conmigo y llevábamos la cuna, los pañales y la mamadera. Es una situación bastante difícil de entrada porque, si bien yo sabía hacer las cosas porque las había hecho con tus hermanos mientras estábamos juntos con tu mamá, se complejiza más porque estás solo”.
En los últimos años el concepto de familia mutó y trajo aparejado cambios en los roles. Actualmente, la presencia de los hombres en el cuidado de los hijos cambió: están más presentes.
Los avances significativos en cuestiones de derechos de las mujeres llevaron a que se problematice la idea de por qué se ubicó a la mujer como la encargada de todas las tareas que respectan al cuidado de los chicos. A partir de allí se comenzó a cuestionar por qué la condición biológica de parir de la mujer tenía que determinar que era quien debía cambiar pañales, alimentar al niño, bañarlo, cuidarlo y, en muchas oportunidades, dejar de asistir a su trabajo.
La licenciada en Psicología Marianela Cantelli, especialista en Niños y Adolescentes explica: “El rol de la mujer desde las épocas de las cavernas era solo criar a los hijos y no resolvía cuestiones prácticas de la vida. Ahora la mujer empezó a pedir presencia al hombre en lo emocional para poder hacer otras cosas. Esto configuró las formas de ser que tenemos, que por suerte fueron cambiando y siguen cambiando. Hoy en día la mujer está habilitada a hacer otras cosas”.
Respetar el “Régimen de visitas”
Los lunes, miércoles y viernes a la noche cenábamos con papá, y solamente los sábados nos quedábamos a dormir en su casa. Con mis hermanos Damián y Gisela había algo que nos costaba, y era hacer el bolso todos los fines de semana. Mudábamos desde la ropa, hasta los juguetes preferidos y obligatoriamente la tarea del colegio. Ir a lo de papá se tornaba una rutina tan estricta que algunas veces lejos estaba de nuestros deseos.
Para él, la rigidez tampoco era la mejor opción: “Tener un régimen de visitas quizás fue el mayor error. En ese entonces había una idea de que los hijos debían alterar lo menos posible su orden. Desde el punto de vista económico, no tener dos casas para que los hijos tengan esa referencia fuerte que era su pieza, su cama, su mascota. Además se consideraba que debían pasar la mayor parte del tiempo con la madre”, afirma mi papá y en su voz delata las ganas de cambiar el pasado.
Si hay algo en que coincidimos con mis hermanos es que en la casa de papá no teníamos lo mismo que en lo de mamá. Lo de mamá era el lugar de todos los días, de los berrinches, donde invitábamos amigos, y se festejaban los cumpleaños. También coincidimos que papá se las arreglaba como podía y tenemos una lista interminable de juegos que inventaba para entretenernos. “Dejar la casa suele generar un desnivel entre lo que en un principio puede ofrecer un padre y lo que puede ofrecer la madre. Hubo una época que no teníamos televisión o tenían que compartir cama hasta que después de un tiempo se empieza a nivelar. No tenés las cosas que tiene en la casa donde viven”, agrega papá conservando el mismo tono.
Hoy hablamos de cuidado compartido
La mayoría de las parejas no deben recurrir a la vía judicial para definir con quién tienen que quedarse los hijos. Pero ¿qué pasa cuando los acuerdos de palabras no resultan? En estos casos, hay que destacar los avances en normativa de familia que priorizan el derecho de los chicos para empezar a hablar de cuidado compartido.
Para la abogada especializada en Derecho de Familia, María Agostina Ferraro, el nuevo código es un avance clave: “El código es bastante de avanzada en relación a los cambios que se fueron suscitando a nivel social. Ya no habla más de tenencia sino de cuidado personal. Es un cambio desde lo simbólico, que surge de adaptar la legislación civil de 1869 a los tratados Internacionales en relación al derecho de la niñez que se fueron incorporando a través de la reforma de la constitución”.
Silvia Barrales (43) abogada, y su ex pareja Diego (43) se separaron hace dieciocho años cuando ella estaba embarazada. Cuando Bruno (18) tenía cuatro años, para el día de la familia dibujo a su mamá, a papá y a sus abuelos. Juntos. Al momento de hablar dijo: “Yo tengo dos casas, mis papás están separados, pero separados no significa peleados”. Silvia recuerda ese hecho y se le llenan los ojos de lágrimas: “Trabajé mucho para que mi relación con mi ex se sostenga y se mantenga. Bruno nunca tuvo la imagen de sus papás juntos y aun así pudo constituir un modelo de familia”.
En los últimos años el concepto de familia mutó y trajo aparejado cambios en los roles. Actualmente, la presencia de los hombres en el cuidado de los hijos cambió: están más presentes
Silvia reconoce que Bruno y su papá tienen muy buena relación pero a él le costó más que a ella y que fue con el tiempo entendiendo cuál era su lugar. “Lo banqué mucho para que se sintiera cómodo. Para mí fue fácil la conexión con Bruno y quizás que haya estado en mi vientre ayudó mucho. Su papá tenía muchos miedos y al principio no sabía cómo manejarse”.
