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La literatura no deja de ser una risa

La íntima relación de los escritores con el humor. El Mulá Nasrudin, primer humorista. Los casos de Chaucer, Boccaccio y Cervantes. Los chistes sumerios y egipcios. Una reivindicación de las mujeres como autoras de obras cómicas

MARCELO ORTALE

5 de Febrero de 2017 | 00:30

Si bien el primer chiste de la historia es de origen sumerio y se remonta a veinte siglos antes de Cristo –tal como lo determinó en agosto de 2008 una investigación de la universidad inglesa de Wolverhampton que rastreó y halló las diez bromas más antiguas de la humanidad, entre ellas muchas surgidas en Egipto-, en realidad se trataron todos de textos breves, escatológicos o pornográficos y razonablemente irreproducibles por su mal gusto. Sin embargo, lo que importa señalar es que el humor acompaña a la literatura desde el fondo de los tiempos.

Lo que también parece consolidarse es la hipótesis de que el primer humorista pleno fue el Mulá Nasrudín, un maestro islámico o sufí, personaje mítico creado por la tradición que vivió probablemente entre los siglos VIII y XI d.de C, en la península de Anatolia en el Asia Menor. Se le atribuye una larga serie de historias, aventuras, cuentos y anécdotas, que fueron compiladas y que se constituyeron, según muchos críticos, en la simiente del humor oriental y occidental, con vigencia hasta nuestros días. Las librerías suelen contar hoy con libros de su autoría.

Se trata de un humor surrealista, por momentos místico, de vigencia intemporal. Acá va uno que se llama “Una pregunta es una respuesta”. Dice así: “Un parroquiano le pregunta a Nasrudin: “Maestro, ¿por qué siempre responde con una pregunta a una pregunta?” Y Nasrudín respondió: “¿Hago eso?”.

Otro describe la escena de una caravana de pastores que va exhausta por un desierto sin límites. De pronto ven, allá a lo lejos, en esas arenas abrazadas por el sol, la solitaria casa de Nasrudin. Un pastor le dice a otro: “Lo conozco, es un buen hombre. Vayamos a su casa a beber agua y descansar”. La caravana se encamina hacia esa única morada en el desierto. Un pastor dice “qué bien, a pesar de que estamos lejos acabo de ver a Nasrudin en la ventana del primer piso”. Siguen caminando, llegan, golpean las puertas y sale la mujer de Nasrudin. Los pastores le preguntan por Nasrudín a la señora. “No está”, contesta ella. “¿Cómo que no está mujer?... hace un rato lo vimos en esa ventana…”. Entonces aparece Nasrudin en esa misma ventana, la abre y dice: “¿Y qué…no me pude haber ido por la puerta de atrás?”.

Al bajar de la terraza de su casa, donde acababa de hacer la siesta, Nasrudín da un traspié y rueda aparatosamente escaleras abajo. - “Pero ¿qué pasa?” - le grita su mujer que, desde la cocina, ha oído el ruido de su caída.

- “Nada importante” - responde Nasrudín, poniéndose en pie como puede - “Ha sido mi abrigo que se ha caído por la escalera.” - “¿Tu abrigo?.. pero ¿y ese ruido?”

- “El ruido ha sido porque yo iba dentro”, explicó Nasrudín.

A Mulá Nasrudín se le atribuye una larga serie de historias, aventuras, cuentos y anécdotas, que fueron compiladas y que se constituyeron, según muchos críticos, en la simiente del humor oriental y occidental, con vigencia hasta nuestros días

Una veta profunda de ese humorismo ilógico y poético le pudo haber llegado diez siglos después a quien es considerado como piedra fundamental del humorismo argentino, el metafísico Macedonio Fernández, autor de frases memorables: “A esa reunión faltaron tantos –dijo una vez, en alusión al homenaje que se le hizo a un poeta mediocre, desprovisto de talento- que si falta uno más no cabe”.

El humor aparece dividido por una frontera. De un lado puede ubicarse al monje Jean de Santeuil (1630-1697) creador del aforismo “Castigat ridendo mores”, una expresión latina que significa “enmendar costumbres riendo”, es decir que el humor cumpliría en los escritos una finalidad moral. Del otro lado los críticos ubican a Henri Bergson (1859-1941) que en su ensayo “La risa” sostiene que la risa requiere ausencia de sentimientos. Para reír en plenitud es necesario olvidar el afecto, la tristeza, la compasión. Bergson utiliza el término “anestesia momentánea del corazón”.

Bergson ubica a un parroquiano aburrido mirado a la vereda, por la ventana de un bar. El hombre ve impasible como pasan los peatones ante sus ojos. De pronto uno de ellos tropieza y cae como desarticulado. El parroquiano no lo puede evitar y se larga a reir. Bergson dice que esa risa proviene del hecho de que lo normal es ver a gente que camina mecánicamente, con normalidad: cuando alguien tropieza y cae, se ha roto la lógica. Esa ruptura de la lógica es la que nos hace reír. Los críticos sostienen que Chaplin leyó a Bergson, cuando fundó gran parte de su humor en los llamados “gags”, que son las situaciones ilógicas.

