De agitador en campaña a gobernante del caos

Donald Trump se presentó como un agitador durante la campaña electoral. Ahora, se rige por el caos. La suspensión temporal del programa de recepción de refugiados -su iniciativa más importante en sus primeros días en la presidencia de EE UU- causó estragos en los aeropuertos y provocó protestas en todo el país. El decreto firmada por Trump dejó en problemas a sus propias agencias gubernamentales, dividió al Partido Republicano y puso en una situación incómoda a sus aliados en todo el mundo. Una jueza federal emitió una orden de emergencia que bloquea momentáneamente parte de la medida, estableciendo la batalla legal que tiene por delante.

Trump podría haber evitado parte de esas consecuencias, consultando con las agencias encargadas de ejecutar la orden. O explicar su acción e intenciones en detalle al pueblo de EE UU. Su equipo podría haber preparado un plan de contingencia para los viajeros que no podrían entrar al país pero que ya estaban en viaje cuando firmó el decreto.

En lugar de esto, Trump demostró no sólo que busca cumplir sus controvertidas promesas electorales, sino que piensa hacerlo irrumpiendo en Washington y prendiendo fuego las normas respetadas por sus líderes. No está claro si la Casa Blanca actuó el viernes sabiendo las consecuencias que tendría la firma del decreto. Pero el sábado, mientras los manifestantes llenaban los aeropuertos de EE UU donde residentes legales en el país estaban atrapados en un limbo burocrático, el presidente declaró que estaba satisfecho con los resultados. “Está funcionando muy bien”, señaló.

La campaña de Trump fue muchas veces improvisada e impredecible. Como director de una empresa privada, Trump tuvo que lidiar poco con la complejidad o el escrutinio ligados al funcionamiento del gobierno federal. Antes incluso del caos desatado por las restricciones al ingreso de refugiados, Trump ya había sembrado confusión en sus primeros días en la Casa Blanca. Quería investigar por decreto un “fraude electoral”, pero luego dio marcha atrás. Ordenó la construcción de un muro fronterizo con México, uno de sus principales socios comerciales. Y ahora afronta su segunda semana en el poder vendiendo una política polémica y complicada a la población. Como telón de fondo tendrá un goteo constante de historias de familias separadas por su orden, y de niños y ancianos retenidos en los aeropuertos del país.

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