Cuando el padre de Bruno se quedaba mucho tiempo con el bebé, llamaba a Silvia porque no sabía qué hacer. “Al principio había tensión cuando le pedía que se quede con él. Si él no podía, acudía a mis viejos”. Hasta los cinco años Bruno se iba fin de semana por medio con el padre. Fue a esa edad cuando fueron juntos de vacaciones a Mar del Plata y Diego la llamó para agradecerle: “Lo único y mejor q tengo en la vida me lo diste vos. Gracias por confiar esa vez que me dijiste te conozco, sé quién sos y vas a ser un buen padre”.
Fueron muchas las idas y vueltas, Silvia reconoce que la relación de ellos fue un crecimiento, también reconoce que Bruno y su papá han construido un vínculo muy fuerte en donde la mayoría de los días convive con él. Hay algo innegociable: a la cancha, por el Pincha, con papá. “Ellos conectan muy bien con el fútbol y hablan mucho, de hecho Bruno siempre me carga con que su papá es más cariñoso que yo”.
Padres modernos
Parte de la idea de que la madre era la encargada del cuidado personal de los chicos, surge a partir de que el hombre era quien traía el dinero y la mujer se quedaba en casa. En la modernidad, la mujer también tiene derecho a trabajar y a desarrollarse profesionalmente. Mujeres separadas han demostrado que es posible cuidar de un hijo y a su vez salir a trabajar.
Lucas (29) trabaja de 9.00 a 19.00 hs de lunes a viernes en la Universidad donde desarrolla tareas administrativas. Cuando nació su hija, Luz (5), le dieron solo un día de licencia. Está separado hace un año de su mujer y aseguró que este tiempo “fue todo un desafío del cual se siente muy agradecido”.
Luz tiene los rulos de su mamá y los ojos y la timidez de su papá. El tiempo que pasa fuera de su casa es la mayor preocupación de Lucas: “Trabajo diez horas al día y por eso intento cenar con ella todos los días. No es lo mejor, a la noche uno llega siempre más cansado y son pocas horas, pero si no la veo un día la extraño. De viernes a domingo se queda conmigo”.
Los fines de semana no se negocian: la busca el viernes por la noche y su plan preferido para despejar la semana laboral es una película de Disney y pochoclos salados. Los sábados por la mañana se levantan tarde pero a tiempo para aprovechar las horas de sol. A Luz le gusta ir a la plaza, subirse unas diez veces al tobogán, dos o tres a la calesita y disfrutar de que la hamaque su papá.
Los sábados a la noche aprovechan para pasarlos con alguien: “Todo depende, o vamos a lo de mi mamá o me junto con amigos que saben que estoy con Luz. Algunos tienen hijos y otros no. Nos acostamos tarde, Luz tiene mucho aguante. Mi vida cambió por completo porque todo gira en torno a ella. Creo igual que a medida que vaya creciendo voy a encontrar otros espacios. No es fácil ser padre, todos los días se aprende algo nuevo”.
Ser como una madre
Cecilia (36) y Manuel (34) se separaron cuando Lautaro cumplió un año, luego de seis años de relación. El día que Manuel se fue de la casa, aquella que habían construido juntos en Villa Elisa, agarró una valija con su ropa y lo único que le pidió a su mujer fue un “reparto equitativo del cuidado de Lautaro”.
Hace más de un año que Manuel ocupa el lugar en el que pidió estar: tiempo con su hijo. Si bien la separación fue un momento duro y conflictivo, no tuvieron que recurrir a la vía judicial. “Ella se quedó con todo, yo consideré que la casa era el hogar de mi hijo. Le paso una cuenta mensual, y hasta el momento no tuvimos problema con eso”.
Lautaro tiene una gran ventaja: el departamento de Manuel está preparado para los dos: una pieza con su cuna, un placard con ropa nueva y muchos juguetes. “Soy como una madre” afirma. Los lunes por la tarde cuando Manuel deja su consultorio de odontología y pasa a buscarlo. Los martes por la mañana se levanta, lo baña, le corta las uñas, lo cambia y le da la mamadera. “Quiero que tenga mi esencia, cosas mías, y por eso quiero pasar mucho tiempo”.
Los jueves vuelve a buscarlo, la secuencia se repite y los fines de semana siempre hay un día que se queda con él. Acciones que antes podían ser impensables para un padre, se ven reconfiguradas por los nuevos hábitos. Al respecto Cantelli señala: “La función materna la puede cumplir el papá, la abuela, la tía o quien esté vinculado con ese nene y comprometido emocionalmente. No hay nada, ni siquiera biológico, que le impida al hombre desempeñarse como una mujer. Así como no hay nada en una mujer que puede desempeñar su función paterna. El padre puede recurrir a muchos recursos para poder criar a un bebé”.
A pesar de todos los avances y cambios que podemos ver, hay una gran desigualdad cuando hablamos de licencia por maternidad y paternidad. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) recomienda un mínimo de 14 semanas para madres y diez días para padres. Actualmente, la legislación garantiza 90, y dos respectivamente en el sector privado, mientras que en el sector público nacional, por convenio colectivo de trabajo, son 100, y cinco. De esta manera, podemos hablar de responsabilidad compartida, pero todavía en el campo legal hay un espacio en blanco, donde la licencia por paternidad es un apartado pendiente.
Madres que son padres. Y padres que son madres. A los hijos esto, los tiene sin cuidado. Lo que importa, cumplan el rol que cumplan, es que siempre estén presentes.
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