CHAUCER, BOCCACCIO

Ya en vísperas de su final, la Edad Media entrega nombres que se convierten en pilares para la historia conceptual del humorismo. Uno de ellos es el inglés Geoffrey Chaucer (1343-1400), nacido y muerto en Londres, autor de Los cuentos de Canterbury (en inglés, The Canterbury Tales), una obra cargada de cuentos picarescos y considerada por muchos como la más importante de la literatura inglesa.

Pero la estructura de Los cuentos de Canterbury resulta muy parecida a la que poco tiempo antes expuso Giovanni Boccaccio (1313-1375), un escritor italiano mencionado junto a Dante y a Petrarca como uno de los padres de la literatura italiana. Su obra más característica, el Decamerón, es también una descarnada monografía humorística de la condición humana.

Un siglo después saldría a las temibles canchas de la literatura el personaje a quienes los críticos califican como uno de los exponentes más nítidos del humor: el Quijote. La aparición de Cervantes (1547-1616) y la deslumbrada vida de su ingenioso caballero le dieron más sustento a la tesis que ubica al humor como una de las más fuertes columnas del edificio literario. Las andanzas idealistas del desgarbado manchego en su caballo escuálido, secundado por el terrenal Sancho Panza siguen cimentando hasta hoy esas teorías.

De tanto en tanto el errático manchego se permitía dialogar cuerdamente con su escudero y de esas charlas suelen extraerse expresiones, en apariencia serias, pero profundamente humorísticas. Así, cuando le dijo a Sancho Panza que el hambre es “el gobierno de las tripas”.

A Cervantes le siguen en España las comedias de Calderón de la Barca y Tirso de Molina o los escritos corrosivos e ingeniosos de Quevedo, mientras que en Inglaterra dejan una perenne huella de humor las excelentes comedias escritas por Shakespeare y Ben Jonson.

LA MUJER Y EL HUMOR

Si bien no existen numerosos antecedentes sobre la gravitación de las mujeres en la rama del humor literario, es cierto que en estos días se acaba de editar en Barcelona un libro de Isabel Franc, titulado “Las humoristas”

“¿Sabías que la primera autora de teatro en la Europa medieval fue una religiosa que escribía obras cómicas?”, es el primer interrogante que les ofrece a los lectores. Agrega que “las mujeres han usado el humor como estrategia de transgresión, mecanismo de defensa, arma de resistencia y empoderamiento; para establecer y estrechar lazos afectivos, jugar con las normas, desafiar al patriarcado, romper estereotipos… Lo han hecho desde siempre y teniendo que salvar serias, nada inocentes, dificultades. ¿Por qué se nos ha privado de su presencia y, por lo tanto, de ser referentes? Apenas aparecen en las antologías literarias, algunos nombres de gran celebridad en su época ni siquiera se conocen; donde ellas fueron pioneras, ellos (los varones) han pasado a la historia. ¿Qué tiene el humor de las mujeres que lo hace tan peligroso como para aniquilarlo?”, vuelve a preguntar.

“En este libro intentamos tanto dar respuesta a esa pregunta, como desmontar la funesta leyenda urbana de que las mujeres no tenemos humor. Siete expertas nos introducen en el mundo del cómic, las pioneras del cine, la irrupción de las bertsolaris en un terreno tan masculino; el teatro, la poesía, la literatura y el clown, descubriéndonos nombres y situaciones que nos dejarán con la boca abierta. Desde la editora hasta la diseñadora de la portada, este libro es un trabajo de mujeres para rescatar, nombrar y dignificar a las que nos precedieron… con una sonrisa”, dice. Lo cierto es que Franc colectó los trabajos realizados por Nadia Pizzuti, Josune Muñoz, Elina Norandi, Uxue Alberdi Estibaritz, Teresa Urroz, María Castrejón y Virginia Imaz.

AFORISMOS

A continuación se transcriben algunos aforismos sobre el sentido del humor:

-“Ríe y el mundo reirá contigo; llora y el mundo, dándote la espalda, te dejará llorar”. (Chaplin)

- “Por el hecho de envejecer no se deja de reír; mas dejar de reír te hace envejecer” (Balzac)

-“¿El humor? No sé lo que es el humor. En realidad cualquier cosa graciosa, por ejemplo, una tragedia. Da igual” (Buster Keaton)

-“La literatura sin humor es un sermón” (Caballero Bonald)

- “En el humor lo grande se hace pequeño y lo pequeño grande, para poder destruir a los dos” (Coleridge)

-“La sátira es el arma más eficaz contra el poder: el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos” (Darío Fo).

-“La risa te hace sabio” (Demócrito)

- “Mi manera de bromear es decir la verdad. Es la broma más cómica del mundo” (G.B. Shaw)

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