Dar buen consejo al necesitado

Escribe Monseñor DR. JOSE LUIS KAUFMANN

Queridos hermanos y hermanas.

Todo buen consejo, como palabra orientadora, puede iluminar la oscuridad de quien está necesitado de esa ayuda. Esta obra de misericordia no es fácil, pues no se trata de acorralar a nadie y menos de imponerle lo que debe hacer. Nadie está capacitado para dar un buen consejo si antes no está dispuesto humildemente a recibirlo. Tengamos en cuenta que la misericordia es el núcleo de la predicación de Jesús y, al mismo tiempo, la razón principal de los prodigios en favor de los necesitados. Entre las obras de misericordia realizadas continuamente por Jesús, pueden encontrarse innumerables consejos salvíficos. Por eso, los cristianos estamos atentos para ofrecer nuestra ayuda a todos los indigentes, también a los necesitados de un consejo. Sin embargo, el consejo primero se ofrece y, recién cuando el otro acepta esa ayuda, puede expresarse el bien, confiando en la ayuda de Dios para no decir nada fuera de lugar.

No hay mayor miseria que la resultante de la falta de fe, como no hay opresión más intensa que la del pecado. Por lo tanto, la especial obra de misericordia que podamos hacer siempre será el buen consejo, oportuno, adecuado, prudente… que lleve al otro a un acercamiento a Dios, ya sea por medio de celebración del sacramento de la Penitencia, o lo que en ese momento sea de mayor provecho. Cuando nos compadecemos de la situación que puede estar viviendo un prójimo, siempre hemos de procurar que la ayuda más efectiva sea la de Dios. Nosotros seremos simples instrumentos ocasionales, mientras que el Amor de Dios ciertamente será el remedio eficaz y duradero.

Un buen consejo no se improvisa: es necesario antes reflexionarlo, rezarlo y confiarlo a la ayuda de Dios. Además, rezar y encomendar a la misericordia de Dios a ese hermano necesitado de ayuda, a fin de que el Espíritu Santo lo haga dócil a la Voluntad de Dios. El buen consejo será una magnífica acción apostólica, ya que ha de encausar al prójimo hacia una vivencia más coherente con el Evangelio y los consejos ofrecidos por Jesús.

La especial obra de misericordia que podamos hacer siempre será el buen consejo, oportuno, adecuado, prudente

El cristiano que tiene la oportunidad de ayudar a un prójimo con un buen consejo nunca deberá considerarse mejor o superior a los demás; por lo cual evitará toda actitud paternalista. Por otra parte, tampoco deberá arrogarse el derecho de pedir cuentas al otro, para saber el resultado. Es necesario ser generosos sin esperar respuesta ni gratitud. Recordemos siempre que toda obra de misericordia es gratuita y no implica vínculo alguno posterior.

Si se diera el caso que alguna vez se nos pidiera un consejo y no estemos en condiciones de darlo, es preferible responder con humilde sencillez: “no sé qué decir, pero le aseguro que rezaré por usted, que trataré de ayudarlo encomendando esto a la misericordia de Dios”. Y luego, en un momento de oración confiada, entregarle todo a Jesús, implorando para el hermano necesitado que sea el mismo Señor que le dé la respuesta, que siempre será la mejor.

La sociedad en que vivimos se está deshumanizando, casi sin que nos demos cuenta; por eso, se va perdiendo la sensibilidad ante las necesidades de los demás y la misericordia se hace más extraña. Sin embargo, es necesario suplicar a Dios un corazón misericordioso para todos.

Virgen Santísima, Madre y Reina del Buen Consejo, ruega por nosotros.

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JOSE LUIS KAUFMANN
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