Persiste el doloroso flagelo de los robos y destrozos a escuelas de la Región
| 13 de Julio de 2016 | 02:27

Otra escuela de nuestra ciudad, en este caso la Primaria 116 de Los Hornos, sufrió el fin de semana los habituales destrozos que cometen quienes, por motivos imposibles de entender y justificar, adoptan esa modalidad vandálica contra instituciones que, como las escolares, debieran verse preservadas de ese y cualquier otro tipo de agresiones. Se trata, lamentablemente, de la persistencia de un flagelo que, desde hace muchos años, acosa a las escuelas de la zona, sin que las autoridades policiales atinen a mitigar esta insólita ola delictiva.
En esta oportunidad, el mobiliario de muchas aulas quedó destruido y los directivos escolares debieron suspender las clases, dada la gravedad de los daños sufridos por la sede educativa. Fueron más de 500 los alumnos que se quedaron sin clase y el episodio se sumó a otro robo que la misma escuela sufrió el jueves pasado, en el que los ladrones se llevaron hasta una heladera del establecimiento.
Tal como se detalló en este diario, en esta oportunidad la finalidad de los atacantes fue meramente vandálica, pues tiraron todo lo que se les interpuso en su camino y se tomaron el tiempo de destrozar diversos elementos del laboratorio y materiales de las aulas. Incluso hasta doblaron las puertas de chapa de los gabinetes. Según remarcaron las autoridades, intentaron ingresar a la dirección, pero no pudieron.
Se dijo, asimismo, que el episodio profundizó la angustia de directivos, docentes y alumnos debido a que se suma al robo que padecieron la semana pasada. En esta escuela también funcionan la escuela de adultos 724 y la secundaria 90 donde, según trascendió, la seguidilla de ataques de los últimos días causó preocupación.
Según informaron en la cartera educativa bonaerense, ya se concretaron trabajos en la escuela personal del consejo escolar para hacer las reparaciones en los accesos y comenzar con la recuperación del mobiliario. En el primer caso, permitiría que los alumnos volvieran a las aulas, y en el segundo caso, la restauración o eventual reemplazo del mobiliario, va a demandar más tiempo.
Lo cierto es que el hecho de que los robos a escuelas de nuestra región no constituya una novedad, sino que, lamentablemente, esos delitos se reiteren con frecuencia, no exime a las autoridades y tampoco a la sociedad de la obligación de buscar fórmulas para mitigar esta insólita sucesión de ataques contra edificios que, como los escolares, debieran encontrarse permanentemente custodiados.
Muchos de los establecimientos que han sido víctimas de este tipo de hechos son, además, modestas escuelas de barrios muy humildes. Es evidente que en la mayoría de los casos registrados, el problema adquiere connotaciones y una dimensión más preocupante, que seguramente incluye aspectos relacionados a cuestiones educativas, sociales y culturales que debieran ponderarse.
Pero lo que urge es que el Estado extreme recursos y estrategias para defender el patrimonio de las escuelas –reforzándose, por ejemplo, los patrullajes policiales- y así revertir la indisculpable situación de indefensión en que se encuentran y, al mismo tiempo, individualizar y castigar con el peso de la ley a los responsables.
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