“Lo más difícil, aprender a soltar”

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Si ya de por si la diabetes plantea un duro desafío para los padres de niños pequeños, la llegada de la adolescencia puede complicar el panorama todavía más, reconoce Marcela, mamá de Catalina (15), quien hace ya ocho años que vive con esta enfermedad. “Cuando son chicos uno es el gran cuidador y aunque es una tarea dura da tranquilidad saber que uno está ahí. El desafío más duro es cuando crecen y hay que aprender a soltarles la mano sabiendo que ya se sienten grandes pero que un descuido puede tener consecuencias para su salud”, reconoce Marcela Grubissa.

 

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