Pendientes y dependientes de los mensajitos

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WhatsApp cambió la forma de comunicarnos. Por eso cuando ayer falló este sistema de mensajería muchos sentimos que nos faltaba algo. Aunque también nos abrió la puerta a pensar cuán liberados nos sentimos sin él. Vivimos pendientes de los mensajes. Que levante la mano quién no relojea el celular cuando pasa un tiempo y no suena o vibra. Que levante la mano quién alguna vez no reinició el teléfono pensando que estaba colgada la App. También somos dependientes. Reemplazamos el mail, por ejemplo, porque además de la comunicación directa esta herramienta nos permite recurrir al historial de mensajes en los que guardamos información valiosísima. O los distintos grupos a los cuales pertenecemos forman parte de nuestra vida cotidiana. El de la familia, el del colegio de los chicos, el del trabajo o el del partidito de fútbol de los viernes. Ayer en Argentina estuvimos poco más de 10 minutos sin WhatsApp. Y nadie murió por esto. Fueron apenas 10 minutos que bastaron para mostrarnos cuánto estamos pendientes del tono del mensaje y cuán dependiente somos de la aplicación.

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