Mi perro tiene Facebook

Hace unos años parecería impensable que perros o gatos se apuntaran a la moda de conectarse a las redes sociales, compartir perfiles o hacer amigos.

Al igual que se puede encontrar a compañeros de la escuela o antiguos vecinos de las ciudades en las que viviste, ahora las mascotas pueden compartir aficiones, hacer más amigos animales y deleitar con sus encantos a humanos que viven a miles de kilómetros de distancia.

Las redes sociales para mascotas son un espacio en el que los dueños de las mismas les hacen un perfil, con su correspondiente foto, nombre, raza y aficiones.

EL MIO, EL MEJOR

Estos sitios para mascotas no sólo permiten ampliar los conocimientos de sus dueños sobre razas, consejos prácticos, productos, etc.

También son una plataforma para dueños exhibicionistas, para todos aquellos que están convencidos de que su perro, gato o loro, son los más bonitos y graciosos del mundo.

Por ello, además de las páginas exclusivas para animales, existen en redes sociales para humanos, como Facebook, grupos “fans” de animales portentosos.

Este es el caso de Boo, un pequeño cachorro que tiene correo electrónico propio, un book de fotos y al que le encanta el pollo, el queso, las flores y tumbarse en la hierba.

Este pequeñín cuenta con más de 17 millones de seguidores que han hecho clic en “Me gusta”, por eso en su definición personal agrega: “Me llamo Boo. Soy un perro. La vida es buena”.

YouTube es otro lugar donde los aficionados a los animales pueden exhibir los videos de sus mascotas.

TODOS LOS PERROS VAN AL CIELO

Ya lo decía la película animada dirigida y producida por Don Bluth en 1989, “All Dogs go to Heaven” (Todos los perros van al cielo). Nuestros amigos animales forman parte de nuestra vida terrenal, aunque muchos humanos no quieren ni pensar en pasar sin ellos a la celestial.

La unión entre animales y humanos va más allá del tiempo que comparten juntos, como demuestra la historia de Hachiko, un perro japonés que vivía con su dueño Eisaburo en los alrededores de Tokio.

Hachiko acompañaba todos los días a su amo hasta la estación de tren y le esperaba hasta que regresara del trabajo para iniciar la vuelta a casa los dos juntos, hasta que en mayo de 1925, el profesor sufrió una hemorragia cerebral mientras impartía sus clases y murió en el acto.

Eisaburo nunca más volvió a la estación, pero Hachiko no se rindió. Durante los siguientes nueve años de su vida siguió esperándole cada día en la estación de Shibuya.

Hay miles de Hachikos repartidos por el mundo, demostrando a sus dueños por qué las mascotas son nuestros mejores amigos, y los humanos que los adoran también quieren que ellos sean felices en el más allá.

De ahí nacen grupos que tienen como objetivo recordar a las mascotas que ya no están entre nosotros.

En esos grupos se pueden ver fotografías de animales a las que se les han añadido alas angelicales, cristos o bendiciones.

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